2012-07-30

Históricamente siempre se ha escrito mucho sobre los 7 pecados capitales en la gestión de nuestros directivos cuando se ponen al frente de las empresas. Sin embargo, la gran cuestión en estos tiempos de incertidumbre y contexto complejo, radica en nuestra capacidad para eliminar estas debilidades o al menos en nuestra capacidad para mejorarlas. No importa el punto donde nos encontramos sino que lo importante es la mejora relativa que hemos tenido en un periodo de tiempo concreto.

Últimamente la palabra “crisis” se ha incorporado a nuestro vocabulario más cotidiano. Nos aferramos a la idea de que en un plazo de tiempo más o menos breve, la “dichosa crisis” nos dejará paso a tiempos mejores. Sin embargo no queremos aceptar el hecho de que las épocas de “vacas gordas” casi con toda seguridad no volverán y por tanto tenemos que compensarlo con una gestión mucho más eficiente, solvente y rigurosa de nuestras empresas para que volvamos a caminar de nuevo por la senda del crecimiento y del desarrollo empresarial. Para conseguir este objetivo hay 7 grandes pecados que tenemos que erradicar en los profesionales que están al cargo de nuestras empresas:

1)Falta de liderazgo: muchos directivos son buenos gestores, técnicamente están muy bien preparados, han tenido la formación adecuada, han pasado por diferentes áreas funcionales y de negocio para adquirir la experiencia correcta, … Sin embargo no son líderes para sus equipos. Sin un buen líder, los proyectos empresariales tienen altas probabilidades de fracasar. El liderazgo no es algo innato, sino que debemos cultivarlo. Tenemos la obligación de generar y fomentar el “ascendente” suficiente en nuestro equipo para poder influir en su motivación, en su actitud y en su ilusión a la hora de afrontar las dificultades. Ante la pregunta de “si quieren trabajar con nosotros”, si somos un líder fuerte, la respuesta afirmativa es incuestionable. Nuestro equipo no lo dudará, nos seguirán allá donde vayamos, bien porque confían en nosotros, bien porque aprenden, bien porque les empujamos a esforzarse hasta el límite, o bien porque velamos por su desarrollo, pero siempre seremos su referente.

2)Déficit de planificación: un buen gestor empresarial no es el que adivina el futuro. No somos videntes, no se trata de eso. Sin embargo, no hay nada peor que navegar sin rumbo, sin una hoja de ruta o totalmente expuesto a las inclemencias meteorológicas. Debemos esforzarnos por prever y anticipar el futuro. Debemos identificar potenciales escenarios que puedan ocurrir, bien a nivel del contexto económico, del mercado, de nuestro equipo, de potenciales movimientos de la competencia o ajustes de nuestro nivel de actividad, entre otros, y en base a esos cambios potenciales debemos tener preparado nuestro plan de acción. Pero ojo, fomentar la planificación no quiere decir perder flexibilidad y encorsetarnos a un presupuesto o una hoja de ruta rígida. Tenemos que planificar con agilidad, con visión “retrofit” para actualizar los planes en base a los inputs que vamos recibiendo, y sobre todo siendo plenamente conscientes de cuáles son las bases del plan cuáles son los detalles. En tiempos de marejada, no podemos cuestionarnos el rumbo (“las bases” del plan), pero sí tener flexibilidad para ajustar las condiciones de la nave según soplen los vientos (“los detalles de la hoja de ruta”).

3)Falta de alineamiento con la dirección: a menudo, la envidia, la ira hacia otros directivos, las peleas internas, las luchas de poder, etc. provocan enormes inestabilidades en el equipo directivo y reducen la cohesión interna del equipo. A veces no nos damos cuenta, pero el equipo directivo es el espejo donde se mira toda la organización. Cuando miran, esperan encontrar cohesión, esperan visualizar un rumbo claro y sobre todo identificar líneas y objetivos comunes y compartidos. Es bueno tener diferencias y discrepancias de opinión, eso genera debate y los debates enriquecen a la organización, pero de ahí a cruzar el límite de hacer visible un desalineamiento con la dirección o con el equipo de gestión hay una barrera que no podemos franquear. Si lo hacemos aparente, nuestro equipo tendrá dudas, bajará su rendimiento, aparecerán los miedos y las incertidumbres; en definitiva, nos estamos tirando piedras a nuestro propio tejado, etc. Y estas piedras son ¡¡extremadamente pesadas!!

4) Dificultad para adaptarnos al cambio: con el tiempo las personas nos volvemos más cómodas y nos cuesta más salir de nuestra zona de confort. Cuando entramos en una empresa, quizá por desconocimiento o quizá por la novedad, tenemos mayor predisposición a adaptarnos a nuevas circunstancias, pero poco a poco y según avanza el tiempo nos cuesta más adaptarnos a los cambios. A veces buscamos grandes cambios (macroeconómico, en nuestro entorno competitivo, derivado de una compra o fusión de la compañía, etc.) y no somos conscientes de que también tenemos que adaptarnos a los pequeños cambios. Una modificación de nuestras funciones y responsabilidades, la incorporación de un nuevo perfil en nuestro equipo o la entrada de un nuevo directivo en el equipo de gestión de la compañía también son cambios importantes a los que nos tenemos que adaptar. El cambio de rol por ejemplo es uno de los cambios más difíciles de acometer en un profesional. En líneas generales, cuantas más cosas cambian a nuestro alrededor, más detalles tenemos que cambiar en nuestro día a día para poder adaptarnos. La clave reside en analizar cómo trabajamos en los pequeños detalles (cómo comunicamos, cuántos emails gestionamos al día, qué es lo primero y lo último que hacemos en cada jornada, qué tipo de documentación llevamos encima, etc.) y definir qué cosas tenemos que cambiar de todos esos pequeños detalles. Pero sobre todo, debemos ser conscientes de que la adaptación al cambio es un proceso continuo y duradero en el tiempo; se inicia cuando arrancamos nuestra vida profesional y por regla general no se termina nunca.

5) Gestión inadecuada del equipo: es un tópico pero a la vez uno de los mayores pecados de los profesionales directivos. Hay 2 maneras de ver este punto, a) los que piensan en su equipo como el medio del que utilizarse para crecer en su organización y b) los que piensan en su equipo como el fin último de su ámbito de responsabilidad.
Los primeros, si tienen suerte, podrán crecer pero siempre estarán condicionados por su equipo. Generalmente son profesionales que tienden a rodearse de perfiles no muy cualificados porque, en su ignorancia, piensan que así ellos brillarán más. No se dan cuenta de su visión egocéntrica y egoísta. Al igual que la soberbia, acaban potenciando el menosprecio de su equipo y lo que es peor, imposibilitan el equilibrio del equipo y, por tanto, desestabilizan a toda la organización.
Por el contrario, los segundos suelen ser perfiles que fomentan la incorporación de profesionales excelentes en sus equipos. Tienen muy claro que sólo podrán crecer a nivel profesional sobre la base de un buen equipo. Fomentan el talento y son conscientes de que sus equipos tienen que ser excelentes para obligarles a que ellos también se desarrollen. Son muy conscientes de la responsabilidad de gestionar sus carreras profesionales y, a su vez, ellos también gestionan su carrera de forma excelente, que es una de las bases para poder gestionar la carrera de los profesionales a su cargo. Allá donde estén, siempre defenderán el talento y el desarrollo de sus equipos.

6) Ausencia de visión global: a muchos directivos les cuesta mirar con un horizonte más allá de un año. Los ciclos empresariales y económicos suelen durar varios años. En paralelo tienen que coexistir los ciclos de nuestra vida profesional. Hoy en día, la vida profesional media en el ámbito de la gestión empresarial ronda los 40-45 años. Como los ciclos profesionales suelen ser de 3-5 años, tenemos que ser conscientes del proyecto profesional y empresarial en el que estamos inmersos. Debemos mirar la realidad con mucha “altura de miras”. No podemos ofuscarnos con el corto plazo, es imprescindible que sepamos soportar la presión puntual a la que nos someten las condiciones del mercado y de la empresa. Muchos directivos descargan automáticamente hacia abajo todos los problemas y toda la presión que reciben en su día a día. Técnicamente pueden ser buenos profesionales pero si no tienen capacidad para ver las cosas con perspectiva, cambiando el punto de vista general que tiene el resto del equipo, relativizando las situaciones cuando corresponde (sin que suponga menospreciar o minusvalorar los problemas) y sobre todo ampliando el horizonte de miras mucho más que el resto del equipo, entonces será francamente difícil que nos lleven a un buen puerto. Cuanto más intensa es la tormenta, más arriba tenemos que ver la situación para aumentar nuestra visión global.

7) Déficit de valores: si hemos llegado hasta este último punto evitando los pecados anteriores, entonces podemos confirmar que tenemos un gran equipo directivo, que son buenos líderes, técnicamente preparados, que planifican y gestionan situaciones complejas y que velan por el desarrollo de su equipo. Pero nos falta la condición suficiente y la que retroalimenta permanentemente el primer punto, nos faltan los valores. Los grandes directivos muestran y demuestran valores importantes que asientan los cimientos del negocio y de la gestión de la empresa. Aspectos como el compromiso con la empresa y con el proyecto que tenemos entre manos, la firmeza a la hora de afrontar situaciones complicadas, el temple para analizar los problemas y adoptar las decisiones más idóneas en un momento determinado, la integridad para ser consecuente con las decisiones que tomamos y los actos que realizamos, entre otros muchos valores, tienen que visualizarse de forma nítida en nuestros profesionales al cargo de la gestión de la empresa. Solo así tendremos perfiles completos y excelentes en nuestra compañía.

Todas las situaciones a las que nos enfrentamos en nuestra vida profesional nos tienen que servir para aprender y para crecer con ellas. Además tenemos la capacidad de convertir nuestras dificultades y los pecados que hemos descrito anteriormente en grandes retos que nos permitan mejorar cada día. Está en nuestras manos, … ¡¡el futuro de nuestras empresas también!!

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