2015-07-08

Abandonado a su suerte, el caballero asomó la cabeza con precaución por la puerta del castillo. Las rodillas le temblaban ligeramente, por lo que producía un ruido metálico a causa de su oxidada armadura. Como no quería parecer una gallina frente a una paloma, en caso de que Rebeca pudiera verle, reunió fuerzas y entró valientemente, cerrando la puerta a sus espaldas.

Por un momento deseó no haber dejado atrás su espada, pero Merlín le había prometido que no tendría que usarla contra dragones y el caballero confiaba en el mago.

Entró en la enorme antesala del castillo y miró a su alrededor. Solo vio el fuego que ardía en una enorme chimenea de piedra en uno de los muros y tres alfombras en el suelo. Se sentó en la alfombra más cercana al fuego que brillaba en la oscuridad.

El caballero pronto se dio cuenta de dos cosas: primero, parecía no haber ninguna puerta de salida ni que lo condujera a otra habitación o área del castillo. Segundo, había un extraño y aterrador silencio. Se sobresaltó al notar que el fuego ni siquiera crepitaba. El caballero recordó que su castillo era silencioso, especialmente en las épocas en que Julieta no le hablaba durante días, pero aquello no era nada comparado con esto. EL Castillo del Silencio hacia honor a su nombre, pensó. Jamás en su vida se había sentido tan solo.

De repente, el caballero se sobresaltó por el sonido de una voz familiar a sus espaldas.

+Hola caballero. -.El caballero se giró y se sorprendió al ver al Rey aproximarse desde una esquina de la habitación.

-¡Rey! -.dijo con la voz entrecortada.- Ni siquiera os había visto. ¿Qué estais haciendo aquí, majestad?

+Lo mismo que vos, caballero: buscando la puerta.

El caballero miró a su alrededor otra vez.- No veo ninguna puerta.

+Uno no puede ver realmente hasta que comprende -.Dijo el Rey.- cuando comprendes lo que hay en esta habitación, puedes ver la puerte que conduce a la siguiente.

-¡Eso espero! -.Dijo el caballero.- Me sorprende veros aquí. Había oído que estabais en una cruzada.

+Eso es lo que dicen siempre que viajo por el Sendero de la Verdad -.Explicó el Rey.- Mis súbditos lo entienden mejor así -.El caballero parecía perplejo.- Todo el mundo entiende las cruzadas -.añadió el Rey.- pero muy pocos comprenden la Verdad.

-Sí -.Asintió el caballero.- Yo mismo no estaría en este sendero si no estuviera atrapado en esta vieja armadura.

+La mayoría de la gente está atrapada en su propia armadura -.Declaró el Rey.

-¿Qué quieres decir? -.Preguntó el caballero.

+Ponemos barreras para protegernos de quienes creemos que somos. Luego un día quedamos atrapados tras las barreras y ya no podemos salir.

-Nunca pensé que vos pudiérais estar atrapado, alteza. Sois tan sabio, influyente y poderoso… dijo el caballero.

El rey rió entre dientes.- Soy lo sufientemente sabio como para saber cuándo estoy atrapado, y también para regresar aquí para aprender más de mi mismo.

El caballero estaba entusiasmado, pensando que quizás el rey podría mostrarle el camino.- Decidme -.Dijo el caballero con el rostro iluminado.- ¿Podríamos atravesar juntos el castillo? Así no sería tan angustioso y solitario.

El Rey negó con la cabeza.- Una vez lo intenté. Es verdad que mis compañeros y yo no nos sentíamos solos porque hablábamos constantemente, pero cuando uno habla es imposible ver la puerta de salida de esta habitación.

-¡Quizás podríamos limitarnos a caminar juntos sin hablar -.Sugirió el caballero ya que no le apetecía mucho tener que caminar solo por el Castillo del Silencio.

El Rey volvió a negar con la cabeza, esta vez con más fuerza.- Nó, también lo intenté. Hizo que el vacío fuera más soportabe y menos doloroso, pero nos hacía imposible encontrar la puerta de salida.

El caballero protestó -.Pero sino estábais hablando…

+Permanecer en silencio es algo más que no hablar -.Dijo el Rey.- Descubrí que, cuando estaba con alguien, mostraba sólo mi mejor imagen. No dejaba caer mis barreras, de manera que ni yo ni la otra persona podíamos ver lo que yo intentaba esconder.

-No lo capto, la verdad -.Dijo el caballero.

+Lo comprenderéis -.Replicó el Rey.- cuando hayáis permanecido aquí el tiempo suficiente. Uno debe estar solo para poder dejar caer su armadura.

El caballero estaba desesperado.- ¡No quiero quedarme aquí solo! -.Exclamó, golpeando el suelo con el pie, y dejándolo caer involuntariamente sobre el pie del Rey; el cual comenzó a gritar y dar saltos.

El caballero estaba horrorizado, primero el herrero, luego la ardilla y ahora el Rey.- ¡Perdonad, señor -.Dijo, disculpándose.

EL rey se frotó el pie con suavidad.- Oh, bueno. Esa armadura os hace más daño a vos que a mí -.Luego miró al caballero con expresión sabia y dijo:

+Comprendo que no querais quedaros sólo en este castillo. Yo tampoco deseaba hacerlo las primeras veces que vine aquí, pero ahora me doy cuenta de que lo que uno ha de hacer aquí, lo ha de hacer solo -.Dicho esto, se alejó cojeando al tiempo que decía:Ahora debo irme.

Perplejo, el caballero preguntó:

-¿A dónde vais? La puerta está por aquí.

+Esa puerta es sólo de entrada. La puerta que lleva a la siguiente habitación está en la pared más lejana. La ví, por fín, cuando vos entrabais -.Dijo el Rey.

-¿Que quereis decir con que por fin la visteis? ¿No recordabais dónde estaba, de las otras veces que vinisteis aquí? -.Preguntó el caballero, sin comprender por qué el Rey continuaba viniendo.

+Uno nunca acaba de viajar por el Sendero de la Verdad. Cada vez que vengo, a medida que voy comprendiendo cada vez más, encuentro nuevas puertas -.EL Rey se despidió con la mano.- Trataos bien, buen amigo.

-¡Aguardad, por favor! -.Le suplicó el caballero.

El Rey se volvió y le miró con compasión.- ¿Sí? -.El caballero, que no podía hacer que tambalease la resolución del Rey, pidió:

-¿Hay algún consejo que me podais dar antes de iros? -.El rey lo pensó por un momento, luego respondió:

+Esto es un nuevo tipo de cruzada para vos, querido caballero: una que requiere más coraje que todas las otras batallas que habéis conocido antes. Si lográis reunir las fuerzas necesarias y quedaros para hacer lo que tenéis que hacer aquí, será vuestra mayor victoria.

Dicho esto, el Rey se giró y, estirando el brazo como para abrir una puerta, desapareció en la pared, dejando al caballero mirando con incredulidad. El caballero corrió al sitio deonde había estado el Rey, esperando que, de cerca, también podría ver la puerta. Al encontrar tan sólo lo que parecía ser una pared sólida, comenzó a caminar por toda la habitación. Lo único que el caballero podía oír era el sonido de su armadura resonando por todo el castillo.

Después de un rato, se sentía más deprimido que nunca. Para animarse, cantó un par de canciones de batalla: Estaré contigo para llevarte a una Cruzada, cariño y Dondequiera que deje mi yelmo, es mi casa. Las cantó una y otra vez.

A medida que su voz se fue cansando, la quiety comenzó a ahogar su canto, envolviéndolo en el silencio más absoluto. Sólo entonces pudo el caballero admitir francamente algo que ya sabía: tenía miedo de estar solo.

En ese momento, vio una puerta en la pared más lejana de la habitación. Fue hasta ella, la abrió lentamente y entró en otra habitación. Esta otra sala se parecía mucho a la anterior, sólo que era más pequeña. También ésta estaba vacía de todo sonido.

Para pasar el tiempo, el caballero comenzó a hablar consigo mismo. Decía cualquier cosa que le venía a la mente. Habló de cómo era de pequeño y de qué manera era diferente de los otros niños que conocía. Mientras cazaban codornices y jugaban a “ponle la cola al burro”, él se quedaba en casa y leía. Como en aquel entonces los libros eran manuscritos de los monjes, había pocos y, muy pronto, los hubo leído todos. Fue entonces cuando comenzó a hablar con todo aquel que pasaba delante de él. Cuando no había con quién hablar, hablaba consigo mismo, igual que lo estaba haciendo ahora. Se encontró diciendo que había hablado tanto durante toda su vida para evitar sentirse solo.

El caballero pensó profundamente sobre esto hasta que el sonido de su propia voz rompió el aterrador silencio.

-Supongo, que siempre he tenido miedo de estar solo -. Mientras pronunciaba estas palabras, otra puerta se hizo visible. El caballero la abrió y entró en la siguiente habitación. Era más pequeña aún que la anterior.

Se sentó en el suelo y continuó pensando. Al poco rato, le vino el pensamiento de que toda su vida había perdido el tiempo hablando de lo que había hecho y de lo que iba a hacer. Nunca había disfrutado de lo que pasaba en el momento. Entonces apareció otra puerta. Llevaba a una habitación aún más pequeña que las anteriores.

Animado por su progreso, el caballero hizo algo que nunca antes había hecho. Se quedó quieto y escuchó el silencio. Se dió cuenta que, durante la mayor parte de su vida, no había escuchado realmente a nadie ni a nada. El sonido del viento, la lluvia, el agua que fluye por los arroyos, habían estado siempre ahí, pero en realidad nunca los había oido. Tampoco había oído a Julieta, cuando ella intentaba decirle cómo se sentía; especialmente cuando estaba triste. Le hacía recordar que él también estaba triste. De hecho, una de las razones por las que había decidido dejarse la armadura puesta todo el tiempo era porque así ahogaba la triste voz de Julieta. Todo lo que tenía que hacer era bajar la visera y ya no la oía.

Julieta debía de haberse sentido muy sola hablando con un hombre envuelto en acero; tan sola como el se había sentido en esta lúgubre habitación. Su propio dolor y su soledad afloraron. Comenzó a sentir el dolor y la soledad de Julieta también. Durante años, la había obligado a vivir en un castillo de silencio. Se puso a llorar.

El caballero lloró tanto que las lágrimas se derramaron por los agujeros de la visera y empaparon la alfombra que había debajo de él. Las lágrimas fluyeron hacia una ranura que había en la pared y que marcaban el lugar de la siguiente puerta. Aunque estab exhausto de llorar, se arrastró hasta la siguiente habitación, que no era mucho más grande que la cuadra de un caballo.

-Me pregunto por qué las habitaciones son cada vez más pequeñas -.Dijo en voz alta y una voz replicó:

+Porque os estáis acercando a vos mismo.

Sobresaltado, el caballero miró a su alrededor. Estaba sólo o eso había creído.- ¿Quién ha hablado?

+¡Tú has hablado! -.Dijo la voz como respuesta a su pensamiento. La voz parecía venir de dentro de sí mismo.

-¿Eso era posible?

+Sí, es posible -.Respondió la voz.- soy tu verdadero yo.

-Pero si yo soy mi yo verdadero -.Protestó el caballero.

+Mírate -.Pronunció la voz con ligera aversión. Ahí sentado medio muerto, dentro de ese montón de hojalata oxidada, con el yelmo y la barba hecha una sopa. Si tú eres nuestro verdadero yo ¡Estamos en problemas!

-Ahora óyeme tú a mi -.Dijo el caballero.- He vivido todos estos años sin oír una palabra de tí. Ahora que oigo, lo primero que me dices es que tú eres mi verdadero yo. ¿Por qué no me habías hablado antes?

+He estado aquí durante años -.Replicó la voz.- Pero ésta es la primera vez que estás lo suficientemente silencioso como para oirme.

El caballero dudó.- Si tú eres mi verdadero yo, entonces, por favor, dime ¿Quién soy yo? -.La voz le contestó amablemente:

+No puedes pretender aprender todo de golpe. ¿Por qué no te vas a dormir?

-Está bien -.Dijo el caballero.- pero antes, quiero saber cómo debo llamarte.

+¿Llamarme? -.Preguntó la voz perpleja.- ¡Pero si yo soy tú!

-No puedo llamarte yo. Me confunde.

+Está bien. Entonces llámame Sam.

-¿Por qué Sam?

+¿y por qué no? -.fué la respuesta.

-Sin duda tienes que conocer a Merlin -.Dijo el caballero, empezando a cabecear de cansancio. Luego se le cerraron los ojos mientras se sumergía en un profundo y dulce sueño.

Cuando despertó, no sabía dónde estaba. tan sólo era consciente de sí mismo. El resto del mundo parecía haberse desvanecido. A medida que se fue despertando, el caballero se fue dando cuenta de que Ardilla y Rebeca estaban sentadas sobre su pecho.

-¿Cómo habeis entrado aquí? -.Preguntó.

Ardilla rió.- No estamos ahí, vos estais aquí.

El caballero abrió más los ojos y se sentó. Miró a su alrededor sorprendido. Sin lugar a dudas, se encontraba sentado sobre el Sendero de la Verdad, al otro lado del Castillo del Silencio.

-¿Cómo salí de ahí? -.Preguntó y Rebeca contestó:

+De la única manera posible, pensando.

-Lo último que recuerdo -.Dijo el caballero.- es que estaba sentado hablando con… Aquí se detuvo. Quería contarles a Rebeca y Ardilla acerca de Sam, pero no era fácil de explicar. Además, podía habérselo imaginado todo. Tenía mucho que pensar. El caballero se rascó la cabeza, pero tardó un momento en darse cuenta de que en realidad estaba rascando su propia piel. Se llevó las dos manos envuentas en acero a al cabeza. ¡Su yelmo había desaparecido! Se tocó la cara y la larga barba.- ¡Ardilla! ¡Rebeca! -.Gritó.

+Ya lo sabemos -.dijeron en un alegre unísono.- Habéis debido llorar otra vez en el Castillo del Silencio.

-Lo hice -.Replicó el caballero.- Pero, ¡Cómo puede haberse oxidado todo un yelmo en una noche?

Los animales rieron con estrépito. Rebeca yacía sin aliento, dando aletazos contra el suelo. Al caballero le pareció que se estaban mofando de él sus animalillos. Exigió que le hicieran saber qué era tan gracioso. Ardilla fue la primera en recuperar el aliento.

+No estuvisteis sólo una noche en el castillo.

-Entonces, ¿durante cuanto tiempo?

+Digamos que duante el tiempo que estuvisteis ahí dentro pude recoger facilmente más de cinco mil nueces. Pues permanecisteis en el castillo durante mucho, muchísimo tiempo -.Afirmó Rebeca.

EL caballero dejó caer la mandíbula incrédulo. Miró hacia el cielo y con una resonante voz, dijo:

-¡Merlin, debo hablar con vos!

Como había prometido, el mago apareció inmediatamente. Iba desnudo, a excepción de su larga barba y estaba complentamente recubierto de agua y jabón. Parecía que el caballero le había cogido mientras éste se duchaba.

-Lamento la intrusión -.Dijo el caballero.- pero era una emergencia, yo…

+¡Bah, no hay problema! -.Dijo Merlín, interrumpiéndole.- Los magos somos molestados a menudo -.Se sacudió el agua de la barba.- Respondiéndo a vuestra pregunta, he de deciros que es verdad. Permanecisteis en el Castillo del Silencio por un largo tiempo.

Merlín no dejaba de sorprender al caballero.- ¿Cómo sabíais lo que quería preguntaros?

+Como me conozco, puedo conoceros. Somos todos parte de un todo, el uno de los otros.

El caballero pensó un momento.- Estoy empezando a entender. ¿He podido comprender el dolor de Julieta porque soy parte de ella?

+Sí -.respondió Merlín.- por eso pudisteis llorar por ella y por vos mismo. Fue la primera vez que derramasteis lágrimas por otra persona.

-Vaya, ¡eso me hace sentirme orgulloso!

El mago sonrió indulgentemente.- ¡Uno no debe sentirse orgulloso por ser humano!. Tiene tan poco sentido como que Rebeca se sintiera orgullosa por poder volar. Rebeca nació con alas. Vos nacisteis con un corazón, y ahora lo estáis utilizando, como es natural.

-Realmente sabeis como desanimar a un amigo, Merlín.

+No era mi intención ser duro. Lo estáis haciendo bien, de no ser así, no hubiérais conocido a Sam.

El caballero se sintío aliviado.

-Entonces, ¿lo oí realmente? ¿No fue sólo mi imaginación?

Merín soltó una risita ahogada.- No, Sam es real. De hecho, es un yo más real que el que habéis estado llamando yo durante estos años. No os estáis volviendo loco. Simplemente, estáis empezando a oír a vuestro verdadero yo. Por esta razón el tiempo transcurrió sin que os diérais cuenta.

-No lo comprendo -.Dijo el caballero.

+Comprenderéis cuando hayáis pasado pasado por vuestra próxima parada, el Castillo del Conocimiento.

Antes de que el caballero pudiera hacer más preguntas, Merlín desapareció.

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