2016-11-19

17 de noviembre del 2016.

A la Sexta nacional e internacional:

A quienes simpatizan y apoyan la lucha de los pueblos originarios:

A quienes son anticapitalistas:

Compañeras, compañeros, compañeroas:

Hermanas y hermanos:

Este extenso texto lo hicimos conjuntamente con el Subcomandante Insurgente Moisés, vocero y actual jefe del EZLN, y consultando unos detalles con algunas de las

Comandantas y Comandantes de la delegación zapatista que asistió a la primera etapa del V congreso del Congreso Nacional Indígena.

Aunque en ésta, como en otras ocasiones, me toca a mí la redacción, es el Subcomandante Insurgente Moisés quien lee, agrega o quita, aprueba o rechaza no sólo este texto,

sino todos los que aparecen a la luz pública como auténticos del EZLN. No pocas veces, a lo largo de estos escritos, usaré el primer pronombre del singular. La razón de

esto se entenderá más adelante. Aunque la destinataria principal de estas líneas es la Sexta, hemos decidido ampliar su destino a quienes, sin ser ni estar con nosotras,

nosotros, tienen idénticas inquietudes y parecido empeño. Va pues:

-*-

TAMPOCO NUESTRAS PESADILLAS.

Hace algunos años, la creatividad y el ingenio de algún colectivo de la Sexta produjo una frase que, al paso del tiempo, fue adjudicada al zapatismo. Bien saben que

estamos en contra del copyright, pero no solemos adjudicarnos ni palabras ni acciones que no son nuestras. Sin embargo, aunque no de nuestra autoría, la sentencia sí

refleja en parte nuestro sentir como zapatistas que somos.

Enarbolada por la Sexta contra quienes, con chantajes burdos y amenazas, atacaban (como ahora) al escepticismo frente al “poder” de las urnas electorales institucionales,

la frase va más allá y define los límites y carencias de una forma de lucha, la electoral:

“Nuestros sueños no caben en sus urnas”, se decía y se dice.

Nosotros, nosotras, como zapatistas que somos la suscribimos entonces… y ahora. Tiene la virtud de decir mucho con pocas palabras (un arte ahora olvidado). Pero, desde

este lado del pasamontaña, desde nuestro ser lo que somos, agregamos: “tampoco nuestras pesadillas”.

Cierto, pudimos haber puesto “y tampoco nuestr@s muert@s”, pero resulta que, en estos tiempos aciagos, el dolor se ha extendido aún más allá. Ya no sólo es la muerte

natural la responsable de alejarnos de quienes nos hacen falta hoy; como, en nuestro caso, del subteniente insurgente de infantería Hernán-Omar (parte nuestra desde antes

del alzamiento, y arrebatado por el cáncer de nuestro lado y del de su compañera e hijo -a quienes abrazamos especialmente en este primer cumpleaños sin él-).

Ahora son, y en forma creciente, los asesinatos, las desapariciones, las cárceles, los secuestros.

Si usted es pobre es vulnerable, si usted es mujer es todavía más vulnerable. Como si el sistema no se conformara con agredirla por lo que es, y se diera a la macabra

tarea de eliminarla. Es decir, ya no sólo es objeto de acoso y violencia sexual. ¿Qué ha pasado en este sistema que vuelve “natural” y hasta “lógico” (“sí, ellas se lo

buscaron”, dice la sociedad entera) ya no sólo la violación, también el secuestro, la desaparición y el asesinato de mujeres? Sí, mujeres. La democratización del odio de

género iguala edades, razas, colores, estaturas, pesos, credos, ideologías, militancias o no; todas las diferencias, menos las de clase, diluidas en una falta mayor: ser

mujer.

Y vaya usted agregando potencias según su diferencia: color, estatura, peso, indígena, afrodescendiente, niña, niño, ancian@, joven, gay, lesbiana, transgénero, su modo

suyo de usted, cualquiera que sea. Sí, un sistema empeñado ya no sólo en segregar y despreciar las diferencias, ahora decidido a eliminarlas por completo. Y no sólo

exterminarlas, ahora haciéndolo con toda la crueldad de que es capaz una modernidad. Sigue la muerte matando, pero ahora con mayor sadismo.

Entonces, lo que queremos decir es que no sólo nos faltan las muertas y los muertos, también l@s desaparecid@s (y con la arroba incluimos no sólo al masculino y al

femenino, también a todo lo que rebasa la falsa dicotomía de género), l@s secuestr@das, l@s encarcelad@s.

¿Cuántos de los ausentes de Ayotzinapa caben en cuántas urnas? ¿En qué proyecto partidario se encuentran?

¿Cuál logotipo institucional es el que se cruza pensando en quienes nos faltan?

¿Y si ni siquiera hay la certeza de que murieron? ¿Y si no sólo es la ausencia la que duele, sino que también se agregan la incertidumbre y la angustia (¿comió?, ¿tiene

frío?, ¿se enfermó?, ¿ha dormido lo suficiente?, ¿alguien lo consuela?, ¿sabe que aún le busco, que siempre le buscaré?)?

¿En qué aspiración a un cargo, un puesto, un gobierno, caben las mujeres agredidas, desaparecidas, asesinadas por todo el espectro ideológico?

¿A cuántas boletas electorales equivalen los infantes asesinados, por el Partido Acción Nacional, en la guardería ABC?

¿Por quién votan los exterminados, por el Partido Revolucionario Institucional y sus réplicas mal disimuladas, en toda la extensión de las geografías y calendarios del

México de abajo?

¿En cuál conteo de votos aparecen los perseguidos, por el Partido de la Revolución Democrática, acusados del delito de ser jóvenes?

¿En cuál partido político se representan las diferencias sexuales perseguidas en público y en privado, para las que hay como condena el infierno en vida y en muerte?

¿Cuáles son los partidos políticos institucionales cuyos logos y consignas manchan los muros que deben saltar miles de migrantes, hombres, mujeres y niños para caer en

manos de gobernantes-criminales-empresarios de la trata de personas?

Y se podrán encontrar ejemplos en crónicas, blogs, reportajes, notas periodísticas, artículos de opinión, hashtags, etc., pero siempre quedará la certeza de que son más

los hechos criminales que no alcanzan siquiera una mención pública.

¿Dónde está la casilla electoral para que ahí se exprese la explotación, la represión, el despojo y el desprecio a los pueblos originarios?

¿En cuál urna se depositan los dolores y las rabias de …

el Yaqui, el Kumiai,

el Mayo,

el Cucapá,

el Tohono O´odham,

el Raramuri,

el Kikapú,

el Pame,

el Totonaca,

el Popoluca,

el Nahua,

el Maya Peninsular,

el Binizáa,

el Mixteco,

el Hñähñü,

el Totonaca,

el Mazateco,

el Purépecha,

el Mixe,

el Chinanteco,

el Mazahua,

el Me´phaa,

el Téenek,

el Rarámuri,

el Chontal,

el Amuzgo,

el Ópata,

el Solteco,

el Chatino,

el Papabuco,

el Triqui,

el Cora,

el Cuicateco,

el Mame, el Huave,

el Tepehuano,

el Matlatzinca,

el Chichimeca,

el Guarijío,

el Chuj,

el Jacalteco,

el Lacandón,

el Comca´ac,

el Wixárika,

el Kanjobal,

el Chontal,

el Chocho,

el Tacuate,

el Ocuilteco,

el Kekchí,

el Ixcateco,

el Motocintleco,

el Quiché,

el Kakchiquel,

el Paipai,

el Pápago,

el Cochimí,

el Ixil,

el Kiliwa,

el Aguacateco,

el Mame,

el Chol,

el Tzotzil,

el Zoque,

el Tojolabal,

el Tzeltal?

¿Dónde cabe todo eso?

¿Y cuándo obtuvieron su registro legal la dictadura del terror y su lógica perversa invadiendo todo y reajustando los criterios?

Tuve suerte, dice cualquier mujer u hombre asaltado en la calle, en su casa, en el trabajo, en el transporte, no me dispararon-acuchillaron.

Tuve suerte, dice la mujer golpeada y violada, no me secuestraron.

Tuve suerte, dice el infante sometido a la prostitución, no me quemaron vivo.

Tuve suerte, dice el gay, la lesbiana, el transexual, loa otroa con los huesos rotos y la piel lacerada, no me asesinaron.

Tuve suerte, dice el obrero, la empleada, el trabajador sometido a más horas de trabajo y menor salario, no me despidieron.

Tuve suerte, dice el líder social torturado, no me desaparecieron.

Tuve suerte, dice el joven estudiante asesinado y tirado en una calle, mi familia ya no tendrá que buscarme.

Tuve suerte, dice el pueblo originario despojado, no me exterminaron.

Y más:

¿Qué encuesta toma nota de la destrucción de la Tierra? ¿Por quién votan las aguas contaminadas, las especies animales acorraladas hasta la extinción, la tierra estéril,

el aire sucio? ¿Dónde se deposita la boleta de un mundo agonizante?

Entonces tienen razón: “nuestros sueños no caben en sus urnas”.

Pero tampoco nuestras pesadillas.

Cada quien puede ser responsable de sus sueños. Falta pedirle cuentas a quien es el responsable de nuestras pesadillas. Falta lo que falta…

UN “SÍ”, VARIOS “NO”.

Sí, la propuesta inicial y original es nuestra, del ezetaelene. Nosotras, nosotros, se la hicimos saber a las delegadas y delegados al Quinto Congreso del Congreso

Nacional Indígena. Esto sucedió los días 9, 10, 11 y 13 de octubre del año 2016, en la sede del CIDECI-Unitierra, en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, México. En esas

fechas hubo delegadas y delegados de colectivos, organizaciones, barrios, tribus, naciones y pueblos originarios de las lenguas amuzgo, binni-zaá, chinanteco, chol, coca,

náyeri, cuicateco, kumiai, lacandón, matlazinca, maya, mayo, mazahua, mazateco, mixe, mixteco, nahua, ñahñu, ñathô, popoluca, purépecha, rarámuri, tlapaneco, tojolabal,

totonaco, triqui, tzeltal, tzotzil, wixárika, yaqui, zoque, y chontal. El día 13 de octubre del 2016, la plenaria de ese Quinto congreso del CNI decidió hacer suya la

propuesta y someterla a una consulta entre quienes lo integran. El día 14 de octubre del 2016, en horas de la mañana, el CNI y el EZLN hicieron pública esa decisión en el

documento llamado “Que retiemble en sus centros la tierra”.

-*-

No, ni el EZLN como organización, ni ninguna, ninguno de sus integrantes, va a participar por un “cargo de elección popular” en el proceso electoral del 2018.

No, el EZLN no se va a convertir en un partido político.

No, el EZLN no va a presentar a una mujer indígena zapatista como candidata a la presidencia de la República en el año del 2018.

No, el EZLN no “ha dado un giro” de los grados que sean, ni seguirá su lucha por la vía electoral institucional.

Entonces ¿el EZLN no va a postular a una indígena zapatista para presidenta de la República? ¿No van a participar directamente en las elecciones de 2018?

No.

¿Por qué no? ¿Por las armas?

No. Se equivocan rotundamente quienes piensen que es por eso: las zapatistas, los zapatistas tomamos las armas para servirnos de ellas, no para ser esclavizados por ellas.

Entonces, ¿porque el sistema político electoral institucional es corrupto, inequitativo, fraudulento e ilegítimo?

No. Aunque fuera diáfano, equitativo, justo y legítimo, las zapatistas, los zapatistas no participaríamos para alcanzar y ejercer el Poder desde un puesto, un cargo o un

nombramiento institucional.

Pero, en determinadas circunstancias, por cuestiones estratégicas y/o tácticas, ¿no participarían directamente para ejercer un cargo?

No. Aunque “las masas” nos lo demanden; aunque la “coyuntura histórica” necesite de nuestra “participación”; aunque lo exijan “la Patria”, “la Nación”, “el Pueblo”, “el

Proletariado” (ok, eso ya está muy demodé), o cualquiera que sea el concepto concreto o abstracto (tras el cual se esconde, o no, la ambición personal, familiar, de grupo

o de clase) que se enarbole como pretexto; aunque la coyuntura, la confluencia de los astros, las profecías, el índice bursátil, el manual de materialismo histórico, el

Popol Vuh, las encuestas, el esoterismo, “el análisis concreto de la realidad concreta”, el etcétera conveniente.

¿Por qué?

Porque el EZLN no lucha para tomar el Poder.

-*-

¿Ustedes creen que antes no nos han ofrecido eso y más? ¿Que no nos han ofrecido cargos, prebendas, puestos, embajadas, consulados, viajes al extranjero con “todo

incluido”, además de los presupuestos que vienen adjuntos? ¿Creen que no nos han ofrecido convertirnos en un partido político institucional, o ingresar a alguno de los ya

existentes, o a los que se formarán, y “gozar de las prerrogativas de ley” (así dicen)?

¿Aceptamos? No.

Y no nos ofendemos, entendemos que la ambición, o la falta de imaginación, o la cortedad de miras, o la ausencia de conocimientos (y, claro, el no saber leer), lleven a

más de uno a urgirse a sí mismo el entrar a un partido político institucional, luego salirse y pasar a otro, luego salirse y formar otro, luego lo que siga. Entendemos

que, a más de uno, una, todavía le funcione la coartada de “cambiar el sistema desde adentro”. A nosotras, nosotros, no.

Pero, en el caso de la dirección y tropa zapatista, no sólo es frente al Poder institucional nuestra negativa, también frente a las formas y procesos autonómicos que las

comunidades crean y profundizan día con día.

Por ejemplo: ningún insurgente o insurgenta, sea de la comandancia o sea de tropa; ni ninguna comandanta o comandante del CCRI pueden siquiera ser autoridades en

comunidad, ni en municipio autónomo, ni en las diferentes instancias organizativas autónomas. No pueden ser consejas ni consejos autónomos, ni juntas de buen gobierno, ni

comisiones, ni ninguna de las responsabilidades que se designan por asamblea, creadas o por crear en la construcción de nuestra autonomía, es decir, de nuestra libertad.

Nuestro trabajo, nuestra tarea como ezetaelene es servir a nuestras comunidades, acompañarlas, apoyarlas, no mandarlas. Apoyarlas, sí. A veces lo logramos. Y sí,

cierto, a veces estorbamos, pero entonces son los pueblos zapatistas quienes nos dan un zape (o varios, según) para que corrijamos.

-*-

Todo esto no necesitaría ser aclarado y reafirmado si se hubiera hecho una lectura atenta del texto titulado “Que retiemble en sus centros la tierra”, hecho público la

mañana del 14 de octubre del 2016.

No, no participamos en la redacción del pronunciamiento. El texto lo hizo la comisión provisional nombrada por la asamblea del CNI y nos lo dieron a conocer. No le

pusimos ni le quitamos ni una coma, ni un punto. Tal y como lo escribieron las delegadas y delegados del CNI, así lo hicimos nuestro.

Pero, como está visto, el analfabetismo funcional no reconoce fronteras ideológicas ni signos partidarios, pues de todo el espectro político han surgido algunas

expresiones, valoraciones y opiniones que se debaten entre el racismo y la estupidez. Sí, hemos visto a parte de la intelectualidad de la izquierda institucional, y

alguna marginal, coincidir con el paladín panista “del feminismo”, “la honradez”, “la honestidad”, “la inclusión” y “la tolerancia”: Diego Fernández de Cevallos, quien

ahora se dedica, junto a la versión esotérica de “La Ley y el Orden”, Antonio Lozano Gracia, a esconder a ¿ex? gobernadores en fuga. ¿Alguien olvida a La Calderona

aplaudiendo a rabiar cuando el referido Fernández de Cevallos, siendo candidato presidencial en 1994, llamaba a las mujeres con el “cariñoso” nombre de “el viejerío”, y a

los campesinos les decía “los calzonudos”? ¿Es La Calderona el símbolo del empoderamiento de las mujeres de arriba o una simple prestanombres de un psicópata

insatisfecho? ¿Todavía engaña a alguien el que se presente con su nombre de “soltera”?

Como les contaremos más adelante, las delegadas y delegados del CNI al V congreso, advertían que el profundo racismo que hay en la sociedad mexicana era un obstáculo para

llevar adelante la iniciativa.

Nosotros les dijimos que no era sólo racismo. Hay también, en la clase política mexicana, un profundo desprecio. Para ella, los pueblos originarios ni siquiera son ya un

estorbo, un mueble viejo que hay que arrojar al pasado adornándolo con citas del Popol Vuh, bordados multicolores y muñequitos de ocasión. La política de arriba ve a

través de los indígenas, como si fueran las cuentas de vidrio olvidadas por algún conquistador, o los restos anacrónicos de un pasado atrapado en códices, libros y

conferencias “magistrales”. Para la política institucional los pueblos originarios no existen, y cuando “reaparecen” (así dicen), entonces es una sucia maniobra de una

mente perversa y todo poderosa. Después de 524 años sólo conciben al indígena como incapaz, tonto, ignorante. Si los originarios hacen algo, es porque alguien los

manipula; si piensan lo que sea, es porque alguien los mal orienta. Para los políticos de arriba de todo el espectro ideológico, siempre habrá “un extraño enemigo” detrás

de los pueblos indígenas.

El mundo de la política institucional no es sólo increíblemente cerrado y compacto, no. También es donde reina la “popularidad” sobre la racionalidad, la bestialidad

sobre la inteligencia, y la desvergüenza sobre un mínimo de decencia.

De que los medios de paga trampeen la información para convertirla en mercancía, vaya y pase. De todas formas, de algo tienen que comer los reporteros y es comprensible

que, para ellos, venda más la “nota periodística” de que el EZLN va a participar en las elecciones con una mujer zapatista; en lugar de decir la verdad, a saber, que el

CNI es quien va a decidir si participa o no con una delegada propia, y, dado el caso, contará con el apoyo del zapatismo.

Eso se entiende, la falta de información es también una mercancía. Los reporteros y redactores se ganaron el pan de cada día, ok (sí, de nada colegas, no, no hay por qué

darlas, no, en serio, paso).

Pero que personas que se dicen cultas y pensantes, que se supone que saben leer y escribir, y tienen un mínimo de información, dan clases en centros de estudios

superiores, son eméritos, cobran sin falta sus becas y sueldos, y viajan vendiendo “conocimiento”, no lean lo que el documento “Que retiemble en sus centros la tierra”

dice claramente, y digan y escriban toda clase de boberías pues es, ¿cómo decirlo suavemente?… bueno, es de sinvergüenzas y charlatanes.

Como que los 140 caracteres y la casa de cristal plomado de los medios de comunicación, se convirtieron ya en un muro que niega la realidad, la expulsa y la declara

ilegal. Todo lo que no quepa en un tuit no existe, se dicen y conforman. Y los medios de paga lo saben: “nadie va a leer con atención un documento de 6 cuartillas, así

que hacemos un resumen de lo que sea y los “líderes de opinión” en las redes sociales lo darán por cierto”. Se presentan así una serie de barbaridades que, ya, precipitan

una histeria de borrado que tal vez provocará que se colapse el inmenso reino del pájaro azul.

Cuánto será el desprecio que le merecen los pueblos originarios a estas personas, que ni siquiera les conceden existencia. Aunque el texto dice claramente “una mujer

indígena delegada del CNI”, la magia de la estupidez borra “del CNI” y lo suplanta por “del EZLN”.

¿Después? Bueno, pues una cascada de posicionamientos, comentarios, opiniones, críticas, descalificaciones, likes y dislikes, pulgares arriba y abajo, y no pocos dedos

medios levantados.

Cuando alguien, que sí se tomó la molestia de leer el texto original, tímidamente señala que la posible candidata sería del CNI y no del EZLN y que, ergo, el EZLN no es

quien participa en las elecciones, le cae el mundo encima: “nah, todo es una burda manipulación del cara de trapo”.

Luego los que reclamaron, casi inmediatamente, que por qué no se “liberaba” (sí, así escribieron) primero Chiapas. Claro, como en Chiapas están los territorios de Yaquis,

Kumiai, Rarámuris, Nahuas, Zapotecos, Mixtecos, Chinantecos, Totonacos, Popolucas, Mayas Peninsulares, Wixaritaris, por mencionar a algunos. A las primeras burlas,

trataron de corregir y al menos, se pusieron a consultar en google quiénes rayos eran esos otros indígenas “manipulados por el cara de calcetín”, y se dieron cuenta de que

no sobreviven en Chiapas (lo que, dicho sea de paso, implicaría que las habilidades manipuladoras del finado rebasan ya las fronteras de “las montañas del sureste

mexicano”).

Después de consultar a compas abogados, le pregunté al Subcomandante Insurgente Moisés y no. No habrá demandas ante la CONAPRED (Comisión Nacional para Prevenir la

Discriminación) por violar el artículo primero de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación, ni

ante los tribunales por divulgar información “inexacta o falsa” que causa “un agravio, ya sea político, económico, en el honor, vida privada y/o imagen”.

No, no sabemos si el Congreso Nacional Indígena (quien tiene en sus filas a no poc@s especialistas en jurisprudencia) procederá a las demandas respectivas.

Tampoco sabemos si l@s alumn@s, lector@s, seguidor@s y quienes les pagan sueldos y becas procederán judicialmente en su contra por fraude (fraude: engaño, dar apariencia

de verdad a lo que es mentira), según el artículo 386 del Código Penal Federal: “Comete el delito de fraude el que engañando a uno o aprovechándose del error en que éste

se halla se hace ilícitamente de alguna cosa o alcanza un lucro indebido”.

-*-

Sin embargo, ha habido, hay, y habrá dudas y cuestionamientos legítimos y racionales (la inmensa mayoría provenientes de compas de la Sexta, pero no sólo). A esas dudas y

cuestionamientos es que, en lo posible, trataremos de dar respuesta en este texto. Es seguro que nuestras palabras no serán suficientes. Todas las críticas, desde todo

el espectro político e ideológico, hechas con un mínimo de racionalidad, respeto y con información verídica, las tomaremos en cuenta hasta donde nos toca.

Y aquí es necesario dejarles claro algo a tod@s: la propuesta ya no está en manos del zapatismo. Desde el 13 de octubre del 2016, la propuesta dejó de ser sólo nuestra y

se convirtió en conjunta en el Quinto Congreso del CNI.

Y más: desde el día en que inició la consulta del CNI, la aceptación, el rechazo y/o la modificación de la propuesta, corresponde única y exclusivamente a los colectivos,

organizaciones, barrios, tribus, naciones y pueblos originarios organizados en el Congreso Nacional Indígena. Ya no al EZLN. El resultado de esa consulta y las

decisiones conducentes, si las hubiere, se conocerán en la segunda etapa del Quinto Congreso, los días 29, 30 y 31 de diciembre del 2016 y el primero de enero del 2017, en

Chiapas, México. O antes, si así lo decide el CNI.

-*-

Claro, usted se está preguntando por qué hicimos esa propuesta, si seguimos pensando como hemos dicho desde el inicio de nuestra lucha y ahora lo ratificamos. Bueno,

ahora les platicamos.

Cuando el Subcomandante Insurgente Moisés me dijo que me tocaba explicarle a la Sexta, le pregunté cómo debía hacerlo. “Muy sencillo”, me respondió, “cuéntales lo que

pasó”. Así que eso haré…

UNA PEQUEÑA Y CORTA GENEALOGÍA.

No hemos podido precisar la fecha. Ambos coincidimos en que es entre los años 2013-2014. Aunque el finado Supmarcos no estaba difunto todavía, su muerte ya había sido

decidida, el Subcomandante Insurgente Moisés ya tenía la jefatura del EZLN y los primeros avistamientos de la Hidra empezaban a hacerse más claros.

No sé allá, pero acá las ideas no surgen en un momento particular, ni tienen un autor o autora precisa. Nacen y luego se van moldeando, a veces alcanzan a convertirse en

una propuesta, luego en una iniciativa. Otras, las más, se quedan en ideas solamente. Para pasar el límite entre idea y propuesta se necesitan meses, años, a veces

décadas. Y, si eso ocurre, basta que la idea se concrete en la palabra de alguien para que empiece su accidentado caminar.

Tampoco surgió de una reunión exprofeso. Si me apuran, diré que comenzó una madrugada de café y tabaco. Analizábamos lo que los distintos puestos de vigía detectaban, y

los cambios profundos que, aunque iniciados tiempo antes, ya se manifestaban en los pueblos y parajes zapatistas.

Yo digo que la idea empieza a andar por el Subcomandante Insurgente Moisés. Estoy casi seguro de que a mí no se me hubiera ocurrido algo tan descabellado y absurdo.

Como quiera que haya sido, fue hasta que el SubMoy la habló que nos pusimos a pensarla en serio, con el famoso método zapatista de ir vuelteando y vueltando, hasta llegar

a donde queremos, es decir, hasta “el día después”.

Empezamos por el principio, es decir, por las dificultades y los obstáculos. Si unas y otros son suficientemente grandes como para que sean dignas de un desafío, entonces

se pasa a la siguiente fase: lo que tiene en contra. Después, y sólo después, se analizan los pros, lo que tiene de bueno. Es decir, no se decide hasta no saber si vale

la pena. O sea que primero va el qué, luego todo lo que va en contra y a favor del cómo, luego dónde y cuándo (el calendario y la geografía), y, ya al final del

principio, quién.

Todo esto no es de una persona, sino que se va abriendo a colectivos cada vez mayores. Ahí se va “completando” a partir de las preguntas, primero de los comités “más

viejos” (nos referimos a quienes tienen más antigüedad y conocen de primera mano nuestra historia), luego con los que se han ido incorporando al trabajo de dirección

organizativa, luego quienes están ya como “suplentes” (es decir, los que van relevando a las jefas y jefes), por último, a quienes están en formación, l@s “candidat@s” (o

sea los que se están preparando para hacer el trabajo). Aquí ya estoy hablando de cientos de cabezas, de pensamientos, del ir y venir de la palabra, del oído; hablo ya de

un corazón colectivo que se va ensanchando, haciéndose más y más grande.

El siguiente paso tiene que ver con la respuesta a la pregunta “¿Quién lo va a hacer?”. Si corresponde a las autoridades autónomas, entonces la consulta pasa a ellas; si

a las comunidades, entonces se hace una consulta general: a todas y todos. Si no le toca a ninguna de esas instancias, entonces se tiene que preguntar a quien lo va a

hacer, a veces en forma indirecta, a veces directamente. Si ese “quién” responde afirmativamente, entonces se consulta con tod@s para definir si sí se apoya y cómo.

En eso anduvimos 2 o 3 años al menos. Es decir, la idea iba y venía, pero sin pasar más allá. Después, me dijeron que hiciera un sondeo con gente cercana. Lo hice.

Tiempo después, amaneciendo este año del 2016, el subcomandante insurgente Moisés me llamó y me dijo: “Hay un trabajo, hay que hablarlo”.

El tono me provocó inquietud: la última vez que lo escuché, terminé muerto y renacido en una sola jornada, hará ya poco más de dos años. No obstante, acudí a la reunión.

Debió ser el primero de enero de este año del 2016, en el 22 aniversario del alzamiento. No había nadie más en la champa de la Comandancia General del EZLN que, desde

hace ya más de 3 años, ocupa el SubMoy. El café estaba frío, pero había tabaco suficiente. Él me explicó a grandes rasgos, como suele hacer: como si estuviera pensando

en voz alta. Expuso los contras, los pros, y esperó. Entendí que era mi turno. La idea, como ya expliqué, tenía tiempo madurándose, así que me limité a acotar los

contras y añadir interrogantes a los pros. El “quién” nos rebasaba, y todo lo que no tiene que ver directamente con nosotros, nosotras, es un enigma. Cuando el SubMoy

respondió a mi pregunta de “¿quién?”, con un lacónico “el cumpleañero” (es decir, el CNI, que cumpliría 20 años), lo inseguro se redujo: llevábamos 2 décadas de conocernos

y el Congreso Nacional Indígena era la iniciativa más sólida desde que salimos a la luz pública: el CNI se había mantenido, con sus altibajos, leal a su esencia, y, aunque

lejano su dolor de los medios de comunicación, representaba al sector más golpeado por la Hidra. Sin embargo, todo eso no hacía sino acrecentar las dudas.

“En realidad”, le dije, “no es posible saber qué va a pasar. Eso va a desatar varios nudos y, cierto, lo que de ahí resulte es, en el mejor de los casos, una incógnita.

No sabemos si va a aceptar el Congreso Nacional Indígena, ni mucho menos si la Sexta va a entender. Y, bueno, los otros de allá arriba no piensan, reaccionan con el

hígado, y van a romper cosas que tal vez sea imposible rearmar. Es muy arriesgado. Ahora mismo, mirando y analizando lo que hay afuera, te digo que es más probable que

salga mal a que salga bien”.

El SubMoy dejó de lado la taza de café y encendió un cigarrillo. “Por eso, ahí es donde entras tú. Sabes bien que nuestro modo es prepararnos primero para que salga mal,

recuerda cómo fue el alzamiento y todo lo que le ha seguido. Entonces si sale mal, necesitamos…”

Me precipité y lo interrumpí: “¿un plan alterno?”.

Se rió de buena gana y dijo: “No, necesitamos a quién echarle la culpa de que salió mal”.

A grandes rasgos, el Subcomandante Insurgente Moisés fue recordando pedazos de la película “La Ley de Herodes” y, cuando pensaba yo que se detendría en el discurso final

del diputado Vargas (la historia de un mediocre que se hace criminal y luego gobernante, ¿les suena?), se refirió a la parte de “Hay una noticia buena y una mala”.

(Nota ociosa: “La Ley de Herodes” es un filme de Luis Estrada, con Martín Torres como ayudante de dirección, historia y guion de Jaime Sampietro, Fernando León, Vicente

Leñero y el mismo Luis Estrada, fotografía de Norman Christianson, música de Santiago Ojeda, maquillaje de Alfredo Mora y Felipe Salazar. Junto con “El Infierno” -también

de Luis Estrada, con el gran Joaquín Cosío en el reparto, con el papel del “Cochiloco”-, son las únicas películas que han logrado desplazar a las de Jean Claude Van Damme

del “top” cinéfilo en las comunidades y los campamentos zapatistas).

Luego añadió: “necesitamos planear primero qué vamos a hacer con la noticia mala”.

No se necesitaba mucho para adivinar que la noticia mala era el fracaso de la iniciativa. Y no me refiero a que no tuviera éxito en sí, sino a que fuera rechazada por el

CNI, quien, de aceptarla, se convertiría en el protagonista indiscutible de algo que habría de asombrar a México y al mundo.

El Subcomandante Insurgente Moisés fue avanzando en los detalles.

“Mira, lo primero que le va a preocupar al CNI es que los acusen de que traicionan su palabra, de que se van a meter a la mierda, que se van a desviar del camino, que

están claudicando. O sea que ya se dejaron convencer por el sistema y que quieren la paga, o sea el Poder, mandar, ser como los otros. Que se rindieron, que se

vendieron. Esas críticas, pues de por sí las van a tener, pero estoy seguro de que tienen la cabeza y el pensamiento para responder cabal. Pero el problema es que quién

los va a escuchar. Los van a atacar muy fuerte y no les darán la oportunidad siquiera de defenderse.

Pero ahí les podemos echar la mano. Si nosotros, o sea tú, se pone para recibir las críticas y los ataques, entonces el CNI podrá ver no sólo quiénes saltan, también

podrá ver puntos a favor y en contra que no se podrían ver hasta que se hace público. Todo eso les va a ayudar a decidir si sí o si no”.

Siguió hablando. Casi que hizo un retrato hablado de lo que ha pasado en las 4 últimas semanas. Dijo quién iba a decir qué, quién se iba a poner en contra y por qué,

cuál iba a ser el pensamiento del Mandón, quiénes se iban a confundir, quiénes se iban a esperanzar, quiénes iban a extender sus alas de buitres, y quiénes iban a apoyar

con todo porque iban a entender cabal lo que se ponía en juego.

Después de unas horas de preguntas y respuestas, le dije: “Pero para eso no es necesario que esté presente. Bastarán algunos comunicados, tal vez alguna entrevista. Los

medios son así, pensarán que nada ha cambiado, que se puede hacer lo mismo. Los de arriba, bueno, son tan predecibles que hasta dan flojera. Saldrán con lo del

protagonismo, la manipulación, el divisionismo. Eso sí, se concentrarán en una persona, en eso tienes razón. Pero, te repito, para eso no es necesario que asista. Es

más, son tan cuadrados que sin siquiera decir nada, irán en contra de mí”.

“No”, dijo el SubMoy, “tienes que presentar la propuesta tú. No sólo porque si te ven ahí pensarán que es tu maña y la contra va a caer redondita, también y sobre todo

porque los compas del CNI tienen que entender que no es algo que sólo tenga que ver con los pueblos indígenas. Es más grande, muy grande”.

Entonces, después de encender otro cigarrillo, agregó:

“Tan grande, o más, que el primero de enero de 1994”.

No era nada despreciable la aseveración, sobre todo viniendo de quien venía. El Subcomandante Insurgente Moisés no sólo es veterano de guerra, llegó al EZLN desde mucho

antes del inicio de la guerra. El primero de enero de 1994 le tocó asumir el mando de un regimiento y tomar la plaza de la cabecera municipal de Las Margaritas, al mismo

tiempo que cargaba el cuerpo ya sin vida del Subcomandante Insurgente Pedro. Años después, se encargó de las comunidades zapatistas. El 26 de octubre del 2010 fue

ascendido al grado de Subcomandante Insurgente, el más alto en la jerarquía militar del EZLN. En el año de 2012, “el día del fin del mundo”, fue él quien organizó y

coordinó la movilización silenciosa de más de 40 mil hombres, mujeres, niños y ancianos zapatistas que, en esa fecha, sorprendieron al mundo. El 14 de febrero del 2013,

asumió la vocería y jefatura del zapatismo. Desde entonces, toda nuestra palabra pública, y cualquier iniciativa nacional o internacional, debe pasar por su aprobación.

Y tuvo y tiene razón: el empeño es tan, pero tan terrible y maravilloso, que podría ser más grande que aquel primero de enero del año 1994 que nos marcó indeleblemente.

“Aunque el CNI rechace la propuesta, con sólo ponerse a pensar, a discutir, a dialogar, ya no será igual, porque se pasará del “esto nos hacen” a “vamos a hacer algo”, y

eso ya lleva a otro pensamiento”, siguió diciendo el Subcomandante Insurgente Moisés.

“Y no estarán solos ni solas”, dijo casi al final, “además de nosotras y nosotros, tendrán de su lado las artes y las ciencias”.

Antes de retirarme, le pregunté por qué el Congreso Nacional Indígena. El Subcomandante Insurgente Moisés se levantó para acompañarme a la salida y me respondió:

“Porque son los únicos que pueden hacer lo que nosotros no podemos”.

Luego pasó lo que pasó. El magisterio democrático refrendó su rebeldía, los pueblos originarios siguieron padeciendo golpes, despojos y desprecios, la Hidra siguió

devorando mundos, y el CompArte estalló en colores, sonidos, formas y movimientos que no fueron sino el preludio de lo que vendría después: un temblor terrible y

maravilloso.

Todavía la víspera le pregunté al Subcomandante Insurgente Moisés si había algún cambio. “De por sí como dijimos, prepárate para salir”, me respondió sin añadir más.

Llegamos el día 9 de octubre al CIDECI, cuando la tarde ya colgaba sus ropas manchadas en árboles y casas. Más tarde, cuando la noche ya era ama y señora del calendario y

de la geografía, las delegaciones del CNI llegaron espaciadas. No era corto el camino que debían recorrer para llegar.

Habíamos seguido con atención todos y cada uno de los procesos en el seno del CNI, su palabra pública y privada. El CNI es el único espacio donde los originarios pueden

hacerse escuchar. Sabíamos ya que, a la cuenta de asesinados, desaparecidos, encarcelados, golpeados, se sumarían ahora los cadáveres de territorios enteros.

“Cuando un territorio de un pueblo, nación, tribu o barrio originario es despojado o destruido”, decía el Tata Grande, Juan Chávez Alonso, un indígena purépecha que fue

maestro y guía del CNI y del EZLN, “entonces mueren con él los originarios que tiene en él raíz y casa. Y cuando muere un pueblo originario, un mundo se apaga”.

Sabíamos ya entonces que en las mesas de trabajo y las relatorías de ese congreso habría menos mundos. No eran pocos los que llegarían a despedirse, aunque no lo supieran

todavía.

“Hay que empezar ya”, me dijo el Subcomandante Insurgente Moisés, “hay que compartir la carga”…

NACE UNA PROPUESTA

El día 9 de octubre del 2016, ya noche, pedimos unas primeras reuniones con quienes iban llegando. Nos reunimos en un apartado de las instalaciones del CIDECI-Unitierra.

La delegación zapatista se sentó frente a las delegadas y delegados del CNI que estaban llegando. Permitan que les hable un poco de la delegación zapatista: eran 34, 17

mujeres y 17 varones; de ell@s, sólo 7 eran de “l@s viej@s”; el resto, 27, eran comandantas y comandantes que eran niñas y jóvenes cuando nos alzamos el primero de enero

de 1994.

Saludamos con un apretón de manos. Tod@s se sentaron, menos el Subcomandante Insurgente Moisés y yo. Él me hizo una señal.

Empecé a hablar, tratando de recordar todo lo que habíamos hablado antes, explicando lo que, palabras más, palabras menos, habría de repetir al día siguiente, 10 de

octubre, en la plenaria cerrada, y luego en la plenaria abierta del 13 de octubre:

“Pensamos que tenemos que tomar una decisión como CNI y EZLN. Tenemos que decidir si este Quinto Congreso es como otras reuniones, donde decimos nuestros dolores,

platicamos de nuestras resistencias, nos quejamos, maldecimos al sistema, declaramos que no nos vamos a rendir, y nos vamos cada quien a su tierra a seguir llevando la

cuenta de agresiones, despojos, injusticias, muertes.

Nuestro dolor cada vez llega a menos personas. Nuestras muertes no encuentran eco como antes. Y no es que la gente de afuera se haya hecho cínica o apática. Es que la

guerra que padecemos desde hace tiempo como pueblos originarios, ya les llegó, ya está en sus calles, en sus casas, en sus escuelas, en sus lugares de trabajo. Nuestros

dolores son ya uno más entre muchos otros. Y, aunque el dolor se extiende y se hace más hondo, estamos más solos que nunca antes. Cada vez vamos a ser menos.

Pronto el CNI no podrá reunirse porque no se pueda salir de sus territorios, sea por la paga, sea por el mal gobierno, sea por las empresas, sea por la delincuencia, sea

porque la muerte natural o la muerte mala lo impidan. En un tiempo más estaremos hablando sólo entre nosotros mismos, sabiendo ya lo que vamos a decir.

Ustedes, delegadas y delegados al CNI, están aquí porque los mandataron, porque sus pueblos, naciones, tribus y barrios buscan apoyo, palabra y oído que les alivie y

conforte. Vienen a hablar y a escuchar. Ustedes se deben a sus pueblos, a nadie más. Todo está muy mal y, ustedes y nosotros los sabemos, se va a poner peor. Tienen

que hacer algo.”

Les conté entonces una anécdota sucedida al finado Supmarcos cuando la otra campaña, hace 10 años.

Contó él que, en una nación originaria en el noroeste de México, se reunió con un jefe indígena. Como en otras veces, el finado fue criticado porque el dicho jefe había

recibido antes a gobiernos institucionales. El finado dijo que a él no lo habían mandado a juzgar y a condenar o absolver, sino que debía escuchar porque un día se iba a

necesitar. El jefe indígena lo recibió por aparte y en privado.

Le dijo el jefe al finado: “Sé bien que no querían que te reunieras conmigo, que te presionaron para que no estuvieras aquí. A mí también me presionaron para que no te

recibiera. No sé por qué estás aquí. Me imagino que quienes te mandaron así te dijeron, que nos vieras y escucharas. No lo sé. Pero te voy a decir por qué te recibí.

Yo he recibido a los gobiernos. Han venido de todos los colores y de todos los tamaños. Llegan, se toman su foto, dicen unas palabras, se van, no vuelven. Yo los he

recibido porque mis anteriores me dijeron que mi deber era ver que mi gente, mi pueblo, no muriera, que sobreviviera. Por eso los recibí a ésos, por eso te recibo a ti.

No creo que me traigas ni consejos ni enseñanzas, aunque es bueno que no busques foto y escuches en lugar de hablar. A ésos los recibí porque pienso que así mi pueblo

sobrevive un tiempo más y no muere. Por eso te recibo a ti, porque creo que algo se verá de lo que somos y esa mirada, aunque sólo por poco tiempo, ayudará a mi pueblo a

sobrevivir.” El finado anotó todo en su cuaderno, por eso tenía cabal las palabras del jefe indígena.

Después de esas palabras, el jefe quedó callado. El finado pidió entonces permiso para hablarle. El jefe le concedió la palabra. El finado dijo, palabras más, palabras

menos (no las anotó en el cuaderno porque no podía hablar y apuntar al mismo tiempo): “Gracias por recibirme. Sólo tengo una pregunta: ¿no le preocupa haberse equivocado,

es decir, que el recibir a los gobiernos o a mí, no le haya ayudado a su pueblo a no morir y sea juzgado como un mal jefe?”

El jefe indígena esperó a ver si era toda la pregunta, luego respondió: “A mí sólo me puede juzgar mi propio pueblo. Si mi pueblo me condena por eso que hice y hago,

quiere decir que no me equivoqué. Porque para que me juzgue y condene, mi pueblo tiene que haber sobrevivido. Así que habré cumplido mi deber y daré buenas cuentas a los

muertos, aunque los vivos me condenen”.

Aquí termina la anécdota del difunto. Seguí hablando:

“Por eso ustedes tienen que tener claro a quién le deben. Al EZLN no le deben nada. Tampoco a la Sexta. A nadie que no sean sus propios pueblos, a quienes representan,

le deben nada. Tienen que hacer algo, porque pronto para muchos no habrá nada y será demasiado tarde.”

Les dijimos que tenían que hacer algo, que su deber era para con sus barrios, tribus, naciones y pueblos originarios, para con sus colectivos y organizaciones.

Les dijimos que hicieran algo, lo que fuera; que, si lo veían necesario, se entraran en Morena (está en las grabaciones y lo pueden certificar las delegadas y delegados

asistentes; fue la única vez que, por nuestra parte, se mencionó a quienes después, y antes que nadie, deslegitimaron y condenaron la propuesta, haciendo gala de

estupidez, racismo, intolerancia, desprecio y franca esquizofrenia. Sí, la primera opción que el zapatismo le presentó al CNI fue apoyar al Partido Movimiento de

Regeneración Nacional). O que entraran a cualquier otro partido político. O que hicieran su propio partido político.

Que en todo eso no los íbamos a seguir, pero íbamos a comprender por qué lo hacían y no tendrían, de parte nuestra, ni juicios ni condenas.

Les dijimos que si les estorbaba la Sexta, que la dejaran.

Que si les estorbaba el EZLN que cortaran la relación con nosotros.

No necesito decirles que, a cada una de esas opciones, las delegadas y delegados hacían gestos como de estarse espantando moscas impertinentes. Todas y todos se mantenían

callados. Seguí:

“Hagan algo, eso u otra cosa.”

Aquí voltee a ver al Subcomandante Insurgente Moisés. Él hizo un gesto de que continuara:

“Nosotros les venimos a proponer otra cosa: estamos golpeados, con muertes, desapariciones, secuestros, encarcelamientos, despojos, injusticias, territorios enteros

destruidos y otros en vías de extinción. Estamos acorralados, sin esperanzas, sin fuerzas, sin apoyos, débiles, agonizantes. Para los políticos y los medios, aunque sean

de izquierda o progresistas, no existimos.

Así que nosotros, nosotras, zapatistas, pensamos que es el momento de pasar a la ofensiva. Llegó la hora del contra ataque. Y hay que empezar golpeando uno de los

corazones del sistema: la política de arriba.

Por eso les proponemos que el CNI forme una Junta de Gobierno Indígena (así se llamaba en nuestra propuesta original; ya en asamblea, y a propuesta de una delegación

indígena magonista de Oaxaca, pasó a llamarse “Concejo Indígena de Gobierno”), un colectivo, formado por delegados del CNI, que aspire a gobernar el país. Y que se

presente a las elecciones presidenciales del 2018 con una mujer indígena del CNI como candidata independiente.”

No, ante esa propuesta las delegadas y delegados no hicieron como si se espantaran un insecto molesto, sino que francamente se enojaron. A algunos les molestó mucho

(bueno, más bien se encabronaron). Otros más dijeron que como chiste era muy malo, que no les daba risa sino dolor de estómago. Pero la mayoría guardó silencio.

Debo decirles que, en el modo de los originarios, el silencio no significa acuerdo, convencimiento o falta de argumentos. Significa que escuchan y, ojo, piensan y

analizan antes de hablar (sí, a más de un@ le haría mucho bien seguir ese método).

¿Por qué nos escucharon? Porque nos consideramos hermanos y hermanas. El respeto que nos tenemos mutuamente hizo que nos escucharan hasta el final.

Y entendieron que no era una ocurrencia, sino una idea que podría llegar a ser una propuesta. Y como tal empezaron a pensarla.

Después de un alargado silencio, alguien inició diciendo algo como: “estoy pensando que así podríamos reconstruir el CNI, que la iniciativa le daría otra vez visibilidad a

los indígenas. Porque, hay que decirlo claro compas, no existimos para la clase política. Ya ni como objeto de limosna nos mencionan. Y creo que con esta propuesta no

sólo podríamos encontrarnos con otros indígenas, también nos encontraríamos con mucha gente de abajo que está jodida. Hay mucho descontento en todo el país, y no hay

alternativa para los indígenas, y tampoco para los que no son indígenas. Claro, la propuesta tiene varias cosas en contra que tenemos que analizar con seriedad”.

Alguien más tomó la palabra y mencionó dos contras: el racismo que hay en la sociedad mexicana; y que los iban a criticar y atacar por buscar el Poder. Ambos puntos en

contra se repitieron en las valoraciones posteriores. No, ni en esa reunión, ni en las subsiguientes, nadie mencionó como punto en contra que se acusara de querer

“dividir a la izquierda”.

Así fue como la idea empezó a dejar de ser sólo nuestra. Así es como el CNI empezó a pensarla y a hacerla suya. La palabra fue ensanchándose a más y más. Pronto, todas

las delegaciones estaban pensando, opinando, valorando. La absurda idea empezaba a convertirse en una propuesta colectiva.

En la asamblea plenaria cerrada del día 10 de octubre y en las mesas de trabajo del día 11, la palabra iba y venía. Sin dejar de cumplir con el mandato que llevaban las

delegaciones, el tema central dejó de ser la denuncia. La posibilidad de pasar a la ofensiva se convirtió en lo más importante. En las mesas de trabajo (fueron 4), a las

que podían asistir como observadores, algun@s compas de la Sexta, cuando se tocaba el tema, se movían nerviosos en sus asientos, se miraban un@s a otr@s (no podían hablar,

sólo escuchar), volteaban a ver a la delegación zapatista (nos habíamos repartido para cubrir las 4 mesas y tener así cabal el apunte de todas las denuncias y experiencias

de las delegaciones del CNI). Más de un@ se salió con molestia manifiesta.

Un movimiento febril recorría reuniones grandes y pequeñas. Quienes podían, llamaron por teléfono a sus pueblos contándoles lo que se discutía, pidiendo opiniones,

pareceres. Los pros y los contras eran analizados y discutidos. Se hacían listas de unos y otros. Se pesaban. Se buscaba la respuesta a una pregunta: “¿Valdría la

pena?”.

La idea había ya dejado de ser del EZLN. Era ya del Congreso Nacional Indígena. En el corazón colectivo de los pueblos originarios crecía el eco de las palabras

iniciales del Subcomandante Insurgente Moisés, a nombre de todas y todos los zapatistas:

“Ahora es la hora del Congreso Nacional Indígena. Que a su paso retiemble en su centro la tierra. Que en su sueño se derroten el cinismo y la apatía. Que en su palabra

se levante la de quien no tiene voz. Que en su mirada se ilumine la oscuridad. Que en su oído encuentre casa el dolor de quien se piensa solo. Que en su corazón

encuentre consuelo y esperanza la desesperación. Que con su desafío se asombre de nuevo el mundo”

-*-

Pero faltaba lo que faltaba.

Además de valorar los pros y los contras, para el CNI tenía que quedar claro cuál era el papel del zapatismo en esa iniciativa.

Con la antelación debida, el Subcomandante Insurgente Moisés y el Comité Clandestino Revolucionario Indígena, habían organizado una pequeña fiesta para homenajear al

cumpleañero, el Congreso Nacional Indígena, que ese día 12 de octubre del 2016 llegaba a los 20 años de ser casa, oído, palabra y eco de los pueblos originarios de México.

¿El lugar? El caracol de Oventik, en las montañas del sureste mexicano.

Se recibió a las delegaciones del CNI conforme a los protocolos zapatistas para invitados especiales. Claro, hubo un esfuerzo extra por honrar a esas visitas. No todos

los días se podía recibir a nuestros familiares más cercanos, a quienes tienen en común con los pueblos zapatistas la sangre, el dolor, la rabia, la resistencia y la

rebeldía. Es decir, la historia.

Al principio no entendí por qué el Subcomandante Insurgente Moisés había dispuesto el acomodo de las delegaciones de esa forma: en el templete principal acomodó a las

delegaciones del CNI, y enfrente puso una pequeña tarima donde se colocó la dirección zapatista, encabezada por él mismo.

Yo pude ver todo porque me movía de un lado a otro, tratando de convencer a las compañeras y compañeros del CNI que podían subirse a las bancas para ver mejor. “Es que

traigo lodo en los zapatos y voy a manchar la banca”, argumentó una delegada. “Compañera”, le dije, “aquí lo que sobra es lodo, así que no tengas pena”.

El CNI nombró a una mujer indígena delegada para tomar la palabra en la ceremonia. Habló el Comandante David para dar la bienvenida. Luego habló la compañera del

Congreso Nacional Indígena. Ella habló como se habla entre familiares: con el corazón en la mano. No voy a repetir sus palabras, ni las que luego el Subcomandante

Insurgente Moisés dijo a nombre de todas y todos nosotras. Ya se iba a retirar la compañera del CNI cuando el Subcomandante Insurgente Moisés le pidió que se quedara.

Ahí quedó la compañera durante todo el acto, rodeada de la jefatura indígena zapatista, de frente a las delegaciones del Congreso Nacional Indígena.

Entonces entendí.

Yo miraba desde un costado, pero con la perspectiva visual de las delegaciones del CNI, quienes pudieron ver cómo una mujer, indígena como ellas y ellos, del Congreso

Nacional Indígena como ellos y ellas, era acompañada por la máxima autoridad del EZLN, cubriéndola, protegiéndola, acompañándola, apoyándola, marcando lo que nos hacía

diferentes, pero compañeras y compañeros.

Fue así como, con ese símbolo, el Subcomandante Insurgente Moisés respondió a la pregunta que rondaba a las delegaciones del CNI desde el primer día: “¿Qué lugar iba a

tener el EZLN en la iniciativa si se aprobaba?”

Hubo después bailables, obras de teatro, canciones y poesías.

Al final del acto, una compañía miliciana zapatista presentó un comunicado completo sin decir una palabra.

¿Después? La comida: res y guajolote, a elegir, café y pozol. Luego se retiraron.

Al otro día, el 13 de octubre, fue la asamblea general resolutiva…

¿POR QUÉ?

El 13 de octubre inició con buenos augurios: una de las mesas de trabajo no había terminado y la apertura de la asamblea plenaria se fue retrasando. Después se inició con

la presentación de las relatorías. Sí, una de las mesas no había terminado de transcribir. Siguió el retraso, como debe ser en cualquier decisión importante. Oh, lo sé.

De balde lo decimos, si nosotros somos la actualización constante del software “la rebelión de los colgados”.

Por indicaciones del Subcomandante Insurgente Moisés, en las tres asambleas plenarias (la cerrada, la de inauguración y la de cierre) la delegación zapatista se sentó

hasta atrás, al fondo del auditorio del CIDECI-Unitierra. Así quedaba claro de qué iba el asunto: era la hora del Congreso Nacional Indígena.

Cuando al fin se llegó al tema de “Propuestas para el fortalecimiento del CNI”, el Subcomandante Insurgente Moisés pidió la palabra para la delegación zapatista. Le fue

concedida y el SubMoy pasó al frente. Inició sus palabras más o menos así:

“Me contaron una película, creo que se llama “La Ley de Herodes” (risas generales, menos mi mueca particular porque ya sabía lo que seguía). Entonces en esa película que

me contaron hay una parte donde el Vargas dice: traigo una noticia buena y una mala (más risas generales, más muecas particulares). Entonces tenemos que ver cómo vamos a

hacer con la noticia mala. O sea, a quién le vamos a echar la culpa de que salió mal. Entonces le voy a pedir al SupGaleano que pase a explicar la propuesta” (más risas

generales, ya ninguna mueca particular).

Pasé al frente. Después de aclarar de que hacía con mucho gusto mi trabajo de “punching bag”, o de “plan alternativo”, y que para mí era un poderoso afrodisíaco el

recibir críticas e insultos (bueno, lo dije en forma más prosaica, pero ése era el tenor), dije lo que tenía encomendado decir. Lo haré de forma sintética, puesto que ya

son varias cuartillas y, si usted ya ha llegado hasta ésta, merece un poco de consideración. Además, ahora sabrá usted el por qué el ezetaelene hizo esa propuesta y por

qué al CNI.

Primero insistimos en que nuestra propuesta original era la de una mujer indígena, delegada del CNI, de sangre indígena, que hablara su lengua y conociera su cultura. Y

abrimos con esto porque lo referente a “una mujer” se había ido diluyendo en los conversatorios y mesas de trabajo. Primero pasaron a decir “la candidata o candidato”,

luego “el candidato o candidata”, luego sólo “el candidato”.

Luego les recordamos que no se podía tomar una decisión ahí, en ese Quinto Congreso, porque era un compromiso desde su nacimiento, que el Congreso Nacional Indígena

consultaba con quienes lo forman las propuestas que se presentaban en las reuniones. Los siete principios obligaban al CNI a consultarse a sí mismo, según el modo de cada

quien.

Después les dijimos lo que creemos respecto a la iniciativa:

Que el Concejo Indígena de Gobierno debería estar formado por delegados y delegadas de todos los colectivos, organizaciones, barrios, tribus, naciones y pueblos

originarios organizados en el Congreso Nacional Indígena.

Que no van a ganar porque el sistema electoral en México está hecho para beneficiar a los partidos políticos, no para la ciudadanía.

Que, si ganan, no se los van a reconocer, porque el fraude no es una anomalía del sistema electoral mexicano, es su columna vertebral, su esencia.

Que, si ganan y se los reconocen, no van a poder hacer nada trascendental, porque allá arriba no hay nada que hacer. Las cuestiones fundamentales de la maltrecha nación

mexicana no se deciden ni en el poder ejecutivo, ni en las cámaras legislativas, ni en el poder judicial. El Mandón no tiene cargo visible y despacha en las catacumbas

del Poder financiero internacional.

Y que, no a pesar de todo lo anterior, sino precisamente por todo lo anterior, podían y debían hacerlo.

Porque su acción iba a significar no sólo un testimonio de inconformidad, sino un desafío que seguramente encontraría eco en los muchos abajos que hay en México y en el

mundo; que podría generarse un proceso de reorganización combativa no sólo de los pueblos originarios, también de obreros, campesinos, empleados, colonos, maestros,

estudiantes, en fin, de toda esa gente cuyo silencio e inmovilidad no es sinónimo de apatía, sino de ausencia de convocatoria.

En respuesta a lo que se había dicho de que era imposible, que había mucho en contra, que no se iba a ganar, les respondimos que, si nos hubiéramos encontrado el 31 de

diciembre del 1993 y les hubiéramos dicho que, en unas horas, nos íbamos a alzar en armas, declarar la guerra al mal gobierno y atacar los cuarteles de la policía y el

ejército, también nos hubieran dicho que era imposible, que había mucho en contra, que no se iba a ganar.

Les dijimos que no importaba si ganaban o no la presidencia de la República, que lo que iba a importar era el desafío, la irreverencia, la insumisión, el quiebre total de

la imagen del indígena objeto de la limosna y la lástima (imagen tan arraigada en la derecha y, quién lo dijera, también en la izquierda institucional del “cambio

verdadero” y sus intelectuales orgánicos adictos al opio de las redes sociales), que su atrevimiento cimbraría al sistema político entero y que tendría ecos de esperanza

no en uno, sino en muchos de los Méxicos de abajo… y del mundo.

Les dijimos que la iniciativa estaba a tiempo para que, con toda libertad y responsabilidad, decidieran hasta dónde la llevaban, qué tan lejos llegaban.

Les dijimos que podrían decidir en todo momento qué, porque era su paso, y que el destino que se marcaban rompería todos los esquemas, sobre todo los de quienes se creen y

piensan vanguardia del cambio y la revolución.

Les dijimos que, si estaban dispuestos a desafiar a una sociedad racista, deberían ir más allá y desafiar también a un sistema patriarcal y machista (no es lo mismo, se lo

pueden aclarar quienes militan en la lucha feminista).

Les dijimos que las comandantas zapatistas decían que ellas podían ver de apoyar a las compañeras que quedaran en el Concejo Indígena de Gobierno, y a la compañera que

quedara como vocera y candidata, cuidando a sus hijos en comunidad. Que los cuidaríamos bien, como si fueran propios. Irían a la escuela autónoma para que no se retrasen

en sus estudios, veríamos de que doctoras y doctores solidarios estuvieran pendientes de su salud. Y que, si tenían animalitos, pues también los íbamos a cuidar. Que las

compañeras del CNI fueran sin pena a ese trabajo si así lo mandaba el acuerdo del CNI.

Les dijimos que no se preocuparan si no saben hablar bien español. Que el Peña Nieto tampoco sabe y ahí está.

Les dijimos que podíamos reorientar nuestra economía de resistencia y hacer un llamado a personas, colectivos y organizaciones de México y el mundo, para conseguir la paga

para moverse a donde fuera necesario. Así podrían tener la libertad de renunciar a la paga económica institucional que el sistema da a las candidaturas independientes.

Les dijimos que no sólo pensábamos que podían gobernar nuestro país que se llama México, también podían gobernar el mundo entero.

Les dijimos que aprovecharan para hablar y escuchar a otros pueblos originarios, y a otros y otras que no son indígenas, pero que igual están sufriendo sin esperanza ni

alternativa.

Les dijimos que había cosas que nosotras, nosotros como zapatistas podíamos hacer y el CNI no. Y que el CNI podía hacer cosas que nosotros, nosotras como zapatistas no

podíamos hacer.

Les dijimos que ellas, ellos, el colectivo que se nombra Congreso Nacional Indígena, podía hacer lo que nadie más (incluyendo al zapatismo) podía hacer: unir. Porque un

movimiento legítimo, como el de los pueblos originarios, puede y debe ser un punto de unión entre los diferentes pero iguales en empeño.

Pero no “unir” bajo una sigla, una jerarquía, una lista de siglas reales o suplantadas. No. Unir como punto de confluencia, ser el asidero donde las diferencias y

rivalidades encuentran punto común, donde coinciden. La tierra, pues. Y para ello quién mejor que quienes son el color que son de la tierra.

Les dijimos que, en torno a ese Concejo y a esa mujer indígena, podía generarse un gran movimiento que cimbrara el sistema político entero.

Un movimiento donde confluyeran todos los abajos.

Un movimiento que haría retemblar en sus centros la tierra.

Sí, ya en plural, porque son muchos los mundos que en la tierra yacen y aguardan una buena sacudida para nacerse.

Les dijimos que tal vez, entonces, no importará si se juntan o no las firmas, si sale o no la paga para moverse, si se obtiene o no el registro de la candidata, si se

presentan o no las otras candidaturas a debatir, si se participa o no en las elecciones, si se gana o no, si se reconoce o no el triunfo, si se puede o no algo hacer allá

arriba.

Y no iba a importar porque serían otros los problemas, otras las preguntas, otras las respuestas.

Les dijimos que no les íbamos a heredar nuestras fobias y filias, que respetaríamos sus decisiones, sus pasos, sus caminos.

Les dijimos que, como zapatistas, seríamos una fuerza más entre las que seguramente habrían de sentirse convocadas por su desafío.

Y les dijimos lo más importante que habíamos ido a decirles: que estábamos dispuestos a apoyar con toda nuestra fuerza.

Que íbamos a apoyar con todo lo que tenemos, que, aunque poco, es lo que somos.

-*-

Siguieron las participaciones, todas ya en el sentido de hacer propia del CNI la propuesta. Alguno que otro pidiendo que ya se decidiera ahí mismo. La inmensa mayoría

señalando que había que consultar.

La comisión relatora nos pasó una copia del proyecto de resolutivo.

Instintivamente tomé un lapicero para agregar comas, y puntos.

El Subcomandante Insurgente Moisé

Show more