2014-12-16

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Domingo Cavallo

El deterioro de la competitividad es estructural

Posted: 15 Dec 2014 08:26 PM PST

Prácticamente todos los economistas que comentan la coyuntura económica argentina sostienen que existe un deterioro de las exportaciones que atribuyen al atraso cambiario en el mercado oficial y confían en que una fuerte devaluación podrá revertir ese fenómeno a partir de 2016, luego de que se produzca el cambio de gobierno.

Las estadísticas oficiales del intercambio comercial argentino, que traen datos hasta el mes de octubre inclusive, muestran una caída interanual (los primeros 10 meses de 2014 contra el mismo período de 2013) del 11 % en dólares corrientes. Parte de esta caída se explica por la disminución de los precios, pero se está produciendo también una importante caída de los volúmenes exportados. Los datos sobre índices de precios y cantidades del comercio exterior que reportan información hasta el tercer trimestre de 2014 muestran que en comparación con los mismos tres trimestres iniciales de 2013, los volúmenes exportados cayeron 9,4 %. Y las exportaciones a precios constantes de 2004, que reportan las estimaciones oficiales de las cuentas nacionales, muestran una caída del 7 % entre el primer semestre de 2014 y el mismo semestre de 2013.

En realidad esta tendencia a la declinación ya se había observado durante 2013. Las exportaciones a precios constantes declinaron 4 % en 2013 con respecto a 2012. Si se observa la evolución del tipo de cambio real, tanto bilateral (pesos por dólar) como multilateral (pesos por una cesta de todas las monedas importantes de nuestro comercio exterior), que había disminuido entre 2003 y 2011, osciló desde entonces alrededor de un nivel prácticamente constante, así que el deterioro de las exportaciones observado durante 2013 y, en forma más acentuada, en lo que va de 2014, debe obedecer a otras causas más que al deterioro del tipo de cambio real.



En realidad, el desestímulo que vienen sufriendo, de manera más evidente durante 2013 y 2014, tanto las exportaciones de origen agropecuario como las de origen industrial e incluso las de servicios, tiene un origen estructural, que sólo se va a revertir con cambios mucho más profundos e integrales. Esos cambios no van a poder ser reemplazados por una fuerte devaluación de la moneda. Por el contrario, una fuerte devaluación de la moneda puede crear la ilusión de que es posible continuar mucho tiempo sin corregir esos problemas estructurales y, por consiguiente, las exportaciones seguirán desestimuladas.

Para entenderlo hay que observar un cuadro que incluí en mi libro Camino a la Estabilidad y que ahora he actualizado con los últimos datos anuales disponibles.  Se trata de la comparación de la performance exportadora entre dos períodos de 10 años cada uno: el de la convertibilidad (1991-2001) y el del gobierno de los Kirchner (2003-2013). Cuando se comparan los valores a dólares corrientes de las exportaciones, se obtienen resultados engañosos, porque los precios de exportación fueron mucho más altos en el período 2003-2013 que en los años de la convetibilidad. La comparación relevante es la de las exportaciones a precios constantes, o lo que es prácticamente lo mismo, los volúmenes físicos exportados.



Como puede apreciarse en el cuadro, las cantidades exportadas aumentaron 135 % entre 1991 y 2001 y sólo 26 % entre 2003 y 2013. Las exportaciones primarias (mineras y agropecuarias) que habían aumentado 95 % entre 1991 y 2001, sólo aumentaron 28 % entre 2003 y 2013. Para las manufacturas de origen agropecuario los guarismos son 71% durante el primer período y sólo 29 % durante el segundo. Las manufacturas de origen industrial, que son probablemente el mejor indicador del desarrollo industrial sostenible en el tiempo, habían aumentado 175 % entre 1991 y 2001 y sólo 96 % entre 2003 y 2013. Y las exportaciones energéticas, que durante la convertibilidad habían aumentado 323 %, durante los años del Kirchnerismo disminuyeron 72%!

Resulta claro que, en todos los sectores de la economía, el dinamismo exportador fue mucho menor en el segundo de los períodos comparados. Esta declinación de la performance exportadora contradice el argumento de que el tipo de cambio real alto es el que determina la competitividad de la economía. Si vuelve a observarse el gráfico de la evolución del tipo de cambio real, se puede constatar que en ningún momento del período 2003-2013 el tipo de cambio real fue inferior al de diciembre del 2001 (nivel que prevaleció a lo largo de prácticamente todo el período de la convertibilidad) Incluso ahora, cuando muchos hablan de que en el mercado oficial la moneda argentina esta sobrevaluada (o lo que es lo mismo, que el tipo de cambio está fuertemente atrasado), el tipo de cambio bilateral excede al de diciembre de 2001 en un 8 % y el multilateral está un 49 % por arriba de aquel nivel.

¿Como se explica que habiendo sido el tipo de cambio real mucho más alto y, aparentemente, mucho más favorable para las exportaciones, el desempeño exportador haya sido claramente inferior en los años del Kirchnerismo? La respuesta es relevante para pensar cómo se puede resolver el problema hacia el futuro.

En primer lugar hay que tener en cuenta que durante los años de la convertibilidad hubo un gran avance en materia de infraestructura en general, en particular la infraestructura energética, de transporte y de comunicaciones. Por el contrario, este avance, que siempre hay que medirlo en comparación con el que también se da en el resto del mundo con el que tenemos que competir, fue más lento durante los años del Kirchnerismo. Y, en materia energética se produjo un importante retroceso. Sin duda la infraestructura es muy importante para la competitividad.

En segundo lugar, durante los años de la convertibilidad no existieron impuestos a las exportaciones y, por el contrario, se devolvían los impuestos internos pagados sobre los insumos. Desde 2003 en adelante se aplicaron retenciones a las exportaciones. No sólo a las agropecuarias, sino también a las industriales y a las de las economías regionales. Y los reintegros de impuestos se redujeron y, en muchos casos, se eliminaron. En general, la presión impositiva como determinante de los costos de producción, tanto de la producción interna como de la exportable, fue mucho mayor en los años del Kirchnerismo.

Las restricciones a las importaciones y la protección a la producción competitiva con importaciones, encarecen los costos de las actividades exportadoras. No sólo aumentan los precios de los productos importados y competitivos con importaciones, sino que permiten también un aumento de los precios relativos de los bienes y servicios que no entran en el comercio exterior pero que determinan el costo interno de las exportaciones. En otros términos, la política arancelaria y de restricciones al comercio exterior hicieron renacer el sesgo anti-exportador que había tenido la economía argentina durante las décadas anteriores a la convertibilidad.

Los controles de cambio y el popularmente denominado “cepo cambiario”, acompañado de una fuerte emisión monetaria para financiar el déficit fiscal, al crear una brecha importante entre el tipo de cambio libre o paralelo y el tipo de cambio oficial, acentúa el sesgo anti-exportador, no tanto porque indica un atraso en el tipo de cambio sino porque induce aumentos de precios y costos internos a un ritmo mucho más parecido al del mercado paralelo que al del tipo de cambio oficial.

Quienes argumentan que los problemas de pérdida de competitividad tienen su origen en el supuesto atraso cambiario que se habría producido desde que el gobierno de Cristina Kirchner abandonó el “modelo de tipo de cambio real competitivo” y sostienen que el problema se arregla con políticas que recreen las condiciones que emergieron de la pesificación y la fuerte devaluación de 2002, pueden llegar a equivocar el rumbo del próximo gobierno. Esto ocurriría por no advertir que todos los factores que explican la pérdida estructural de competitividad aparecieron, precisamente, porque la fuerte devaluación creó colchones que el gobierno aprovechó para aplicar impuestos distorsivos, introducir congelamiento de tarifas y controles de precios, repartir protecciones ineficientes, inducir inversiones que no contribuyen a aumentar la productividad y terminó instalando el cepo cambiario como única forma de contener la fuga de capitales.

Para revertir la pérdida estructural de competitividad que se produjo a lo largo de la última década será necesario implementar, desde el vamos, un plan de estabilización que cree el espacio político para un replanteo integral de las reglas de juego de la economía. Reglas que permitan reinsertar a Argentina de manera eficiente en las corrientes internacionales de comercio e inversión y que restablezcan los equilibrios macroeconómicos, sin producir redistribuciones extremas de riqueza que sólo son un preámbulo de crecientes conflictos sectoriales y sociales. De esto trata, precisamente, mi libro “Camino a la Estabilidad”.



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