2016-06-17



¡Hola amigos de los gánsteres! Una semana más (y por ahora, la última) os traigo el análisis de los dos últimos capítulos de la tercera temporada de nuestra adorada Peaky Blinders, que nos dice adiós hasta nuevo aviso, que por el ritmo que han llevado estos años, podríamos decir que no será hasta 2018 (sí, la espera va a ser larga). Y es que estas seis horas netas de serie nos saben a gloria hasta que se acaban y vuelves a empezar el ciclo de nuevo. Por el momento, y para intentar rellenar el vacío que a todos nos ha quedado, vamos a analizar los dos últimos episodios de la temporada, regodearnos en algunos detalles y recordar lo maravillosa que es esta serie. Por ahora, es lo único que podemos hacer durante la espera. ¡Vamos a ello!

(A partir de aquí, SPOILERS)

El quinto y penúltimo capítulo resultó ser más calmado de cara al espectador, aunque no tanto para los protagonistas, que se lo pasaron en grande (ya me entendéis). Pero comencemos por el principio de la historia, que no es poco, porque el gran David Bowie hace su aparición sonora acompañando la recuperación de un Tommy (Cillian Murphy) bastante para el arrastre, ¿cuánto vamos a echar de menos semejantes placeres de la vida? Tres meses después lo vemos vivito y coleando en su (vacía) mansión, y no sabemos cómo se ha recuperado, entre la chacina y la fruta, él prefiere nicotina para desayunar (buen tratamiento, Tommy), aunque de la morfina ya pasa, eso de ver maduritas devotas y desnudas no es lo suyo, y más si es su criada. Pensar que baby Charlie casi se queda huérfano le ha dado un disgusto a su padre y a todos nosotros. Pero hablando del más puro negocio, ¿el plan hasta ese momento? Inutilizar las armas, no volar el tren, ser amiguitos de los soviéticos y todos contentos. Y para contenta yo, porque sí, ¡por fin!, ¡el judío errante!, ¡el fucking Tom Hardy!, ¡nuestro Alfie Solomons aparece en escena tras estar ausente casi toda la temporada! (de nuevo, placeres de la vida). Llevaba preparada para esto desde que empezó la tercera entrega, no os digo más. El tío hace su entrada triunfal soltando todo lo que le ocurre (tan ido de la olla como siempre, para que nos entendamos) con ese acento que tanto nos cuesta comprender y nos encandila al mismo tiempo y haciendo gala de su espléndida visión de la vida, literal (que para eso lleva gafas mágicas) y metafóricamente.



Y es que Tommy necesitaba al judío como joyero para tasar el tesoro que los rusos le otorgarían como forma de pago, sin éstos saber que en realidad serían víctimas del “robo del siglo”. Pero lo importante no es esto, lo mejor ha sido el reencuentro de Arthur (Paul Anderson) con su queridísimo amigo Alfie (os juro que no podía parar de reír), éste reclama al mayor de los Shelby, el cual, quiere salir pitando de allí como primer instinto (el de supervivencia seguramente), aún saborea la sangre de la paliza que recibió, pobre. Creo que Tommy estaba a punto de reírse en sus caras como hacía yo en frente de la pantalla. Pero ¡cuidado! finalmente Alfie se disculpa, ante Dios y con Arthur, ¿cómo no perdonar que casi te mate semejante personaje? Y si aún no queríais a Solomons, nos gana a todos cuando hace la pregunta del millón, ¿cómo convive Arthur con Dios y sus actos al mismo tiempo? Y para terminar como se debe, acaba burlándose de él y de su Fe, casi se lleva un cenicero en la cabeza pero Arthur ahora está con Dios y eso le otorga autocontrol máximo (¿estamos ante un milagro? Ahí lo dejo).

Por su parte, Michael (Finn Cole), que nos hace una confesión implícita sobre nuestro amigo “el cura” y sus hábitos impuros con los niños (por su propia experiencia, parece ser), está empeñado en ser él quién le meta la bala mortal a este señor, ¿estaría preparado el chico para semejante trabajo? Pero en este episodio el drama era otro, porque el más nuevo de los Shelby había metido la pata (y otras cosas) y ¡sorpresa de nuevo! ¡Iba a ser padre! (¿esto se pega?). Lo gracioso de la historia era ver a Arthur dando consejos a lo “flower power” sobre el camino del matrimonio (me sigue costando ver esto, ¿y a vosotros?), aunque luego nos suelta tan pancho cómo “abortó” dos veces en el pasado, si dudábamos de su capacidad, todas las dudas están resueltas amigos. Toda esta contradicción no ayuda a Michael, que va aumentando el nivel de nerviosismo conforme avanza el capítulo.

Total, los tres hermanos van a la casa de los rusos, y aquí es donde la serie nos brinda otra de “las escenas” de la temporada, sí, ya lo estáis pensando; el desnudo integral de Arthur y John (Joe Cole) para el deleite (o no) de las damas rusas. Una vez más, Arthur, en el sendero divino, vuelve a dar problemas y esta vez contra el nudismo (suponemos que es pecado), pero rápidamente se le pasa cuando las cándidas manos de la amiga Tati cogen su arma letal (perdonadme, todas las metáforas en este caso son demoledoras). Imagen perturbadora, dos hermanos, una misma mujer, Tommy viendo a su amante haciendo manita con su hermano, ¿cuánto ha durado el momento? (suficiente para Arthur, desde luego). A todo esto, John pasándoselo en grande como el resto del fandom. ¿Qué pensaría la gran samaritana de Arthur de todo el toqueteo? Gran misterio no es, lo que sí es un rompecabezas es el por qué ella está con él (lo siento Arthur, te queremos, pero es así).

Desnudos por aquí, tocamientos por allá, por fin vamos al meollo del asunto, y es que Alfie eche un ojo y dos al tesoro ruso y seleccione las piezas que juntas sumen las setenta mil libras del acuerdo. Escena hipócrita y cínica donde las haya, obviamente, unos quieren cargarse a los otros y los otros quieren robarles a los unos (si no están muertos por entonces), pero todo muy cordial, eso sí. Entre collares, ida de olla y amenaza de tragar joyas por parte de Alfie (quién si no), llegamos al huevo de Fabergé (la guerra que dará) y al cierre del acuerdo con escupitajo en mano, aquí las cosas bien hechas ante todo (aunque sea una farsa).

Negocios finiquitados, ¿qué pueden hacer unos hombres dentro de una casa de ricos? Pues sí, de entre todas las cosas posibles, el putiferio es la elección ganadora, total, ¿qué importa estar casado o montárselo delante de todo el mundo en una misma sala? Y es que si ya empezábamos a creernos el puritanismo de Arthur, lo tenemos de recaída de nuevo, y así ha sido su temporada, vaivenes entre el bien y el mal, lo correcto y lo que no. Su dieta etílica y la monogamia se van de vacaciones en este capítulo, aunque vamos a decir la verdad, no parecía pasárselo muy bien, no sé si ha merecido la pena cometer semejante pecado. Por su parte, Tommy y Tatiana entran en materia, pero la chica es especialista en liarla pardusca, como bien sabéis, y se le ocurre mencionar a Grace (Anabelle Wallis) en ese preciso momento preliminar, y claro… a Tommy se le rompe el corazón y él rompe el mío. Pero ¡ojo! que Tati tiene la solución: el sadomasoquismo (¿por qué no nos sorprende?). Sin explicar muy bien el procedimiento, la chica comienza a estrangular a Tommy hasta que éste ve la luz y a Grace en ella, mientras llega al éxtasis con las alucinaciones sexuales de su mujer muerta (ya sabía yo que al final habría un trío espiritual, avisados estabais). Por la cara de Tommy, ha disfrutado más que Arthur, eso seguro. Y Grace ha vuelto para el tema, sigue doliendo.

Y es que si me permitís abrir paréntesis, si alguna pega puedo ponerle a esta serie, esa es la de Grace y su nefasto guion esta temporada. No sólo es un personaje desaprovechado, si no mal escrito, nada fiel a su esencia y retratada como mujer florero hasta su final en el segundo episodio. Esperaba mucho más para este personaje, que si bien, se ganó sus “haters” en su día, era una mujer luchadora y valiente, que no se limitaba a ver los acontecimientos pasar, si no, que actuaba en ellos. Un final nada justo para ella (siempre, desde mi punto de vista). ¿Qué opináis vosotros al respecto? ¿Deberían haber escrito una Grace más fiel a sus comienzos? Aún la recuerdo al comienzo de la segunda temporada sacando su pistola del bolso y dejando fuera de juego a Campbell (Sam Neill), para mí, ella será siempre la verdadera Grace.

En la línea de sus familiares los hombretones, Polly (Helen McCrory) da un pasito más con su pintor (hacia la cama, para ser exactos), retrato terminado, había que celebrarlo (continuando la perversión sexual como su sobrino). Aunque vemos cómo los traumas afloran en ella, algo que deberá ir superando.

Finalmente, tras descargar todo el arsenal, ¡para casa!, más chulos que un ocho (Arthur no tanto, la conciencia divina se cierne sobre él). Tras tanto placer, a Polly le da por fisgonear entre las cosas de Michael (en calidad de madre, por supuesto) y encuentra la bala destina a nuestro amigo Hughes (el encantador sacerdote). No quiere que su hijo lo mate, que se convierta en un Peaky Blinder de verdad, está empeñada en salvar su alma a costa de seguir manchando la de Arthur (total, un poco más… ¿qué importa? Pensará ella). El capítulo finaliza con una amenaza directa hacia Tommy, si Michael se corrompe, la empresa arderá hasta las cenizas. Y daba bastante miedo.

***

Pasemos (¡por fin!) a analizar el episodio seis que coindice con el final de la tercera temporada. Capítulo bastante tenso, emocional y trepidante, que no dejaba pasar ni un segundo de tranquilidad, con un gran cierre que nos deja frentes abiertos de cara a la cuarta entrega. Todo comenzaba con la inauguración del Instituto Grace Shelby, con discurso de Tommy incluido y un Arthur animando que daba más miedo que otra cosa (“by order of the Peaky Blinders”, di que sí, usando la frase de matanza en la apertura de un orfanato, tuve que reírme). El cura “amigo de los niños” tarda poco en cogerse un despacho en el lugar ¿sabéis? Esto no sienta nada bien a Michael, como es lógico. “Mr. Shelby, su hijo se parece mucho a usted”, “sí, es un pequeño granuja”, este es el claro ejemplo de Tommy socializando con la gente de bien, sus ofertas de caridad y sus preguntas por Grace mientras planeaba el robo a los rusos, ¡y olé! Todo parecía ir bien, ¿verdad? Esto ya dejaba un halo bastante negruzco alrededor, y es con la desaparición del pequeño Charlie con lo que el capítulo comienza a coger forma y arrancar. El molesto sacerdote manda a llamar a Tommy para dejarle las cosas claritas; sabe todo, sí, TODO. “Todos los niños son queridos por mí”, esto es lo que dice el hombre de Dios tras secuestrar a un bebé (y qué más cosas en su pasado). La cuestión es que Tommy está muy fucking esta vez, si quiere que su churumbel le sea devuelto con vida, deberá provocar él mismo la explosión (con víctimas), esparcir pruebas incriminatorias contra los soviéticos y además, seguir adelante con el robo y darle todo el botín a ellos. ¡Ahí es nada! Así, todo lo planeado hasta ahora, esfumado en unos minutos de lluvia y sacerdote cabreado.

De lo que todos nos damos cuenta es que alguien ha tenido la lengua muy larga y para rematar el panorama, Tommy sólo sospecha de las mujeres de la familia, sí señor (aunque tengo que reconocer que mi primer pensamiento fue para Linda), todos se sienten ofendidos y al final la culpa recae en el (ingenuo) pintor, dejando a Polly a la altura del betún, porque… ¿Cómo iba a interesarse en ella un hombre como él? Fuera verdad o no, en este momento todo daba bastante pena y frustración, y algo de indignación por mi parte, porque sí, ver a Tommy ser un machista cabezota no es plato de buen gusto. El cuadro se echa a perder, la autoestima de Polly y su dignidad también, la confianza con la familia más de lo mismo… y todo para ¿qué? ¡Para que Alfie Solomons sea el topo! ¡Muy bien! ¡Claro que sí! ¿Para esto has vuelto, fucking Tom Hardy? Esto pensaba yo en ese momento, creo que aún no me he recuperado. Lo que yo no sabía aún es que toda esta amarga situación derivaría en una de las mejores escenas de la tercera temporada y diría, de la serie entera. “El que a hierro mata, a fucking hierro muere”, es sólo una de las perlitas del discurso de Alfie para justificar sus actos, un enfrentamiento brutal entre Tommy y él, pero también un duelo interpretativo entre Tom Hardy y Cillian Murphy que están soberbios con ese magnífico guion (es por cosas como esta escena que duele saber que se ha terminado y nos queda mucho tiempo de larga espera). Michael dijo que ya no era un niño de mamá y así es, aunque su lagrimilla ha echado al despedirse del trabajo exclusivo de oficina, su “first blood” lo merece. Finalmente, todo este percal sirve para que Polly reconozca que su autoestima está tocada y decida rehacer su vida de una manera que le permita vivir sin tanta carga a sus espaldas (esto será un hecho importante, como más tarde veremos).

Así que la situación estaba tal que así: Michael buscando a Charlie, Tommy escavando como si no hubiese un mañana y Arthur y John preparados para explotar todo.

Y… ¿Qué es lo que pasa cuando quieres demostrar algo para lo que no estás del todo preparado? Que dudas, y cuando lo haces, pierdes el tiempo que no tienes, ese tiempo que hubiera evitado el desastre y la pérdida de vidas, ¿verdad Michael? Pero él necesitaba hacerlo, matar por fin a la mosca cojonera de la tercera temporada (y yo sólo podía pensar en la amenaza de Poll del capítulo anterior). En esta temporada hemos visto cómo Arthur se decantaba por lo divino y John maduraba a una versión más fría de él mismo, y en este episodio lo hemos podido comprobar cuando el mayor de los Shelby dudaba entre rematar la faena y perderse el cielo o ir al infierno, y ahí estaba John para asumir ese lugar. Aun así, la naturaleza tira y Arthur vuela todo por los aires al grito de la salvación de Charlie (al menos Tommy tenía las joyas, one point).

En la calma que sucede tras la tragedia, nos encontramos con el final del capítulo, denso donde los haya. Para empezar, si alguien dudaba de Michael (yo misma) y de cuánto sería un Shelby, ya lo demuestra siguiendo los pasos pasados de Arthur, tan reconfortantes con las mujeres embarazadas a punto de abortar. Está hecho, es un Peaky Blinder, para lo bueno y para lo malo. Y si casi me da un ataque con la traición de Alfie, el “omaigá” y el “wtf” lo he soltado con la alianza Tati-Tommy en el “asunto túnel”, ¿alguien lo veía venir? (yo no, of course). No sólo se han dedicado a intercambiar fluidos y estrangulaciones al parecer. Aquí es donde Tatiana me gana, las cosas como son. ¿Mujer florero? No anymore. ¡Y a correr! Una a Viena de escapada romántica y el otro con los caballos, aunque algo nos dice que este asunto queda abierto, por mucho que él pague por el sexo y no por la reconstitución emocional.

Y llegamos a la escena por excelencia, la finalísima (o casi). Y hay que dar las gracias a los guionistas en este caso, porque podemos disfrutar de una estampa fabulosa, toda la familia Shelby al completo y bien sentadita en frente del jefe, esperando recibir el cash por todo lo que ha tenido que hacer y penar. Pero todo esto no sin antes escuchar el perdón y la rendición (o intento) de un Tommy exhausto, porque sabe que los ha puesto al límite, que ha dudado de ellos, que se ha equivocado y al menos, tiene el dinero para compensarlo (o comprarlo), y parecía ir bien la cosa, en estricto orden, los suyos iban cogiendo los billetes (excepto Lizzie, la dignidad no se compra). Pero llega el turno de Michael, y aquí todos sabíamos que podría liarse parda, a pesar de que Tommy despliegue el discurso de que nadie está a salvo de ser salpicado por la sangre y lo ilegal (ni el hijo de Poll), que tenía un sueño, hacer un negocio al compás de la ley, pero que ahí fuera todo está corrupto y si quieres crecer y mantenerte, debes serlo también, formar parte del sistema y ser peor que tus enemigos. Todo esto Polly se lo come con patatas, literalmente, y como ya se veía venir, ejecuta la amenaza que todos llevábamos esperando, y la renovada matriarca, en la línea feminista del cuarto capítulo y en contra del machismo inicial de éste, convoca a las mujeres de la familia que se unen contra la postura nefasta y condenada de Tommy, por un futuro limpio, legal y en orden. Estabas avisado y ya se sabe, quien avisa no es traidor (o eso dicen).

Con la marcha de Arthur hacia América, también conocida para él como el sendero de Dios (con su despedida a lo “hombretón”, es decir, dándose golpes sin mirarse a la cara), Tommy se quedaba en desventaja y más solo que la una. ¿Cómo iba a pasar todo aquello después de lo que había hecho y arriesgado por su familia? ¿Es esto lo que realmente pensaba Tommy? ¿Los ha vendido a posta? ¿Ha sido una trampa de sus enemigos realmente? Brutal final de temporada (con Radiohead de fondo, por favor), con esa imagen de un Tommy fatigado y algo críptico que ya nos mostraron en el teaser de presentación de temporada y que nos supo a poco sin saber que era nada más y nada menos que la season finale, ver para creer. Personalmente estoy casi segura de que Tommy no sería capaz de vender a su familia, tras el repetido concepto durante toda la temporada de la unión y la sangre, la alianza y la protección de los suyos, me cuesta creer que pudiera entregarlos a todos de esta manera por simple despecho o pataleta. Huele a vendetta de sus majos socios de la Sección D, y una vez más, supones que tendrá que recurrir a Churchill para salir de este lío, que a fin de cuentas, es su enlace superior en todo esto. La moraleja del asunto es que, si él dudó de su familia cuando supo de la existencia de un topo, ahora es la misma familia la que le devuelve el golpe, porque absolutamente todos piensan que han sido traicionados por su jefe, su hermano y su líder.

Tan sólo me queda despedirme una vez más de esta magnífica serie y de todos vosotros, ha sido un placer ir juntos en esta aventura que se acaba por el momento. Decimos hasta luego a una ficción con un guion, una fotografía, unas interpretaciones, una escenografía y una banda sonora espectaculares, ya estoy deseando que vuelva y no quiero pensar en el par de años que nos quedan de espera.

PD: Don’t fuck with the Peaky Blinders! 

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