Índice Político
*Francisco Rodríguez
Se requiere tener un profundo desdén por la Patria y muy enredado el cerebro para haber nombrado al cantamañanas Emilio Lozoyita Austin, como director general de Petróleos Mexicanos, la empresa que hasta hace tres años subsidiaba a casi toda la planta industrial de este país.
Un muchachito, júnior, sin oficio ni beneficio –del que todos los compañeros de generación saben que jamás pisó una aula universitaria, que consiguió el título de Licenciado en Derecho, gracias a oportunos boletazos en todas las materias, que le propinaron sus profesores, a petición expresa del padre– acabó definitivamente con todas las esperanzas de millones de mexicanos.
El padre, descendiente directo de Melitón Lozoya, el sicario del Grupo Sonora que asesinó cobardemente, en Parral, al visionario Francisco Villa. El nieto, Lozoya Thalmann, a alguien tenía que asesinar y optó por tener un hijo que cometió uno de los peores crímenes contra el pueblo mexicano: matar a Pemex.
Debe andar prófugo ¡en Disneylandia!
El padre, Lozoya Thalmann, júnior de Jesús, ex gobernador de Chihuahua, y apasionado salinista, miembro de número del “club de los Toficos“, fue defenestrado por Carlos Salinas de Gortari con una vergüenza a cuestas que le impide salir de su mansión en el Camino a Santa Teresa, de Jardines del Pedregal, desde hace lustros.
Estudiante de economía de medio cachete, Lozoya Thalmann tuvo la suerte –de alguna manera se tiene que llamar– de conocer desde la infancia a Carlos Salinas de Gortari . Éste, cuando se cruzó la banda presidencial, lo quitó de lamebotas del impostor Arsenio Farell Cubillas y lo hizo director del sufrido ISSSTE, primero, y luego secretario de la extinta SEMIP. Nunca sacó la gata al baño.
Pero su hijo, que en este momento debe andar ¡prófugo en Disneylandia!, tiene un lugar bien merecido entre los traidores a la patria, igual que su bisabuelo, el sicario Melitón, de tristes recuerdos para la Revolución Mexicana. ¡Qué bonita familia!, dijera el inolvidable Pompín Iglesias.
El padre quería ser el director de Pemex
Y para muestra, diez mil botones. Lozoyita, en su ambición desatada e incontrolable, acabó con la empresa estatal más importante del país, en dos o tres tarascadas de codicia y sevicia infinita. Igual que su padre destruyó los laboratorios legados por Jesús, Labfarmex, mientras su medio hermano Javier, desplazado de la fortuna familiar, comanda una farmacéutica tradicional y alternativa, de enormes beneficios populares para la cura de males crónicos.
Cuentan sus más cercanos que Lozoya Thalmann hizo el berrinche de su vida la noche del 30 de noviembre del 2012. Esperaba ansiosamente un telefonema de Peña Nieto, para invitarlo a dirigir, precisamente Pemex, el sueño de todo truchimán.
Cuando se enteró que la llamada de Peña era para y su júnior, montó en santa cólera, acusó a su vástago de traición y hasta de parricidio político. Se dice en los comederos que hasta la fecha no se dirigen la palabra, todo a raíz de esa siniestra confusión. Se necesita hígado hasta para relatarlo.
El junior despachaba ¡desde el helicóptero!
Pero de nada sirve el dato, excepto como anécdota que pinta de cuerpo entero la peor de las infamias: desear la mala suerte del hijo. En fin, el daño a la Nación está hecho y nada iba a cambiar si el padre hubiera entrado a dirigir Pemex, en lugar del hijo. Es el mismo barro. Son de la misma estofa. Fueron creados con la misma visión de los protervos.
Y es que lo primero que hizo Lozoyita, al llegar a Pemex, fue no entrar a su oficina. Despachaba desde el helicóptero oficial, estacionado en la azotea del “perro verde”. Nunca pidió la asesoría de algún técnico, menos de un trabajador de campo, de los que conocen palmo a palmo la industria petrolera.
A ellos, los corrió, previas ridículas indemnizaciones. Jamás se enteró del funcionamiento de una planta de bombeo, una turbina, un ducto o un tornillo. Él iba a robar, sin miramientos. Para ello ubicó a todos sus cuates que, igual que él, no tenían una puñetera idea de lo que significaba y cómo trabajaba Pemex.
Cuando algún proveedor, asociado, o ingeniero de las compañías subcontratadas –ésas que le hacen el favor a Pemex desde tiempos inmemoriales de explorar y producir los barriles de crudo– actuaba calculadamente: el costo de su audiencia estaba valuado en miles y millones de dólares. Se hiciera o no cualquier proyecto, idea o consejo.
Nieto de Henríquez Guzmán, cobraba los agravios
Pemex se manejaba a distancia para los asuntos vitales de la industria. Pero para los negocios personales, se le ocurrió concentrar todas las compras y transacciones de Pemex en una Unidad de Procura, que no era más que la caja registradora de su abarrote, por donde tenían que pasar y “mocharse” todos los paganos.
Se consiguió a un gandayita internacional, con fama de defraudador y boletinado entre los tiburones texanos, nieto del General Miguel Henríquez Guzmán que, según se deduce, venía a cobrarse todas las facturas del ruizcortinismo en contra de su familia.
El nombre del depredador, Arturo Henríquez Autrey, miembro, como Lozoyita y su ex padrino Vi(rey)garay, del equipo de lamesuelas de Pedro Aspe, y altos funcionarios de la corrupta OHL, bajo el mando de José Andrés de Oteyza, aquél que regaña públicamente a Peña Nieto, cuando éste no sabe cubrirlo las espaldas. Es muy seguido.
Pues bien, dedicados en cuerpo y alma a la procura de los “moches”, nunca mejor empleada la palabreja, Lozoyita y Henríquez Autrey se hicieron inmensamente ricos, hasta que este último cayó en desgracia por estar hasta el cuello en las transas de Oceanografía, la empresa de facturaje más productiva, redituable e impune de este y del anterior sexenio.
El pleito con Luis Vi(rey)garay
Vi(rey)garay continuó encubriendo los trastupijes de Lozoyita, hasta que sucedió algo que no pudo superar: el momento en el que su creatura, presa de la desbocada codicia familiar, se le trepó al Niño Nuño y empezó a tripular en Los Pinos la necesidad de ser ¡Presidente! con el sólo apoyo de un dedo sin metatarsos.
A partir de entonces, Vi(rey)garay le declaró la guerra, no por la quiebra y la caída en picada de Pemex, sino por rebasarlo en ambiciones. Le cortó el presupuesto y el pago a poderosos proveedores, provocando que éstos se quejaran de su incapacidad y de su facilidad para derrumbar emporios y tan tán, ¡a otra cosa, mariposa!
Quedan pendientes ante la justicia mexicana
Sin embargo, quedan pendientes de Lozoyita ante la justicia mexicana: la rapiña, cuyos dineros quedaron resguardados en paraísos fiscales de Gran Caimán, Suiza, Irlanda y Delaware, de la que da cuenta en un extenso reportaje una acuciosa investigación de la revista Proceso.
El hecho de hacerse de la vista gorda, en abierta complicidad, con más de la mitad de las empresas del holding petrolero mexicano que, ubicadas en el exterior, triangulan las operaciones, asignaciones de contratos, compras, ventas y contrataciones de servicios, queriendo huir de la ley mexicana.
Amparándose en las leyes del país donde residen, acudir a sus leyes en caos de conflictos y solucionar éstos por la vía del derecho mercantil internacional privado.
Quedan también pendientes de aclarar todos los actos de simulación y prevaricación, mediante los cuales voltearon al revés los bolsillos de los mexicanos, la soberanía nacional y sus enormes recursos petroleros.
¡Todo por no estudiar!
Todo por investir a cualquier mentecato ambicioso e incapaz como gran conocedor en cualquier tema. No cabe duda: en tierra de ciegos, cualquier tuerto es rey.
Y a nosotros, con la tolucopachucracia en el poder, nos cayó la maldición. ¡Parece que nos miró un tuerto!
Índice Flamígero: Este día, El Poeta del Nopal plantea la pregunta que todos nos hacemos: “¿Y si gana Donald Trump?: Al inmigrante desprecia, / con obvia dedicatoria, / y olvida su propia historia / en un ataque de amnesia; / sigue vendiendo su necia / e irrealizable quimera, / pero mi Dios no lo quiera / si gana este hombre feroz / ya puede Vicente Fox / ¡pintar su gris calavera!”.
*Periodista
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