Siempre fui un niño muy tímido, solía vivir en una gran ciudad con mi padre y mi madre. En 2002 mi vida cambió por completo, mi madre descubrió que mi padre le era infiel y que tendría un hijo bastardo.
Ese fue el final para ella, que había dedicado su vida entera a mi padre, no estudiaba ni trabajaba. Sin saber qué hacer, resolvió viajar a la casa de su hermana en una pequeña ciudad al interior del mismo estado, como yo estaba de vacaciones, ella decidió llevarme. Llevé conmigo todos los libros que pude. Si donde vivía solía ocupar la mayor parte de mi tiempo leyendo, en esta ciudad, donde no conocía a nadie, se convertirían en mis únicos compañeros.
Algunas semanas después ya me empezaba a acostumbrar a la tranquila rutina de la ciudad. La idea de vivir en una casa tan bucólica rodeada por cerdos y gallinas me daba una sensación de confort. Disfrutaba de sentarme sobre un muro con un libro mientras los animales seguían con sus actividades. Un día fui hasta el centro de la ciudad, el lugar más concurrido de aquella región, y decidí comprar un helado. Volví cuando ya se hacía de tarde y, antes de entrar a la casa, algo me llamó la atención. Había un libro de pasta gruesa y roja colocado displicentemente cerca del muro, lo tomé por curiosidad y lo llevé conmigo. Durante aquellos días me encontraba leyendo algunas obras de Stephen King, pero decidí dejar su lectura un poco de lado, pues algo en aquel nuevo compañero robaba totalmente mi atención.
Para empezar, el libro no tenía título alguno en su portada, sólo había un símbolo de infinito dibujado bajo un círculo. La escritura era desdeñada y rebuscada y las palabras estaban escritas con un color rojo vivo de aspecto fresco, era extraño, pero al mismo tiempo emocionante, intrigante. Estos factores causaban un poco de extrañeza al principio, sin embargo, en poco tiempo, conseguías acostumbrarte a la lectura. Lo curioso era que me identificaba bastante con la historia, era sobre un niño tan tímido como yo, con una personalidad bastante parecida a la mía. El personaje principal era este niño, hijo de una madre soltera, pues apenas quedó embarazada el hombre desapareció y nunca más volvió. Su historia era sobre el dilema de vivir sin una figura paterna. Era como si pudiera ver mis propios sentimientos y pensamientos descritos en aquel libro.
Los días pasaban y yo sólo conseguía dejar el libro cuando no podía leer más, incluso de noche terminaba dormido sobre aquel libro cuando el sueño me vencía, sin embargo, nunca me separaba de él. Me impresionaban cada vez más las semejanzas entre mi vida y la historia del libro, hasta que la lectura se interrumpió abruptamente en el capítulo en que el personaje y su madre estaban pasando unos días en casa de unos familiares, exactamente como estaba sucediendo conmigo. No podía asimilarlo, mi curiosidad por conocer el final de la historia era inmensa. Fui pasando todas las páginas en busca de alguna continuación, explicación, o cualquier cosa que pudiera indicar lo que sucedía en la historia. Todas las hojas estaban en blanco, excepto la última que, con palabras escritas en negro, contenía el mensaje:
INDICACIÓN ÚNICA – Este libro necesita ser recargado. Descubre cómo.
Estaba molesto, el libro no pasaba de ser una estúpida broma. No había nada más que pudiera hacer, entonces decidí que lo mejor sería dormir. No sé a qué horas conseguí el sueño, pero me desperté muy temprano, había mucho ruido en la casa y no pude continuar en la cama. Somnoliento, intenté despertarme en medio de la confusión. Algún demente había invadido el lugar y mató a todos los animales, lo más extraño era que sus cadáveres no tenían ni una gota de sangre. Mi tía y mi madre pasaron el día con mucha preocupación, de la misma forma que todos los vecinos. Estaba demasiado aburrido como para dar mucha atención al tema, con certeza había sido la obra de algún loco, estas ciudades pequeñas siempre están abarrotadas de estos personajes.
Pasé el día intentando hacer varias lecturas pero no conseguí concentrarme en ninguna. Finalmente, tomé mi frustrante libro favorito y comencé a hojearlo nuevamente hasta el punto donde había sido interrumpido, parecía una locura pero ahora la historia continuaba. El libro seguía con la familia del niño bastante molesta y preocupada con alguna cosa, mientras él se volvía cada vez más absorto y distante. Yo, literalmente, me olvidé del mundo que me rodeaba mientras leía aquel libro, sin embargo, algunas páginas después la historia se volvió a interrumpir.
Vi a mi alrededor y me di cuenta que ya era de noche, me condené una vez más a dormir sin saber el final de la historia. Sobre mi cama había un cuchillo, lo dejé encima de la mesa, probablemente entre la confusión de la casa ese día alguien lo había olvidado allí. Me desperté al otro día extrañado por la ausencia del ruido en la casa, el silencio era total, como si nadie más estuviera ahí. Fui hasta la sala y allí estaban mi madre y mi tía, ambas degolladas con una expresión de horror en su rostro que estaba al lado de cada una de las muertas, sin rastro alguno de sangre sobre sus cuerpos o en la sala. El libro estaba entre los dos cadáveres, abierto en la página donde me había quedado.
Me senté con él en el regazo, entre los cuerpos de mi madre y mi tía y comencé a leer, presa de un inmenso placer. El personaje, que se había convertido en mi mejor amigo, describía cómo ahora estaba completamente solo, su familia había partido hacía algún lugar pero no se sentía para nada solitario. Esta parte del libro era extremadamente psicoanalítica, describiendo las sensaciones experimentadas por el personaje. Con un intervalo menor que el de las otras veces, el libro fue interrumpido. Sonreí, ya sabía lo que tenía que hacer, la historia no podía detenerse. Tomé el cuchillo y lo metí hasta la empuñadura en mi pecho, pude ver mi sangre escurrir en dirección al libro. Mientras agonizaba, vi aparecer en aquel conocido tojo de rojo las palabras “La historia continua”.
Sonreí, mi trabajo estaba hecho.
[…]
Aquel niño pelirrojo estaba leyendo todo eso mientras viajaba en autobús con su madre hacia su ciudad natal tras la muerte de su padre. Él había encontrado aquel extraño libro de pasta roja mientras esperaba el transporte en la estación, e inmediatamente se sintió identificado con el niño lector y el niño del libro que estaba leyendo. Los tres sabían lo que era estar sin un padre, así como él se encontraba ahora. El niño lector, personaje principal del libro, se acababa de suicidar, pero el pelirrojo sentía que aquella historia no estaba completa. Miró a su madre y sonrió, él ya sabía lo que debía hacer para llegar al final de la historia.