La Casa Milà, llamada popularmente La Pedrera («cantera» en catalán), es un edificio modernistanota una obra del arquitecto Antoni Gaudí, construido entre los años 1906 y 1910 en el distrito del Ensanche de Barcelona, en el número 92 del Paseo de Gracia.1 La casa fue edificada por encargo del matrimonio Pere Milà i Camps y Roser Segimon i Artells, y Gaudí contó con la colaboración de sus ayudantes Josep Maria Jujol, Domènec Sugrañes, Francesc Quintana, Jaume Bayó i Font, Joan Rubió, Enrique Nieto y Josep Canaleta, así como del constructor Josep Bayó i Font, que había trabajado con Gaudí en la Casa Batlló.2 Desde su apertura al público en 1987 ha recibido más de 20 millones de visitas (1 millón cada año aproximadamente), convirtiéndola en uno de los diez lugares más visitados de Barcelona.
La Casa Milà es un reflejo de la plenitud artística de Gaudí: pertenece a su etapa naturalista (primera década del siglo XX), periodo en que el arquitecto perfecciona su estilo personal, inspirándose en las formas orgánicas de la naturaleza, para lo que puso en práctica toda una serie de nuevas soluciones estructurales originadas en los profundos análisis efectuados por Gaudí de la geometría reglada. A ello añade el artista catalán una gran libertad creativa y una imaginativa creación ornamental: partiendo de cierto barroquismo sus obras adquieren gran riqueza estructural, de formas y volúmenes desprovistos de rigidez racionalista o de cualquier premisa clásica.
La Casa Milà se encuentra en un chaflán del Paseo de Gracia con la calle Provenza, ocupado anteriormente por un chalet que hacía frontera entre los municipios de Barcelona y Gracia, antes de la anexión de esta villa a la ciudad condal en 1897.nota 2 El chalet pertenecía a José Ferrer-Vidal y Soler, hermano de Luis Ferrer-Vidal y Soler, fundador de la Caixa de Pensions de Barcelona, y se formalizó la compra ante notario el 9 de junio de 1905.5 La zona se ubicaba en pleno Ensanche de Barcelona, proyectado por Ildefons Cerdà y aprobado en 1859, con un sistema reticular de manzanas de viviendas con los ángulos recortados, con la previsión de edificar por dos lados y dedicar el resto a jardines, punto este último que finalmente no se llevó a cabo. Con el Ensanche, el Paseo de Gracia se convirtió en una de las principales arterias de la ciudad, por lo que fue elegido por la burguesía catalana para fijar sus residencias, gracias a lo cual esta vía creció rápidamente y se convirtió en un hervidero constructivo donde desarrollaron su labor los mejores arquitectos de Barcelona. Cabe resaltar que en el mismo Paseo de Gracia había construido Gaudí poco antes la Casa Batlló (1904-1906), y anteriormente había efectuado otras dos intervenciones hoy desaparecidas: la Farmacia Gibert (1879) y la decoración del bar Torino (1902).6
En ese contexto, Gaudí recibió el encargo de construir una casa señorial de parte de Pere Milà i Camps, un rico empresario cuyo padre, Pere Milà i Pi, había forjado su fortuna en la industria textil. Milà amplió el negocio familiar y diversificó los sectores donde probó fortuna, siendo por ejemplo el promotor de la plaza de toros La Monumental. También se dedicó a la política, y fue diputado por parte de Solidaritat Catalana. El señor Milà estaba casado con Roser Segimon i Artells, viuda de Josep Guardiola i Grau, un indiano enriquecido en América con plantaciones de café, cuya fortuna heredó su mujer. Así pues, la pareja gozaba de una privilegiada posición, hecho que quisieron plasmar en una casa de diseño innovador y gran lujo de detalles. Para ello compraron el solar del Paseo de Gracia en 1905, y encargaron el proyecto a Gaudí, entonces un arquitecto de gran renombre, que en aquella época trabajaba en diversos proyectos a la vez: el Templo Expiatorio de la Sagrada Familia (1883-1926), la Torre Bellesguard (1900-1909), el Parque Güell (1900-1914), la Casa Batlló (1904-1906) y la restauración de la Catedral de Santa María de Palma de Mallorca (1903-1914).
El matrimonio Milà Pere Milà i Camps.
Roser Segimon i Artells.
El proyecto de Milà era construir un edificio de grandes dimensiones, destinar el piso principal para su propia residencia y el resto en régimen de alquiler, algo habitual en la época. Asimismo, la planta baja, en su parte exterior, fue destinada a tiendas, siendo la primera una sastrería abierta en 1928.8 El 2 de febrero de 1906 se presentaron los planos en el Ayuntamiento y se solicitó el permiso de obras. La construcción sufrió diversos retrasos, ya que el edificio superó en altura y anchura a lo establecido en las ordenanzas municipales, por lo que se impuso al señor Milà varias multas. Además, Gaudí abandonó la dirección de la obra en 1909 por divergencias con los Milà respecto a la decoración interior. La relación entre Gaudí y Milà se enfrió, y el arquitecto tuvo que llevar a juicio al promotor para cobrar sus honorarios (105 000 pesetas), que donó a los jesuitas.9 Para hacer frente al pago, el señor Milà tuvo que hipotecar la casa.
Desde el punto de vista administrativo también provocó alguna polémica cuando en diciembre de 1907 el Ayuntamiento detuvo las obras porque un pilar ocupaba una parte de la acera sin respetar el alineamiento de las fachadas. Al serle comunicada la noticia a Gaudí, este respondió con su estilo irónico habitual:
Diles que si quieren cortaremos el pilar como si fuera un queso y en la pulida superficie restante esculpiremos una leyenda que diga: Cortado por orden del Ayuntamiento según acuerdo de la sesión plenaria de tal fecha.11
Sin embargo, la suspensión de las obras no fue respetada y Gaudí continuó con su labor. El 28 de septiembre de 1909 se le abrió un nuevo expediente porque superaba la altura prevista y excedía el volumen construido en unos 4000 m3.12 El Ayuntamiento reclamaba una multa de 100 000 pesetas (aproximadamente el 25 % del coste de la obra) o derribar el desván y la azotea. La polémica se solucionó un año y medio más tarde, el 28 de diciembre de 1909, cuando la Comisión del Ensanche certificó que se trataba de un edificio monumental y no se requería que se ajustara estrictamente a las ordenanzas municipales.
Salta a la vista que el edificio en cuestión, sea cual fuere su destino, tiene carácter artístico que lo separa de los demás edificios particulares, dándole fisonomía especial, a lo cual contribuye en parte principal la obra realizada separándose de los planos aprobados.
Tal solución satisfizo enormemente a Gaudí, que pidió una copia de la resolución para conservarla. Por último, en 1910 los Milà pidieron permiso al Ayuntamiento para el alquiler de las viviendas del edificio, pero no fue concedido hasta octubre de 1912, cuando Gaudí certificó la finalización de las obras.
Certificado de finalización de las obras de puño y letra de Gaudí: «D. Antonio Gaudí y Cornet, arquitecto, residente en esta ciudad. Certifico: que bajo mis planos y dirección se ha construido la casa sita en el Paseo de Gracia no 92 y calle de Provenza nos 261, 263, 265 y 267 en esta ciudad (Gracia) y propiedad de Dña. Rosario Segimon y Artells, y ha quedado en disposición de ser alquilada en el día de la fecha. Para que conste donde convenga, firmo la presente en Barcelona a veintiuno de octubre de mil novecientos doce. Antoni Gaudí y Cornet».
El proceso de construcción fue relatado años después al historiador Joan Bassegoda por el constructor, Josep Bayó: primero se derribó parcialmente el anterior chalet, dejando una parte de la estructura como barraca de obras, donde los ayudantes de Gaudí pasaban a limpio los croquis que les iba dando el arquitecto; luego se rebajó el terreno en 4 metros, hasta la profundidad necesaria para el sótano; al cubrirse este, se pasó allí el taller de la obra, y se derribó el resto del chalet. Los cimientos se hicieron con hormigón de grava de piedra de Montjuïc mezclada con mortero de cal, sobre los que se levantaron los pilares, algunos de hierro colado y otros de ladrillo —para lo que se aprovecharon los ladrillos del anterior chalet—. Una vez terminado el sótano se procedió con la construcción del resto de pisos, mientras que se fue proyectando la fachada —que es autosustentante e independiente del resto del edificio—, a través de unas maquetas de yeso que modelaba el yesero Joan Bertran bajo la supervisión directa de Gaudí; esta maqueta fue posteriormente troceada y llevada como modelo a la obra, donde los picapedreros seguían fielmente su estructura. En todos los pisos se utilizó un sistema de jácenas y vigas de hierro dispuestas en forma de bóveda catalana, unidas mediante roblones y tornillos, sin necesidad de soldaduras. La fachada fue cubierta de piedras formando arcos de forma ondulada, que luego fueron retocadas por los picapedreros hasta conseguir la forma deseada por Gaudí. Por último, se realizó el desván, diseñado de forma independiente al resto del edificio, con un sistema de arcos catenarios de ladrillo, y por encima se situó la azotea, de forma escalonada dado las diferentes alturas de los arcos del desván.
Su propietario lo presentó al Concurso anual de edificios artísticos del Ayuntamiento de Barcelona, donde aquel año optaban dos obras de Enric Sagnier i Villavecchia (calle Mallorca, 264 y Córcega con Diagonal), la Casa Gustà, que era una vivienda particular del arquitecto Jaume Gustà i Bondia, y la Casa Pérez Samanillo, obra de Joan Josep Hervás i Arizmendi. Aunque la más espectacular y claramente favorita era la Casa Milà, el jurado la descartó manifestando que «a pesar de estar terminadas las fachadas, falta mucho para que esté totalmente completada, ultimada y en perfecto estado de apreciación». La ganadora de 1910 fue la de Pérez Samanillo, actual sede del Círculo Ecuestre.
La Casa Milà en obras.
Durante la Guerra Civil Española la Pedrera fue ocupada por el PSUC, cuyo secretario general, Joan Comorera, se instaló en el piso principal. Los Milà, que estaban veraneando en Blanes al estallido de la contienda, se pasaron al bando nacional, y volvieron a su casa una vez terminada la guerra. En 1940 falleció Pere Milà, y pocos años después, en 1946, su mujer vendió el inmueble a la Inmobiliaria CIPSA (Compañía Inmobiliaria Provenza, SA), si bien siguió viviendo en su piso hasta su fallecimiento en 1964.
La Pedrera ha sufrido diversas vicisitudes: en 1927 Roser Segimon ordenó al constructor Josep Bayó la remodelación del interior del piso principal, y se perdió la decoración efectuada por Gaudí; en 1932 se transformaron las carboneras en tiendas, eliminando las rejas de hierro que separaban el semisótano y la calle;nota 3 en 1954 la Inmobiliaria CIPSA construyó trece apartamentos en el desván, a cargo del arquitecto Francisco Juan Barba Corsini; en 1966 se transformó la planta noble en oficinas, con la firma de Leopoldo Gil Nebot; entre 1971 y 1975 se efectuó una primera restauración a cargo de José Antonio Comas de Mendoza. En 1986 lo adquirió la Caixa de Catalunya, que ha efectuado continuadas obras de conservación y restauración (1987-1996, a cargo de José Emilio Hernández Cros y Rafael Villa) y la mantiene abierta al público para su visita, para lo que se puede entrar en las viviendas de la planta cuarta, el desván y la terraza. Las demás plantas están ocupadas por oficinas o todavía por algunas familias residentes.
La Casa Milà fue declarada Monumento Histórico-Artístico de Carácter Nacional en 1969, y en 1984 la UNESCO la incluyó dentro del Lugar Patrimonio de la Humanidad «Obras de Antoni Gaudí», junto con el Palacio Güell, el Parque Güell y la Cripta de la Colonia Güell.
El edificio se construyó sobre un solar de 34 por 56 metros, con 1835 m2 de superficie. Consta de seis plantas articuladas alrededor de dos patios interiores, uno circular y otro oval, más un sótano, un desván y la azotea. Esta estructura acoge dos edificios adosados e independientes, cada uno con su propia puerta de acceso y su propio patio de luces, que están comunicados únicamente en la planta baja. Sin embargo, la fachada presenta una estructura unitaria y común a ambos edificios. La estructura de carga está formada por columnas de ladrillo macizo y piedra. Las paredes divisorias no tienen función estructural, por lo que su diseño varía de una planta a otra. La estructura interior de pilares y jácenas conecta con la exterior de piedra mediante unas vigas metálicas curvadas a todo lo largo del perímetro de cada planta.
El sótano, donde se sitúa un garaje, contiene un gran pilar de hierro del que parten diversas vigas igualmente de hierro que sostienen el patio circular, situado inmediatamente encima. La fachada tampoco cumple una función estructural, sino de revestimiento, por lo que su diseño y ornamentación presentan una acusada libertad creativa, con formas ondulantes que evocan el oleaje marino y generan diversas sensaciones lumínicas según la hora del día. Los balcones son de hierro forjado, con una decoración de motivos abstractos y fitomorfos. Gaudí diseñó incluso un tipo de baldosas hexagonales de cerámica para situar en el pavimento de la calle, con motivos nuevamente marinos (pulpos, estrellas, caracolas), realizados por la empresa Escofet. Esta baldosa fue elegida posteriormente para pavimentar el Paseo de Gracia barcelonés.
El conjunto, por lo innovador, es una típica obra gaudiniana en la que las líneas geométricas son sólo rectas formando planos curvos. Toda su fachada está realizada en piedra calcárea,25 salvo la parte superior, que está cubierta de azulejos blancos, cuya combinación evoca una montaña nevada. En la azotea se encuentran grandes salidas de escalera rematadas con la cruz gaudiniana de cuatro brazos, y chimeneas recubiertas de fragmentos de cerámica, con la apariencia de cabezas de guerreros protegidas por yelmos. Cabe destacar la belleza del hierro forjado de sus balcones, que simulan plantas trepadoras, obra de los hermanos Lluís y Josep Badia i Miarnau.
De formas orgánicas, la Casa Milà evoca sin lugar a dudas la naturaleza: diversos estudiosos han percibido en la Pedrera formas que recuerdan los riscos de Fra Guerau en la sierra de Prades cerca de Reus, el torrente de Pareis al norte de Mallorca o Sant Miquel del Fai en Bigues i Riells, todos ellos lugares visitados por Gaudí.
Gaudí había asignado a la Pedrera un alto simbolismo religioso: en la cornisa superior, de forma ondulada, tiene esculpidos capullos de rosa con inscripciones del Ave María en latín (Ave Gratia M plena, Dominus tecum).27 Además, según el proyecto original la fachada habría estado rematada por un grupo escultórico de piedra, metal y cristal con la Virgen del Rosarionota 4 con el Niño Jesús en brazos, rodeada de los arcángeles Miguel —con una espada derrotando a Satanás, enroscado en una bola del mundo situada a los pies de la Virgen— y Gabriel —con un lirio símbolo de pureza—, de 4 metros de altura.28 Se hizo un boceto a cargo del escultor Carles Mani, primero en barro a escala 1:10 y luego en yeso en su tamaño definitivo, que estaba listo para fundirse en bronce en marzo de 1909;29 pero debido a los sucesos de la Semana Trágica de 1909 se abandonó el proyecto.nota
La decoración interior corrió a cargo de Josep Maria Jujol y los pintores Aleix Clapés, Iu Pascual, Xavier Nogués y Teresa Lostau. En el terreno escultórico trabajaron Carles Mani y Joan Matamala, autores de las inscripciones en relieve de la fachada, así como las columnas de la planta principal y otros elementos decorativos.30 Se encuentran a menudo detalles ornamentales marinos, como los falsos techos de yeso que simulan olas de mar, así como pulpos, caracolas y flora marina. Pere Milà encargó la dirección de la decoración pictórica a Aleix Clapés, motivo de la ruptura definitiva entre Gaudí y el matrimonio Milà, ya que el arquitecto había encargado la decoración al pintor manresano Lluís Morell i Cornetnota 6 —que llegó a efectuar algunas pinturas en las paredes de las escaleras de servicio—, que sin embargo no era del agrado de los Milà. Por ello, Gaudí abandonó la dirección del proyecto, que fue concluido por sus ayudantes
La Casa Milà tiene tres fachadas, una en el Paseo de Gracia, otra en la calle Provenza, y otra que hace chaflán, siguiendo el esquema habitual del Ensanche proyectado por Cerdà. Sin embargo, las tres presentan una continuidad formal y estilística que, por su forma sinuosa y ondulada, parece una roca modelada por las olas del mar. El conjunto de entrantes y salientes imprime un dinamismo al conjunto que le otorga la sensación de estar en movimiento, a la vez que crea un juego de luces y sombras en constante cambio según la hora del día o la posición del espectador. Además de la forma ondulante de los muros de la fachada, la presencia de 33 balcones de hierro forjado, con una original forma similar a algas marinas, convierten el conjunto en una obra casi escultórica de gran tamaño. La mayoría de barandillas tiene una forma más bien abstracta, aunque se encuentran algunos detalles puntuales como una paloma, una máscara de teatro, una estrella de seis puntas, diversas flores y el escudo catalán.
Las tres fachadas, de 30 metros de altura, contienen 150 ventanas, con diferentes soluciones estructurales, formas y tamaños, siendo más grandes las inferiores y más pequeñas las superiores, que reciben más luz. La piedra utilizada para su construcción tiene dos procedencias, una más dura, del Garraf, en la parte inferior; y otra menos dura, de Villafranca del Panadés, en la parte superior. Ambas dan un acabado en color blanco crema, que genera diversas tonalidades según la luz incidente, y están acabadas con una textura rugosa, que proporciona un aspecto orgánico.
La Casa Milà en una foto publicada en Revista Nova, Barcelona (23 de mayo de 1914).
Fachada del Paseo de Gracia: orientada al sudoeste, tiene 21,15 metros de largo y 630 m2 de superficie, con nueve balcones que dan a la calle. Está coronada con la palabra Ave del Ave María, con una decoración en relieve de lirios, símbolo de la pureza de la Virgen. Es la única que no tiene puerta de acceso. La parte perteneciente a esta fachada de la planta baja estaba destinada a carbonera, y originalmente tenía rejas, que fueron retiradas cuando se transformó en tiendas comerciales.34
Fachada del chaflán: tiene 20,10 metros de largo, y al ser la central es la más conocida del edificio. Alberga una de las dos puertas de acceso, flanqueada por dos grandes columnas (habitualmente apodadas «patas de elefante») que sostienen la tribuna del piso principal, el del matrimonio Milà. Al parecer, para el conjunto de puerta y tribuna Gaudí se inspiró en la obra de un arquitecto barroco madrileño, Pedro de Ribera. El techo de la tribuna tiene una claraboya para proporcionarle luz, bajo la que se sitúa una concha esculpida. En la parte superior de la fachada se encuentra una rosa en relieve, y la inicial M de María, que habrían sido la base de la escultura de María y los arcángeles que finalmente no se colocó. En los dos laterales del chaflán se encuentran en la parte superior las palabras Gratia y Plena del Ave María.35
Fachada de la calle Provenza: tiene 43,35 metros de largo, por lo que es la más extensa, y cuenta con una puerta de acceso al edificio. Orientada al sureste, recibe luz prácticamente todo el día, por lo que Gaudí la diseñó con más ondulaciones que en las otras dos fachadas, así como unos balcones más sobresalientes, para crear más sombra. En la parte superior se sitúan las palabras Dominus y Tecum del Ave María.36
Junto a estas fachadas hay que mencionar la fachada posterior, que da al patio interno de la manzana formada por el Paseo de Gracia y las calles Provenza, Rosellón y Pau Claris, no visible para el público en general, ya que sólo tienen acceso los vecinos. Tiene 25 metros de largo, con una superficie de 800 m2. Más sobria que la fachada principal, presenta sin embargo la misma forma ondulatoria, con un desfase entre los distintos pisos que forman entrantes y salientes, emulando el oleaje marino, con unas grandes terrazas con barandillas de hierro de ligero diseño en forma de rombos, que permiten el paso de la luz. Esta fachada está elaborada con un rebozado de cemento y cal estucados de color marrón rojizo.
Interior de la Casa Milà.
El interior de la Casa Milà está diseñado de forma funcional para una comunicación fluida entre las diversas partes del edificio. Para ello, la planta baja presenta dos accesos con vestíbulos que comunican exterior e interior, y que conectan con los dos patios de luces, favoreciendo igualmente el tránsito interior entre las dos zonas del edificio. Los dos amplios portales permiten el paso de los vehículos, que tras los vestíbulos de entrada pueden acceder al garaje inferior a través de unas rampas que dan al sótano. Para el acceso a las viviendas, Gaudí priorizó el uso de ascensores, reservando las escaleras como acceso auxiliar y para servicios comunes. Sin embargo, para el acceso al piso principal colocó dos grandes escalinatas, decoradas con pinturas murales.
Las dos puertas de entrada están realizadas en hierro forjado y vidrio, de tal forma que actúan a la vez como puerta y como verja de seguridad. Su diseño es orgánico, con una serie de estructuras de diversa forma que pueden recordar diversos diseños elaborados por la naturaleza, como caparazones de tortuga, alas de mariposa o tejidos celulares. Su estructura amplia y diáfana permite el paso de la luz con facilidad, e ilumina con profusión los vestíbulos interiores. Los portales dan acceso a los dos vestíbulos, uno en el paseo de Gracia y otro en la calle Provenza. Estos vestíbulos dan acceso tanto al garaje como a los pisos superiores, y al ser concebidos para el paso de tránsito rodado están circunvalados por una acera para peatones. El mayor es el del Paseo de Gracia (60 m2), que presenta un techo ondulado, parecido al de una caverna. El de la calle Provenza es similar en diseño, aunque de menor tamaño (44 m2), y presenta como singularidad una garita destinada al portero, elaborada con una fina estructura de hierro y con vidrios tallados con motivos florales. Uno de los elementos más destacados de los vestíbulos es la decoración con pinturas murales, realizadas por Aleix Clapésnota 7 con motivos ornamentales y temas de inspiración mitológica, como algunas escenas de Las metamorfosis de Ovidio, para las que se inspiró en unos tapices del Palacio Real de Madrid. También figuran otras temáticas, como los siete pecados capitales y diversos episodios de La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca.nota 8 39 Estas pinturas fueron restauradas entre 1991 y 1992 por Gianluigi Colalucci, jefe de restauración de los Museos Vaticanos y encargado anteriormente de la restauración de la Capilla Sixtina.