2014-07-26

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EL MALECÓN DE LA HABANA, LUGAR DE MONUMENTOS.

El conocido Malecón habanero fue construido durante los años de la intervención norteamericana, con el objetivo de eliminar la insalubridad y mejorar el ornato público en el tramo comprendido entre el Castillo de la Punta y la Calzada de Belascoaín. En un principio, se le denominó oficialmente Avenida del Golfo, pero los ciudadanos comenzaron a llamarla simplemente Malecón.

En 1921 se prolongó hasta la entrada de El Vedado, donde se levantó el monumento a las víctimas del Maine en 1925 y, en 1930, se extendió hasta la Avenida de los Presidentes. Ya en 1950 llegó a su término natural en las inmediaciones del Castillo de la Chorrera y, posteriormente, se conectó al túnel que se construyó bajo el río Almendares.

Igual que avanzó hacia el oeste, lo hizo hacia el este a partir de 1927 con el nombre de Avenida del Puerto, incluyendo el parque y monumento a José de la Luz Caballero, erigido en 1913 con arbolado y estatuas, y el Anfiteatro Municipal al aire libre de estilo griego, llegando hasta el comienzo de los muelles.

Más tarde se decidió darle nuevos nombres: así, desde la vieja Capitanía del Puerto hasta el Castillo de la Punta se denominó Avenida Carlos Manuel de Céspedes; desde ahí hasta la Calzada de Belascoaín, Avenida Maceo, porque terminaba en el parque Maceo, donde se encuentra el monumento al héroe de la gesta independentista inaugurado en 1916; al tramo siguiente, hasta el monumento a las víctimas del Maine, Avenida Washington; desde allí hasta la Avenida de los Presidentes, Avenida de Pi y Margall y, al último tramo, que terminaba en el río, Avenida Aguilera.

Sin embargo, ninguno de estos nombres prevaleció, y hoy se denomina Malecón desde el Castillo de la Punta hasta el túnel, y Avenida del Puerto desde el Castillo de la Punta hacia los muelles y más allá, hasta la ensenada de Atarés, después de su posterior ampliación a finales de los años 40 y principios de los 50.

La Avenida del Puerto, mucho más vinculada a La Habana Vieja, ha sido objeto de atención especial con miras al turismo. Debido a ello, se ha restaurado el Castillo de La Punta, colocando en su explanada una estatua del prócer venezolano Francisco Miranda mirando hacia el mar, tal vez por alguien deseoso de congratular a los “nuevos hermanos”, olvidando que este fue traicionado, arrestado y entregado a los españoles por Simón Bolívar.

También se restauró el monumento al generalísimo Máximo Gómez, levantado en 1925, el de los estudiantes de Medicina, inaugurado en 1921, el Castillo de la Real Fuerza, la alameda e iglesia de Paula, los parques y otros monumentos, como la estatua de Neptuno, al fin reubicada en su sitio original, y el dedicado a Pepe Antonio, quien simboliza la resistencia cubana cuando la toma de La Habana por los ingleses.

Se restauraron parte de los muelles, dedicándolos a otros fines —venta de artesanías y cervecería—, y se han abierto cafeterías al aire libre, bares y restaurantes como El Templete, uno de los más caros de la ciudad, así como una iglesia griega con cementerio adosado detrás del Convento de San Francisco, y hasta una catedral rusa frente al viejo Muelle de Luz, restallantes al sol tropical sus cúpulas doradas en forma de cebolla, junto al histórico bar Dos Hermanos. Ambas, consideradas por la mayoría de los habaneros edificaciones anacrónicas al entorno, forman parte de los “excesos de la escenografía socialista”.

El Malecón de la Habana.

El Malecón, como tal, ha sido menos beneficiado, aunque se han reparado secciones del muro y ha sido dotado de nuevo alumbrado público imitando al antiguo. Sin embargo, el estado de deterioro de muchas de sus edificaciones, principalmente las que se encuentran entre el Paseo del Prado y la Calzada de Belascoaín, convertidas en verdaderas ciudadelas, deja mucho que desear.

Quienes sobreviven en ellas, hacinados en sótanos y pisos superiores desvencijados, se ven obligados a buscar aire fresco en las noches calurosas, ocupando el muro que separa la avenida del mar, y a abandonarlas en época de inundaciones.

El terreno donde el Malecón comienza, se mantiene subutilizado, convertido en un precario parque temporal. El valioso triángulo de terreno que a principios del siglo XX ocupó el Hotel Miramar, visitado por Rubén Darío en 1910, está a la espera de algún valiente inversionista extranjero que asuma la ejecución de un interesante proyecto de hotel existente.

Más adelante se encuentra la conocida Casa de las Cariátides, que fuera Centro Cultural Español con libre acceso a libros, películas, documentales, conexiones de red, exposiciones y conciertos no controlados por el Gobierno, clausurada e intervenida en un momento de tensión política con el Gobierno español, cuando hasta se ordenó levantar un monumento —bastante tardío, por cierto— a las víctimas de la reconcentración dictada por Valeriano Weyler —por suerte nunca ejecutado, al asumir el gobierno el PSOE.

Hoy la Casa de las Cariátides languidece, convertida en una institución estatal denominada Centro Hispanoamericano de Cultura. Viene después el restaurante Castropol, perteneciente a la Federación de Sociedades Asturianas; un extraño edificio, que llama la atención por sus balcones en forma de sarcófagos; el gran parque Maceo, ahora con cerca perimetral; el torreón de San Lázaro; la cascada, casi siempre seca, del Hotel Nacional; el monumento a las víctimas del Maine, despojado del águila imperial en espera de la paloma de Picasso que nunca llegó, ahora en restauración y, más allá, la obra cumbre del “kitsch monumental socialista”: la Tribuna Antiimperialista José Martí, adefesio arquitectónico de hormigón y arcos de acero, conocida popularmente como “El Tontódromo”, donde se ofrecen actos y conciertos de corte político, con una ridícula estatua de Martí cargando en brazos un niño y señalando hacia el edificio de la Embajada de los Estados Unidos de América, la conocida Sección de Intereses.

Algunos irrespetuosos aseguran que Martí le esta diciendo al niño: “Ahí es dónde dan las visas”. Luego, formando parte del árido entorno, aparece el denominado Monte de las Banderas, pocas veces cubanas y casi siempre negras, semejando una extraña convención de piratas del Caribe, tratando de ocultar infructuosamente el edificio de cristales de la instalación diplomática, rodeada de agentes de seguridad y siempre concurrida por su entrada de la calle Calzada, por cientos de cubanos en trámites migratorios.

Más allá, en mármol y granito negros, el monumento al lugarteniente general del Ejército Libertador Calixto García; lo que queda del otrora hermoso parque deportivo José Martí; la fuente que no echa agua; el deteriorado Hotel Habana Riviera; el Castillo de la Chorrera, convertido en mesón español; y el restaurante 1830, instalado en la casa que fuera de Carlos Miguel de Céspedes. Aquí termina el Malecón y, después del túnel, comienza la 5ta Avenida de Miramar.

El Malecón actual no tiene nada que ver con el de la década de los años cincuenta, iluminadas sus noches por las luces de colores de los grandes anuncios lumínicos y, en época de carnaval, por los paseos y desfiles que, partiendo desde El Vedado, llegaban por el Paseo del Prado hasta el Capitolio, dando la vuelta en la Fuente de la India, regresando por el mismo itinerario hasta su punto de partida, repartiendo música, bailes, serpentinas y confetis a los miles de espectadores, que ocupaban asientos a su paso en portales y aceras.

Tampoco tiene nada que ver con la explosión de protesta ciudadana de los años noventa, conocida como “el maleconazo”. Hoy, de día, es transitado mayoritariamente por vehículos y turistas en busca de la brisa marina y del sol tropical que les tueste la piel, del cual se protegen los cubanos, más dados a “cazar olas” cuando rompen contra el muro en temporada de huracanes o en nuestro corto invierno.

En las noches se puebla de jóvenes y adultos en busca de aire fresco y del olor a salitre y, principalmente en el tramo comprendido entre la Calle 23 y el monumento a las víctimas del Maine, cobra vida con la presencia bulliciosa de gays, lesbianas, trasvestis y otros ciudadanos hasta hace poco considerados oficialmente antisociales, objetos de represión y persecución, ahora tolerados por las autoridades, bajo el influjo del respeto a la diversidad sexual tan de moda, algo muy justo, pero que debiera extenderse también a otras diversidades.

Pero sea cual sea su destino actual, el Malecón continúa siendo la gran avenida de los habaneros, que bordea la ciudad en sus límites con el mar y contribuye a darle a esta su carácter marinero.

DDC/Fernando Damaso, La Habana/InternetPhotos/www.thecubanhistory.com

The Cuban History, Hollywood.

Arnoldo Varona, Editor.

Cuba en Fotos.

HAVANA’S “EL MALECON”, PLACE OF MONUMENTS.

The very well known El Malecón Habanero was built during the years of American intervention, with the goal of eliminating unsafe and improve public adornment in the section between Castle Point and Causeway Belascoaín. At first, it was officially named Avenue of the Gulf, but people just started calling Malecón.

In 1921 it was extended to the entrance of El Vedado, where the monument stood up for the victims of Maine in 1925 and in 1930 was extended to the Avenue of the Presidents. In 1950 came to its natural end near the Castillo de la Chorrera and then was connected to the tunnel was built under the Almendares River.

As moved westward, so did eastwards from 1927 with the name of Avenida del Puerto, including the park and monument to Jose de la Luz Caballero, erected in 1913 with trees and statues, and the Municipal Amphitheatre air free Greek style, reaching the top of the springs.

Later it was decided to give new names: thus, from the old Port Authority to the Castillo de la Punta was called Avenida Carlos Manuel de Céspedes; from there to the walkway Belascoaín, Avenue Maceo, Maceo that ended at the park, where the monument to the hero of the independence struggle opened in 1916; the next section, to the monument to the victims of Maine, Washington Avenue; thence to the Avenue of the Presidents Avenue Pi and the final installment, which ended at the River Avenue Aguilera.

However, none of these names prevailed, and now called Malecón from the Castillo de la Punta to the tunnel, and Avenida del Puerto from the Castillo de la Punta to the docks and beyond to Atarés Cove, after its further expansion in the late 40s and early 50s.

The Avenida del Puerto, much more linked to La Habana Vieja, has been given special attention with a view to tourism. Because of this, it has restored the Castle of La Punta, standing on its esplanade a statue of Venezuelan hero Francisco Miranda facing the sea, perhaps by someone eager to congratulate the “new brothers”, forgetting that this was betrayed, arrested and delivered to the Spaniards by Simon Bolivar.

He also restored the monument to Generalissimo Máximo Gómez, built in 1925, the students of Medicine, opened in 1921, the Castillo de la Real Fuerza, the mall and Paula church, parks and other landmarks such as the statue of Neptune , finally relocated to its original site, and dedicated to Antonio Pepe, who symbolizes the Cuban resistance when the capture of Havana by the English.

Part of the quays were restored, they dedicating to other purposes-sale of handicrafts and beer-, and opened outdoor cafes, bars and restaurants such as The Temple, one of the most expensive in the city, as well as a Greek church terraced cemetery behind the Convent of San Francisco, and even a Russian cathedral opposite the old Dock Light, crackling to sun its golden onion-shaped domes, near the historic bar Dos Hermanos. Both considered by most anachronistic environment habaneros buildings are part of the “excesses of socialist scenery.”

The Malecón of La Havana.

The Malecón, as such, has been less benefited, although sections of the wall have been repaired and has been equipped with new streetlights imitating the old. However, the state of deterioration of many of its buildings, mainly those found between the Paseo del Prado and Belascoaín Causeway, converted into real towns, leaves much to be desired.

Those who survive them in overcrowded, dilapidated basements and upper floors are forced to seek fresh air on warm nights, occupying the wall that separates the avenue from the sea, and abandon them during flooding.

The land where the boardwalk begins, remains underutilized, become a precarious temporary park. The triangle of land valuable in the early twentieth century occupied the Hotel Miramar, Rubén Darío visited in 1910, is waiting for some brave foreign investor to assume the execution of an interesting project existing hotel.

Ahead lies the famous House of the Caryatids, it was Spanish Cultural Center with free access to books, movies, documentaries, network connections, exhibitions and not controlled by the government, closed and intervened in a time of political tension with concerts Spanish Government, when it was ordered to erect a monument-rather late, by the way, victims of reconcentration dictated by Valeriano Weyler-luckily never executed, assuming the PSOE government.

Today the House of Caryatids languishes, now a state institution called Spanish American Cultural Center. It comes after the Castropol restaurant, located in the Asturian Federation of Societies; a strange building, which is notable for its balconies shaped sarcophagi; Great Park Maceo, now with perimeter fence; the tower of St. Lazarus; waterfall, almost always dry, the National Hotel; the monument to the victims of Maine, stripped of the imperial eagle waiting Picasso dove that never came, now being restored, and beyond, the masterpiece of “socialist monumental kitsch” José Martí Anti-Imperialist Tribune, architectural eyesore of concrete and steel arches, popularly known as “the Tontódromo” where political events and concerts are offered cut with a ridiculous statue of Martí carrying a child in her arms and pointing toward the building of the Embassy of the United States of America, known Interests Section.

Some say disrespectful Martí is telling the child, “That’s where they give visas”. Then part of the arid environment, it appears the so-called Monte de las Banderas rarely Cuban and almost always black, resembling a strange convention Pirates of the Caribbean, trying to hide unsuccessfully building crystals diplomatic facility, surrounded by agents security and its always busy street entrance walkway, hundreds of Cuban immigration procedures.

Further, marble and black granite, the monument to the Liberator Army Lieutenant General Calixto García; what remains of the once beautiful José Martí sports park; not check the water source; Hotel Habana Riviera impaired; Castle Chorrera, become Spanish inn; and the restaurant 1830, installed in the house away from Carlos Miguel de Céspedes. Here ends the Malecon and after the tunnel, starts 5th Avenue of Miramar.

The current Malecón has nothing to do with the decade of the fifties and nights lit by colored lights of the big neon signs, and in time of carnival, the rides and parades, starting from El Vedado, came along the Paseo del Prado to the Capitol, turning in the Fountain of India, returning along the same route to its starting point, delivering music, dance, streamers and confetti to the thousands of spectators who occupied their seats step in doorways and sidewalks.

It has nothing to do with the explosion of citizen protest nineties, known as “the maleconazo”. Today, the day is mainly used by vehicles and tourists in search of the sea breeze and the tropical sun toasting their skin, which Cubans, more likely to “catch waves” are protected when they break against the wall season hurricanes or our short winter.

At night is populated by young people and adults in search of fresh air and the smell of salt and mainly in the stretch between 23rd Street and the monument to the victims of Maine, comes to life with a heavy presence of gays, lesbians, transvestites and other citizens until recently officially considered antisocial, objects of repression and persecution, now tolerated by the authorities, under the influence of respect for sexual diversity as fashionable, very fair, but it should also cover other diversities.

But whatever may be your current destination, the Malecon is still the great avenue of Havana, which borders the city limits with the sea and this helps give your sailor character.

DDC / Fernando Damaso, Havana / InternetPhotos / www.thecubanhistory.com

The Cuban History, Hollywood.

Arnoldo Varona, Editor.

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