2014-03-29

La banda oriunda de Los Angeles no deja indiferente a nadie. Para algunos son una deidad imposible de ser criticada, para otros son unos vendidos al maldito mainstream después de que se enriquecieron con el rock. Metallica engendra pasiones dentro y fuera del ámbito musical. Pero hay una cosa que me parece esencial al momento de hablar de ellos, y que me parece que no admite discusión: y es que son una banda extraordinariamente fundacional y emblemática. Si hiciéramos un censo –bien hecho por cierto– a la población metalera chilena, uno se jugaría sus fichas a que por lo menos la mitad de ellos tuvieron su iniciación en el mundo de las guitarras afiladas y riffs descorchacabezas, precisamente con los californianos. Y ello, me parece, pone la vara de medición en un lugar distinto al de la enorme mayoría de las otras bandas. En suma, creo que Metallica, con toda su relevancia y peso específico trascendental en la historia del Metal, se ha ganado el derecho a que no se circunscriba su análisis sólo a su presente. Y claro, Lars Ulrich no es el de los ’80, Kirk Hammett es un guitarrista correcto pero sin muchas luces, pero es Metallica, la banda que a muchos de nosotros nos mostró el camino del Metal que posteriormente profundizamos con otras bandas. Por ende el anuncio de su cuarta visita a Chile nos llenó de alegría.

Y esta visita se haría realidad de una forma muy especial: junto con anunciarse que el recinto que los acogería sería el Estadio Monumental David Arellano –su cuarto venue distinto, tras el Velódromo ’93, Pista Atlética ’99 y Club Hípico 2010–, se confirmó que el concepto del tour sería el “by request”, es decir, que se proporcionaría a los fans que compraran sus entradas, la posibilidad de votar por las canciones que la banda ejecutaría en vivo. Ello por cierto generó la ilusión de montones de fans de la vieja escuela –me incluyo–, que pensaron “hay que aprovechar la oportunidad de destruirle las articulaciones al chico Lars y elegir puras del Kill’Em All”, expectativas que rápidamente se vieron aterrizadas al comprobar que la mayoría de los votantes sufragaría, en términos generales, por temas más conocidos, con lo que pudimos observar verdaderos sacrilegios sancionables con la pena capital como dejar fuera a Fight Fire With Fire, o ver que Hero Of The Day tenía más votos que Motorbreath, por sólo nombrar algunos. Pero, y aunque quién sabe si haya estado algo arreglada, la idea es buena. Y con esa expectativa, llegamos al recinto de Macul con las ganas de reencontrarnos con parte de nuestra infancia y adolescencia, y si bien la jornada no tendría demasiadas sorpresas –al saber qué temas tocarían–, sí iríamos al encuentro de diversas emociones.

Ya al llegar al Estadio, en medio de un océano de poleras negras y con un público que ya ascendía a unas 35.000 personas, vimos otra cosa llamativa: había la posibilidad de tener una última interacción, al poder votar por mensaje de texto por el último de los temas elegidos en la votación (Fuel) con los dos primeros de la “lista de espera” (Whiplash y Whiskey In The Jar, el cover de Thin Lizzy que en realidad a su vez es un cover de una canción tradicional irlandesa). Varios nos apuramos en votar por Whiplash antes que se nos acabara la señal en nuestros teléfonos, y los resultados parciales –que se iban mostrando en las pantallas gigantes de los dos costados de los escenarios- auguraban una tendencia irremontable a favor del rapidísimo e intenso corte que cierra el lado A del cassette del Kill’Em All, aunque mostraban también una alta votación para el tema irlandés.



Así, y con un público que seguía llegando al reducto de Macul –recordemos que era un día plenamente laboral–, a eso de las 19.55 horas saldría a escena la sorpresa de la velada, la Orquesta de Reciclados de Cateura, conjunto de muchachos oriundos del hermano país de Paraguay y cuyo principal “brillo” es el ejecutar sinfonías y música con elementos reciclados de la basura. Es cierto, no suenan como una sinfónica típica y su presencia en un show de Heavy Metal es teóricamente, cuando menos, discutible, pero el asunto concuerda con esa posición neo-sustentable-antártica-adopto-niños-de-Malawi de la banda de Ulrich y Hetfield, y fueron recibidos de buena gana por el público, que respondió de manera empática al esfuerzo de los guaraníes, que entre Carmina Burana y otro par de clásicos hicieron algo más llevadera la espera del show al cual todos fuimos a ver independiente del acto de inicio. Palabras aparte para su líder, que se ganó aplausos y risas sinceras al decir que nos presentarían “el verdadero trash” (con el obvio juego de palabras entre el thrash y la basura “trash”), y luego de entregarnos “música apocalíptica”, presentó por su nombre a todos los integrantes de la banda y finalmente ejecutaron una versión de Nothing Else Matters. Así, sueño cumplido en media hora para los jóvenes del Chaco, en una bella postal chic de un tercer mundo idealizado, ante un marco de público que ya bordaba los 50.000 espectadores apostados en las distintas ubicaciones del Monumental.

El inicio del show estaba agendado para las 21.00 horas pero todo se retrasaría algunos minutos, debido a que mucha gente se pasó desde la cancha estándar a la cancha VIP. Y ante esto, sabrán perdonarme el incluir una pequeña reflexión muy personal: basta, BASTA de canchas VIP en los conciertos de rock. Y no lo digo únicamente porque creo que sea atentatorio contra el espíritu igualitario del rock el segregar la cancha, sino porque derechamente es peligroso, ya hubo problemas al respecto con Rage Against The Machine y ahora la situación pudo haber sido muchísimo peor, todo lo cual se habría evitado si no se hubiese sectorizado la cancha.

Y así, tras una espera más larga que un día sin pan, finalmente a las 21.20 horas comienzan a escucharse los sones de It’s A Long Way To The Top (If You Wanna Rock’N’Roll), uno de los himnos de AC/DC (y de “Escuela del Rock” por supuesto), se apagarían las luces y se encendería la gigantesca e increíble pantalla que haría las veces de telón, y que conjuntamente con las dos pantallas laterales ayudarían a ver un poco mejor a los californianos a quienes estaban algo más lejos o son de estatura más pequeña. Comenzó a proyectarse un simpático video introductorio, donde vimos a la banda googleando en computadores y enganchando con la idea-fuerza del “by request”, donde los músicos opinaban respecto a peticiones de los fans, tan variopintas como tocar el infumable Lulu en un interludio o con Hetfield respondiendo a la idea de encender más fuego (recordemos el ígneo accidente que padeció hace algunos años). Termina el video y se proyecta un fragmento de El Bueno, El Malo y El Feo, mítico western de Clint Eastwood donde, por cierto, estalló la intro Ecstasy Of Gold del gran Ennio Morricone. Y como veremos, la escena, situada en un cementerio, a muchos nos recordó la imaginería del Master Of Puppets, claramente no fue elegida al azar.



Culmina la intro y salen la escena Trujillo, Hammett, Ulrich y el gran James Alan Hetfield, y sin concesión alguna, los sones de Battery retumbaron en todo el estadio, provocando el delirio de todos los asistentes. En medio del tema, James nos hace su típica pregunta “are you alive? How does it feel to be alive?”, una pregunta que puedes contestar con un monosílabo o haciendo una deconstrucción de tu estado mental, pero que es preferible responderla con alguna onomatopeya. Pese a que la guitarra de Kirk Hammett no sonó potente ni muy definida, algo que se repetiría en varias ocasiones durante la velada, fue un alto y veloz inicio.

¡CHAN! ¡CHAN CHAN CHAAAN! La aplanadora –o retroexcavadora– de Metallica continuaría con el que probablemente sea uno de sus más imperecederos clásicos, la Monumental –nunca mejor dicho– Master Of Puppets, tema que probablemente esté “muy escuchado” pero que tampoco hay que olvidar que, como lo hemos dicho respecto a otros shows, para mucha gente este es su primer concierto de la vida y tienen el derecho a escuchar los más grandes clásicos. Así, con una pantalla gigante realmente imponente, vibramos con este notable corte del disco homónimo, con un James que nos hizo cantar (“you sing it Santiagooo”).

El sonido de la banda sería algo mejor en los temas más reposados –al menos por el inicio– y ello se vería fundamentalmente en lo siguiente, Welcome Home (Sanitarium), el tercer clásico consecutivo del gran Master Of Puppets. La guitarra de Hammett sonó algo mejor –aunque nunca terminó de cuajar–, y pudimos vibrar con un tema fantástico, que a juicio personal tiene una de las mejores progresiones rítmicas de la historia del Heavy Metal, con esa velocidad aumentada y guitarras armónicas alucinantes. Excelente momento, a gran altura.

Vendría la presentación de rigor, donde James nos pregunta “are you with us?”, nos narra que Metallica finalmente está nuevamente con nosotros, nos da la bienvenida a “Metallica By Request”, nos dice que todo esto lo elegimos nosotros y sin mayores aspavientos ni ceremonias nos anuncia que lo siguiente es el title track de su segundo disco. Nada más. Y la verdad que escuchar esa bestialidad esencial que es Ride The Lightning fue un verdadero placer, para muchos de nosotros el RTL es nuestro disco favorito de los sanfranciscanos y tener la chance de vivirlo por primera vez en Chile seguramente fue uno de los más altos momentos de la jornada para quienes somos más de la corriente “antigua” y no radial.

Y a propósito de radial, tras un pequeño –y discreto, seamos buenos– jam de Kirk Hammett, comienzan los sones de la guitarra acústica de uno de los clásicos radiales de la banda, The Unforgiven, uno de los cortes del Metallica-Metallica o Black Album como también es llamado, muy coreado por buena parte de los asistentes, tras lo cual Hetfield nos pregunta “are you singing loud tonight?”, nos dice que si él no puede cantar vamos a tener que cubrirlo, y en medio de toda esta cosa innovadora-interactiva nos pregunta si votamos por mensaje de texto, exhibiendo en las pantallas los resultados parciales. ¡Iba ganando Whiplash, vamos todavía! James –en broma y quizás un poco en serio– nos dijo “poor Fuel” (que iba última y muy lejos de las otras dos) y que querían tocar Whiskey, que era muy heavy, pero que al final tocarían la canción que nosotros eligiéramos.

Luego de este momento interactivo James nos recuerda que en esta ocasión nos van a presentar un tema nuevo, que habíamos podido escuchar vía YouTube por los conciertos anteriores de la banda. Así, nos entregaron esto que se llama The Lords Of Summer. Si tuviese que elegir una de las varias contribuciones importantes que ha hecho Metallica al Metal a lo largo de su carrera, elegiría sus riffs, y los de este tema nuevo están a la altura de sus buenos momentos. Es un corte bastante interesante, con muchos cambios de ritmo y donde vimos probablemente al mejor Lars de toda la jornada, con un más que destacable y sorpresivo trabajo con los bombos –a tal punto que tenía puesta una cámara ahí para que se notara–, de hecho no sé si es porque la han tocado y ensayado mucho en el último tiempo, o porque no tenemos cómo compararla con una versión en estudio, pero creo que fue una de las mejores performances de la noche en cuanto a ejecución de los instrumentos. Buen tema –un poco largo sí–, que nos hace pensar optimistamente respecto al futuro compositivo de los californianos, siempre tan “imprevisible” por decirlo en términos buena ondi.

Otro clásico de la vieja escuela vendría con la fabulosa … And Justice For All del disco homónimo, que brilló con luces propias por su buena y pulcra ejecución, es un tema con muchos matices y que no aguanta baches, pasando la prueba de la blancura. Y tras éste, Metallica haría algo que repetiría en dos ocasiones más: hizo subir al escenario a un fan, en este caso a una joven de nombre Viviana, de Santiago, y a quien Hetfield, en una de esas dinámicas ensayadas como las de Sergio Lagos con el Ruperto o Don Francisco con Mandolino, le preguntó porqué tema había votado, y la muchacha, con toda su emoción de estar en escena junto a una de las más importantes bandas de rock de todos los tiempos, nos anuncia Sad But True, otro de los cortes radiales más votados, y con razón, porque causó una enorme ebullición del público, que saltó y coreó cada una de sus partes, siendo uno de los pasajes más participativos de la noche.

Trujillo comenzó a machacar su bajo con esa presencia escénica dominante tan característica suya, mientras se hacían los ajustes para ejecutar otro clásico, la gran Fade To Black, otro corte tremendamente influyente y que en aquellos tiempos, ya hace treinta años, mostraba a un Metallica capaz de engendrar melodías distintas a la velocidad y los riffs endemoniados. La vigencia de Fade To Black es indiscutible y aprobó una prueba de fuego en la noche otoñal del Monumental. Palabras apartes sí para Lars que se emocionó con su redescubrimiento del doble bombo y metió un par de intervenciones doblebombísticas algo fuera del tiesto, pero se agradece el esfuerzo del danés.

Tras unos momentos introductorios con la batería de Ulrich, a cuyo término Hetfield nos señaló “that’s my friend Lars”, vendría el momento instrumental de la jornada y que serviría además para que James descansara un poco su voz. Y no sería cualquier momento instrumental, sino que nada menos que la extraordinaria e hímnica Orion, una de las más magistrales instrumentales de todos los tiempos, que no sólo logró uno de los mejores sonidos de la noche, sino que derechamente fue emocionante escuchar un corte donde casi hasta que uno siente respirar al malogrado Clifford Lee “Cliff” Burton, a quien con justicia James le dedicaría el tema (“this is to our brother, Clifford Lee Burton, rest in peace”). Bien Roberto Agustín Miguel Santiago Samuel Trujillo Veracruz, no es fácil ponerse estos zapatos y zafó bien.

Tras el emocionante recuerdo a Cliff’Em All, se apagarían las luces y comenzaría el estruendo de las bombas y aviones, síntoma inequívoco de que lo que se vendría es One, una de las más grandes canciones de guerra con su historia del tipo que tiene la mala suerte de encontrarse con una mina antipersonal, perder su vista, voz, extremidades y hasta su alma, y que lo único que quiere es morir. Inteligente detalle el de dejar en blanco y negro las imágenes de las pantallas gigantes, igual que en el videoclip. No vamos a descubrir ahora la relevancia de One en la discografía de Metallica y prueba de ello fue la reacción de la gente, que la coreó e improvisó incluso algunos mosh. La expectativa también era ver cómo lo haría Lars con el clásico doble bombo (“taca-taca-tacatá”) hacia la mitad del tema, y lo zafó sólo con un “tucun-tá”, pero bueno, igual lo disfrutamos.

Hetfield nos pide que cantemos un poco más fuerte y nos anuncia otro clásico, la gran For Whom The Bell Tolls y sus históricos campanazos y su intro a bajo distorsionadísimo, con un público que la recibió de manera extraordinariamente prendida, tan prendida que pudimos ver incluso un par de bengalas rojas en plena cancha. Y luego James nos anuncia que vendría la intervención de otro afortunado asistente, en este caso Claudio de Santiago, a quien le preguntan qué canción eligió, y con tono tan poco ceremonioso como salido del alma, en chileno chilenísimo nos dice “¡¡con esta hueá va a quedar la cagá!!”, anunciando la excelsa Blackened, soberbio corte de apertura del …And Justice For All y que, cumpliendo con los presagios clarividentes del amigo anunciante, con su velocidad e intensidad, y parafraseando el léxico del joven, realmente dejó la cagá. 

Se queda Kirk Hammett en escena y luego James Alan, aquietando las aguas para ejecutar otro de los temas más famosos de Metallica fuera del Metal como Nothing Else Matters, muy aclamada por gran parte del público, y aprovechando la extraordinaria pantalla gigante, todos pudimos observar que Hetfield tocaba con una uñeta alba que por un lado decía “Metallica By Request” y por el otro tenía un dibujo bastante sui generis de Sudamérica. Sin corte alguno, la empalmaron con el más grande clásico radial de la banda, Enter Sandman, tema que adquiere una vibra y potencia en vivo que a mi juicio la hace superar a su versión en estudio, con un público muy participativo y extraordinariamente ensordecedor. Sí eché de menos algo más de puesta en escena y pirotecnia, pero estuvo bastante bien para culminar la primera parte del show, tras aproximadamente una hora y cincuenta minutos.

Tras un pequeño encore en que cantamos “Olé, olé olé olé… Metaaaaa… Llicaaa”, vuelve a escena la banda, y nos actualizaron la votación del último tema elegido por el público, que lideraba la opción B de Whiplash con 4689 votos, seguido de cerca por la C de Whiskey In The Jar con 4921 y muy lejos la A de Fuel con 804. La banda invitó al escenario a Mario de Quinta Normal, específicamente de Lo Franco, quien le regaló una muy bonita bandera customizada a Hetfield, quien la puso en su espalda y le dijo “muchas gracias”, generando un gran aplauso en uno de los instantes más emotivos de la velada. El muchacho anunció la gran Creeping Death, otro himno de la vieja escuela, que por supuesto nos tuvo cantando y empuñando las manos mientras gritábamos los “Die! Die!”, y que por suerte sonó mucho mejor que el 2010 cuando abrió el show en medio de un sonido nivel mamarracho.

Y llegaría el momento de la verdad, en que se anunciaría el tema ganador de las tres opciones posibles. Hetfield aprovechó que tenía a un baterista en escena, así que le pidió a Ulrich hacer un redoble de tambores, para anunciar que el tema ganador finalmente sería… Whiplash!! Para los que votamos por este tema, seguramente fue de los momentos más disfrutados de la jornada, precisamente porque realmente nos sentimos partícipes del setlist, logrando que tocaran ese enorme desparramo de velocidad a la antigua, de un tema que tiene más de treinta años y sigue encantando, especialmente a sus fans más añejos. Porque también hubo muchos que pedían “Whiskey, Whiskey”.

James nos pregunta si está bien si tocan una más, y ante la obvia respuesta afirmativa nos pidió que prometiéramos que íbamos a ser el público más ruidoso de Latinoamérica. Una vez hecha esta promesa, nos regalaron el último tema del show, otro clásico del Kill’Em All como Seek & Destroy, y se lanzaron pelotas negras que parecían “saltarinas” con el logo de Metallica a la cancha VIP. Un tono más abajo y adaptando la letra a “we’re scanning the scene in Santiago tonight”, todos coreamos el “chicken destroy” con que se fue acabando la jornada. Con Trujillo dando vueltas con su bajo, y tras dos y horas y veinte minutos, se puso término al show, con los cuatro músicos despidiéndose personalizadamente ante el micrófono, pasando desde los “Metallica loves Santiago Chile” al “concha tu madre” del mexican-american Trujillo. 

En suma, más allá de que el sonido de la guitarra de Hammett nunca logró ser totalmente convincente, y más allá de ciertas desprolijidades en las ejecuciones en algunos pasajes, fue un show contundente, variado, entretenido, dinámico y por momentos emocionante. ¿Faltaron temas? Obvio pues, si es Metallica, uno podría armar otro setlist completo con los temas que no tocaron. ¿Es un factor para salir disconforme? Creo que no, pues si bien tocaron sus clásicos de siempre, incluyeron un tema nuevo y de calidad, y le sacaron lustre a su pasado menos radial con cortes tan gloriosos como formativos. Y a la larga, siempre será grato y necesario ir a rendirle tributo a los tipos que, sin saberlo, de alguna forma contribuyeron a que hoy uno sea la persona que es.

Setlist de Metallica:

1. Intro / Ecstasy Of Gold
2. Battery
3. Master Of Puppets
4. Welcome Home (Sanitarium)
5. Ride The Lightning
6. The Unforgiven
7. The Lords Of Summer
8. …And Justice For All
9. Sad But True
10. Fade To Black
11. Orion
12. One
13. For Whom The Bell Tolls
14. Blackened
15. Nothing Else Matters
16. Enter Sandman
Encore:
17. Creeping Death
18. Whiplash
19. Seek & Destroy

 

 

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