Correo del Orinoco
Edición de Abril 30 /2014
El Grupo Gran-Colombia (GGC) es una organización sin fines de lucro, absolutamente independiente de todo grupo político, religioso, empresarial o gubernamental, cuyo desafío fundamental es encontrar y usar los medios necesarios para lograr una progresiva evolución hacia una sociedad libre, formada por ciudadanos ilustrados y responsables, que acierten a protegerse, mediante un esfuerzo común, contra el miedo, la necesidad y la opresión, sea interna o externa.
En esta edición:
1) A propósito de García Márquez – Alberto Benegas Lynch
2) El karma de la baja productividad en América Latina – Manuel Hinds
3) Arqueología del 1 de mayo – Cristina López G.
4) Sobre la supuesta superioridad moral del socialismo – Hana Fischer
5) ¿Votar por Santos? – Jesús Vallejo Mejía
6) El falaz ataque a las “fallas de mercado” – Cachanosky y Nicole Leclercq
1) A propósito de García MárquezAutor: Alberto Benegas LynchAcabo de leer el libro publicado hace poco por Plinio Apuleyo Mendoza titulado Gabo. Cartas y recuerdos. Plinio es coautor con Carlos Alberto Montaner y Álvaro Vargas Llosa de la muy valiosa e ilustrativa triada sobre el idiota latinoamericano, pero aquél trabajo sobrepasa en un punto a este trío.Y el punto se hace sentir de modo filoso, contundente y de un modo feroz cuando el autor traza un paralelo entre las esperanzas de latinoamericanos pobres convencidos por intelectuales de izquierda que su salvación está en el socialismo. En eso estribaba la esperanza y el sueño de cambio. Esto se inculcaba con más fuerza al sostener que los generales-dictadores de la época representaban al capitalismo a lo que se agregaba que los gobiernos estadounidenses apoyaban estas manifestaciones brutales de autoritarismo (recordemos a Trujillo en la República Dominicana, Somoza en Nicaragua, Stroessner en Paraguay, Perón en Argentina, Vargas en Brasil, Rojas Pinilla en Colombia, Pérez Giménez en Venezuela, Ubico en Guatemala y Batista en Cuba).
El paralelo lo establece con motivo de su visita (junto a García Márquez) a Alemania Oriental. Allí dice Plinio Apuleyo Mendoza que se topó por todos lados con la pobreza más colosal y la mugre más espantosa y maloliente pero con una diferencia sustancial: allí no había esperanza alguna porque la revolución ya se había consumado… y era eso. Esto, sigue diciendo el autor, provoca y explica “el cambio de actitud” de las personas para convertirla en resignación y tristeza, en lugar de la esperanza de sus colegas latinoamericanos. Esto nos parece una observación crucial que se encaja en la piel del lector de un modo profundo y perecedero. Una imagen vívida que todo lo explica.
Escribe Plinio que en esa visita también a la URSS hizo que perdiera su “inocencia respecto al mundo socialista” ya que adhería a esa postura, experiencias que, en esa instancia, no fueron suficientes para abandonar el intento por implantar un socialismo distinto al de las masacres de Stalin, de ahí que al comienzo apoyó el experimento cubano, idea que a poco andar abandonó para abrazar la causa liberal.
Esto me recuerda el tránsito intelectual de mi amigo Eudocio Ravines (finalmente asesinado en México) que en su juventud fue Premio Lenin y Premio Mao y organizó el comunismo en España y en Chile (con especial encargo del Kremlin de infiltrar la Iglesia católica), quien, al principio —antes de escribir La gran estafa y miles de columnas a favor de la sociedad abierta— pensaba que el problema era Stalin y tardó en darse cuenta que la raíz del mal radica en el sistema socialista.
Plinio Apuleyo Mendoza afirma en el libro que venimos comentando que “Los latinoamericanos de nuestra generación tuvieron de jóvenes una versión seráfica del socialismo, que la realidad se ha encargado de corregir severamente. Las desesperadas circunstancias políticas de América Latina, sus generales en el poder, presos y exiliados en todas partes, avivaban nuestras simpatías por el mundo socialista, que conocíamos solo de modo subliminal a través de toda la mitología revolucionaria […] una gran decepción similar a la que tuve de niño cuando supe que los juguetes de Navidad no los traía el Niño Jesús”.
Se preguntaba este autor “cómo y por qué la Alemania capitalista [Occidental] que hemos visto en Heidelberg y en Frankfurt, parece reluciente como una moneda recién acuñada, con edificios recién construidos, vitrinas resplandecientes, bellos parques, cafés repletos de gente, música y muchachas resplandecientes por todos lados mientras que la Alemania socialista, la nuestra, al fin y al cabo, parece negra y lúgubre como una cárcel”.
Respecto a su relación con Gabriel García Márquez debe destacarse que prácticamente convivió con él en Barcelona, París, Caracas, Bogotá y La Habana durante muchos años y es el padrino del hijo mayor del premio Nobel. Subraya Plinio al referirse a la experiencias apuntadas y sus divergencias de fondo con el régimen totalitario del castrismo que “Desde luego es lo que pienso yo: no García Márquez. El, hoy en día, pone a Cuba fuera de la cesta”. Algo increíble en verdad, incluso el célebre caso Padilla que tanto conmovió a otros escritores, no modificó la postura de García Márquez quien siguió manteniendo hasta su muerte una relación estrecha con el asesino de la isla-cárcel.
Es bueno recordar que Cuba, antes del advenimiento de Castro, a pesar de los inaceptables crímenes y barrabasadas de Batista, arrastraba ventajas anteriores como la nación de mayor ingreso per cápita en Latinoamérica, notables industrias del azúcar, refinerías de petróleo, cerveceras, plantas de minerales, destilerías de alcohol, licores de prestigio internacional; tenía televisores, radios y refrigeradores en relación a la población igual que en EE.UU., líneas férreas de gran confort y extensión, hospitales, universidades, teatros y periódicos de gran nivel, asociaciones científicas y culturales de renombre, fábricas de acero, alimentos, turbinas, porcelanas y textiles. En realidad no es necesario extenderse en estos temas y las masacres morales y físicas del socialismo cubano contra propios (“gusanos contrarrevolucionarios”) y extraños (“imperialistas mal paridos”), puesto que ya lo han hecho con gran solvencia, entre muchos otros, personalidades como Carlos Alberto Montaner, Huber Matos y Armando Valladares.
A veces —según la magnitud y publicidad del caso— resulta difícil separar la condición profesional de la conducta personal. Otras veces esa dificultad se esfuma puesto que los hechos y dichos privados no trascienden más de lo prudente. En el caso de García Márquez surge la dificultad debido precisamente a que ha exhibido una y otra vez lo que a nuestro juicio es su aspecto oscuro al hacer gala de su vinculación con el origen y la fuente de un sistema oprobioso y criminal.
De todos modos he disfrutado uno de sus libros (Noticias de un secuestro) y varios de sus cuentos que si bien no me parece que estén a la altura de los de un Giovanni Papini, algunos de ellos son estupendos e imposibles de dejar una vez que se comenzaron a leer como “Algo muy grave va a suceder en este pueblo”, que paradójicamente no está incluido en la muy difundida edición de bolsillo titulada Todos los cuentos, colección en la que en el Prólogo a “Doce cuentos peregrinos” nos da una pista de su tremenda auto-exigencia como escritor: “nunca he vuelto a leer ninguno de mis libros por temor a arrepentirme”. Seguramente esto es por lo dicho por Borges al citarlo a Alfonso Reyes: “como no hay tal cosa como un texto perfecto, si uno no publica se pasa la vida corrigiendo borradores”.
Concluye Plinio su libro afirmando que “mi filosofía política es liberal y no marxista como en los tiempos de mi juventud; he dejado de ser un hombre de izquierda y pienso que el delito contrarrevolucionario tan severamente castigado en Cuba equivale a un delito de opinión propio de un régimen totalitario. Creo que el balance de la revolución cubana es catastrófico”. Opiniones que le visto ratificar con solvencia al autor cada vez que nos hemos encontrado en congresos en los que participamos como oradores.
Es que el liberalismo significa respeto irrestricto por los proyectos de vida de otros. La vida se torna insoportable si cada uno pretende imponer su visión de las cosas al prójimo. Cada uno debe poder encaminarse por donde estime pertinente siempre y cuando no lesione derechos de terceros y debe asumir las consecuencias de sus hechos. En esto consiste la tolerancia que mejor expresada es respeto puesto que tolerancia puede interpretarse con cierto tufillo inquisitorial en el sentido de que se “tolera”, es decir, se “perdona” el error ajeno. El conocimiento es siempre de carácter provisional sujeto a refutaciones, de allí la importancia de los debates abiertos.
Lo interesante y productivo de la sociedad libre es que la asignación de los siempre escasos recursos se hace conforme a las votaciones diarias de los consumidores según sean sus necesidades, y las diferencias resultantes permiten maximizar las tasas de capitalización que, a su turno, elevan salarios e ingresos en términos reales.
Nada más peligroso que los megalómanos que pretenden fabricar el “hombre nuevo” a la fuerza, quienes concentran ignorancia al entrometerse en la vida y las haciendas ajenas en lugar de percatarse de que el conocimiento está disperso y es fragmentado entre millones de actores que expresan sus necesidades a través de arreglos contractuales libres y voluntarios en un contexto donde se respeta el derecho de propiedad.
Es de esperar que el magnífico libro de Plinio contribuya a reafirmar la desilusión de tantos que han cifrado sus esperanzas en la prepotencia de la fuerza y que, en todo caso, retomen la tradición de quienes se sentaron a la izquierda del rey en la Asamblea Constituyente en la Francia revolucionaria para oponerse a los abusos del poder y no para engrosarlos.
De todos modos, las ventas de García Márquez (cincuenta millones de ejemplares solo de Cien años de soledad) son un buen síntoma ya que, si bien, como escribe Daniel Pennac, “el verbo leer no resiste el imperativo” hoy, a diferencia de antaño, la buena lectura en gran medida se sustituye por aparatos electrónicos de imagen y audio de golpeteos ruidosos, “estupidez, vulgaridad y violencia”.
2) El karma de la baja productividad en América LatinaAutor: Manuel HindsLa fuente primordial de riqueza es el conocimiento, que, cuando aplicado a la producción, potencia a los trabajadores para que produzcan un alto valor agregado por sus salarios —es decir, para que tengan una alta productividad. Esto, a su vez, permite que las empresas paguen salarios altos y aún así sean rentables y acumulen capital. La revista británica The Economist publicó hace poco un artículo sobre el estancamiento de la productividad en Brasil con una gráfica similar a la adjunta. El problema, sin embargo, no sólo es de Brasil. Es de América Latina entera.
Como se ve en la gráfica, América Latina tiene dos problemas con la productividad. Uno, es que es baja con relación a la de los países desarrollados. El otro es que, con la modesta excepción de Chile, no ha estado aumentando en los últimos treinta años. Digo modesta porque, aunque claramente distinguible, no se compara con el crecimiento de la productividad de Corea (mostrado en la gráfica), Singapur y Hong Kong (no mostrados) que fueron los únicos países que salieron del subdesarrollo en los últimos cien años. En realidad Chile ha logrado empatar con México en el primer lugar de la región latinoamericana, pero eso representa apenas el 56 por ciento de la productividad de Corea y el 32 por ciento de la de EE.UU.
Mucha gente se sorprenderá por tres cosas más mostradas en la gráfica. Una es que la productividad de Rusia es casi igual a la de Chile y México (apenas un poco arriba de la de Costa Rica, que no se muestra). El comunismo dejó a Rusia bien armada pero bastante subdesarrollada.
Otra es que Brasil tiene apenas la mitad de la productividad de México, y apenas ha crecido en los últimos treinta años. Lo que es inexplicable es que, como resultado de un boom en productos primarios, tanta gente haya creído hace unos años que estaba a punto de convertirse en el motor de la economía mundial.
La tercera sorpresa es que la productividad de China es tan baja como la de Brasil. Sin embargo, está creciendo rápidamente y promete dejar atrás a América Latina en algunos años si ésta no despierta de su largo letargo —que The Economist, refiriéndose a Brasil, llamó “la siestecita de cincuenta años”.
En realidad la siestecita no es de cincuenta años. Por dos siglos hemos sido la región que está a punto de desarrollarse. Pero no lo hemos hecho porque todavía no entendemos que la base del desarrollo es la productividad, y que ésta está basada en el conocimiento. En vez de entender esto, seguimos creyendo que la riqueza no requiere trabajo ni estudio sino sólo un milagro que haga que todos seamos ricos sin tener que trabajar.
Es la misma razón por la cual Latinoamérica no ha podido salir de la primitiva etapa de los caudillos que ha dominado su política desde la independencia. La idea es que un caudillo vendrá que hará que nos desarrollemos sin tener que trabajar. Hemos probado a cientos de ellos que nos han estafado al entregar dictaduras en vez de las riquezas que han prometido, desde Juan Manuel de Rosas y el Dr. José Gaspar Rodríguez de Francia hace doscientos años en Argentina y Paraguay, a Anastasio Somoza, Juan Domingo Perón, Fidel Castro, Hugo Chávez, los Kirchner, Evo Morales, Daniel Ortega y similares en nuestros días, y todavía creemos que el siguiente aspirante a caudillo de verdad nos dará esa riqueza sin tener que educarnos y producir un alto valor agregado.
Nuestro karma es que vamos a tener que pasar de malos a peores caudillos hasta que aprendamos cuales son las verdaderas causas del desarrollo y dejemos a los caudillos en el ridículo en donde debieron estar siempre.
3) Arqueología del 1 de mayoAutor: Cristina López G.Cada 1 de mayo, muchos países alrededor del mundo celebran al trabajador, motor de la creación de riqueza y la economía. La fecha no fue escogida de manera arbitraria o porque era la única que habían dejado libre en su celo por conmemorarlo todo los burócratas internacionales: el primero de mayo es también aniversario de los hechos que tuvieron como consecuencia en 1886 la masacre de Haymarket, en Chicago, EE.UU. De las protestas de Haymarket no solo heredamos la fecha, sino también la jornada laboral de 8 horas. La masacre de Haymarket, paradójicamente, no fue producto del enfrentamiento entre patrones y obreros que muchos oportunistas usan en sus discursos actuales, sino del abuso del poder policial y judicial.En el contexto de la expansión industrial estadounidense luego de la depresión económica que siguió a la Guerra Civil, Chicago se volvió un importante epicentro de la industria. La sobrecarga de horas semanales y abusos a muchos inmigrantes incentivaron a varios grupos de trabajadores a organizarse con el fin de exigir jornadas de 8 horas. La iniciativa unió a varias organizaciones de ideologías diversas: desde anarquistas a socialistas se asociaron con el grupo, un tanto más conservador, de los Knights of Labor. Varios sindicatos alrededor de EE.UU. acordaron llevar a cabo una huelga general el 1 de mayo de 1886 para exigir jornadas de 8 horas. La protesta aglutinó a decenas de miles de trabajadores en Chicago y se extendió unos días más.
No había habido indicios de violencia hasta que el 3 de mayo, a las afueras de una fábrica, hubo un enfrentamiento entre huelguistas y trabajadores no alineados con la huelga. La policía intervino de manera violenta en defensa de los trabajadores no alineados, matando a dos huelguistas. En reacción, se organizó para el 4 de mayo una manifestación en la plaza de Haymarket, donde a la fecha, un monumento conmemora los hechos. Cerca del cierre de la manifestación —que, si bien fue pacífica, se dice que los discursos no lo fueron— apareció la policía, interrumpiendo uno de los discursos y ordenando a los manifestantes que abandonaran el lugar.
Debido a versiones contradictorias en diferentes fuentes históricas y académicas, no se sabe con certeza la cronología de las primeras acciones que resultaron en la masacre, pero lo que sí es certero es que una bomba casera explotó matando a varios policías. La reacción policial fue inmediata, disparando contra los manifestantes y terminando con la vida de cuatro de ellos. El movimiento de los trabajadores se llevó la peor parte, pues abusando totalmente de su poder, la policía y el aparato judicial procesaron a seis miembros del movimiento, acusándoles de ser los autores del atentado, a pesar de que no podían probar quién había lanzado la bomba o planeado los hechos.
Como resultado, dos de los acusados fueron condenados a cadena perpetua y el resto, a muerte. Entre ellos se encontraba uno de los principales líderes del movimiento, el anarquista August Spies. Antes de ser colgado públicamente, se dice que gritó:
“El día vendrá en que nuestro silencio será mucho más poderoso que las voces que ahora estrangulan”. Spies no se equivocó. El 1 de mayo que conmemora temas de tanta importancia para los trabajadores alrededor del mundo, antes que cualquier cosa, celebra a los “mártires de Haymarket”. Y habiendo pasado un siglo y algo más, fuerzas estatales en lugares tan distantes entre sí como Ucrania o Venezuela, continúan coartando derechos individuales y aplastando vidas impunemente. ¿Callaremos hasta esperar que sean los silencios de las víctimas los que griten?
4) Sobre la supuesta superioridad moral del socialismoAutor: Hana FischerLos defensores del socialismo suelen presentarlo bajo un ropaje moral. Su argumentación primordial es la siguiente: La superioridad del socialismo frente al liberalismo reside, en que bajo ese sistema se castiga “la persecución del lucro”. Es decir, oponen la “generosidad desinteresada” —que supuestamente caracterizaría al colectivismo— a lo que ellos denominan peyorativamente el “egoísmo” de los agentes privados, cuando cada uno puede perseguir sus propios fines en un ámbito de libertad.Los socialistas se ven forzados a recurrir a ese tipo de premisas, ya que la evidencia histórica es contundente al mostrar la supremacía del liberalismo en todos los planos. En el económico, la competencia en mercados libres es la razón por la cual los productos y servicios son cada vez más novedosos, baratos y de calidad. Desde el punto de vista humano, basta con comparar la atención recibida en un shopping con el trato recibido en cualquier oficina pública. Esa diferencia es muy relevante, ya que uno de los rasgos más característicos del socialismo es la proliferación exorbitante de los trámites que el ciudadano medio se ve obligado a realizar. En consecuencia, la desconsideración en las relaciones interpersonales es la realidad cotidiana a la que se ve sometido Juan Pueblo. Ergo, esa sociedad paulatinamente se va deshumanizando.
Si lo observamos desde el ángulo político, el rasgo definitorio del socialismo es la violencia. Es decir, el uso de la fuerza, ya sea física o legal. ¿Por qué ocurre eso? Porque ese sistema pretende modificar la naturaleza propia del hombre. Es por esa razón que continuamente se refieren al “Hombre Nuevo”, que supuestamente sería lo más parecido a un ángel que existe. Pero como es obvio, trasmutar bajo coacción a un sujeto en un ser celestial, requiere de tratamientos brutales. El film “La naranja mecánica” de Stanley Kubrick, es un buen ejemplo de lo que significaría en los hechos ese intento.
Los socialistas suelen denominar “egoísmo”, lo que en rigor es la búsqueda de mejorar nuestra propia condición y la de nuestras familias. Y eso se puede lograr de dos modos opuestos: mediante el trabajo persistente y honesto; o, viviendo a costa de otras personas.
El liberalismo toma al ser humano tal como es. Tiene en cuenta de que el hombre solo se mueve cuando considera que va a obtener algo bueno de ello. Desde esa óptica, el “lucro” es la retribución por nuestros esfuerzos cuando han sido bien empleados. Por lo tanto “lucra” el empresario, pero también el empleado cuando recibe su sueldo. Es tan injusto —y por tanto inmoral— retener los haberes generados por un asalariado, como pretender quitarle al emprendedor los frutos de sus desvelos.
En cambio, cuando el camino para prosperar en base al esfuerzo personal está vedado por barreras legales, entonces, ese sano impulso se encauza tortuosamente. Condenar el “lucro” en la actividad empresarial significa entronar las prácticas inmorales. Eso es así porque en vez de enriquecernos sirviendo a nuestra comunidad con servicios o bienes que ellos aprecian, se procura conquistar el poder político para expoliar al resto de la población.
La verdad es que los gobernantes socialistas destruyen a sus países, mientras proclaman a los cuatro vientos que son movidos por las más nobles intenciones. Veamos un par de ejemplos que prueban lo que estamos afirmando:
Los hermanos Castro desde hace más de cincuenta años que gobiernan en forma ininterrumpida a Cuba. Cuando se apoderaron del poder en 1959, la “Perla del Caribe” ostentaba el título de ser la mayor exportadora mundial de azúcar de caña. Producía 5,409,600 toneladas anuales. Actualmente produce alrededor de 1,400,000, razón por la cual, debe importar azúcar. En 1959 producía el 80% de los alimentos que consumía, y era el principal abastecedor de vegetales de EE.UU. Hoy en día debe comprar en el exterior el 84% de los bienes básicos que necesita. En 1886 se abolió la esclavitud en Cuba. En el presente, los hermanos Castro consideran a los cubanos como mano de obra esclava. Eso queda demostrado al comprobar, que el Estado es prácticamente el único empleador, quien fija los salarios a su arbitrio. Las pocas empresas extranjeras que operan en la isla no les pagan directamente a sus empleados, sino que le dan el dinero de los sueldos al gobierno. Éste retiene la mayor parte y sólo entrega a los trabajadores una parte muy pequeña. Otro tanto sucede con los médicos que los Castro mandan a trabajar fuera de fronteras.
Por su parte Hugo Chávez obtuvo el gobierno de Venezuela en 1999. En consecuencia, lo que hoy se denomina “chavismo” gobierna desde hace quince años. En tan poco tiempo el daño producido a esa nación ha sido mayúsculo. Llevó a cotas escandalosas los problemas de antaño, como por ejemplo la inseguridad o la corrupción. Y, simultáneamente, arruinó lo que marchaba bien. Concretamente, a la producción petrolera. En la década de 1990, Petróleos de Venezuela (PDVSA) y sus socios extranjeros bombeaban alrededor de tres millones de barriles diarios de petróleo de los yacimientos venezolanos. Dentro de la OPEP, era el tercer mayor exportador. El proyecto de PDVSA era aumentar paulatinamente su producción a unos ocho millones de barriles diarios, lo que habría ubicado a Venezuela a la par de los gigantes exportadores de crudo, o sea Rusia y Arabia Saudita. Hoy su producción se sitúa en unos 2.4 millones de barriles diarios .O sea, produce 25% menos que cuando Chávez asumió el poder. En 1999 Venezuela exportaba gasolina; actualmente debe importarla de EE.UU.
Lo más cínico de todo es, que mientras estos personajes condenan el “lucro”, ellos, sus familiares y acólitos se enriquecen en forma impúdica. A Fidel Castro la revista Forbes —que anualmente publica la lista de los gobernantes más ricos del planeta— lo ubica en séptimo lugar con una fortuna estimada de 900 millones de dólares. Con respecto a los chavistas más destacados, sus mansiones en EE.UU. no le envidian nada a la que poseen las estrellas de Hollywood.
En síntesis, creemos que no es exagerado el sostener que el socialismo es un productor de miseria, considerándolo tanto desde el punto de vista material como en el espiritual.
5) ¿Votar por Santos?Autor: Jesús Vallejo Mejía
Dadme lo que quiero, dádmelo con libertad y no molestaré más”
Hace años vi una excelente película de terror de Stephen King, titulada “La Tormenta del Siglo”. Trata acerca de una serie de crímenes que se presentan en una pequeña comunidad isleña al nordeste de los Estados Unidos. El criminal, después de atemorizar a sus habitantes, los intimida con esta exigencia que aparece pintada en las paredes. Después, hace más explícitas sus demandas y pone a la comunidad en vilo. Lo demás es la historia que no quiero contar para no dañarles a los lectores el disfrute de una obra que amerita disfrutarse.
Muchas veces ha venido a mi memoria el recuerdo de esta película, a propósito sobre todo de las negociaciones que se adelantan con las Farc en La Habana, que exhiben un nítido cariz extorsivo. En efecto, los capos de una de las más peligrosas organizaciones narcoteroristas que operan en el mundo, parecen decirnos a los colombianos a través de Santos y sus delegados que estarían dispuestos a cesar sus depredaciones de todo género si les damos lo que quieren.
¿Qué es lo que quieren?
Lo han dicho a los cuatro vientos: impunidad para sus crímenes, elegibilidad para sus candidatos, asamblea constituyente hecha a su medida, cambios drásticos en los diferentes aspectos del régimen institucional, medios de prensa proveídos por el Estado, desmonte de las fuerzas militares, régimen electoral que los favorezca, etc., etc.
Pero, a decir verdad, los capos no son tan generosos como el oscuro personaje de la película de marras, que ofrece no molestar más a sus víctimas si le dan lo que les pide, dado que las Farc hacen sus exigencias, no para irse, sino para quedarse acá en posición privilegiada que de hecho les garantice la toma del poder en el corto plazo.
Esto significa que la idea de las Farc no es convenir con el gobierno unas condiciones para entregar sus armas, desmovilizar sus efectivos, desmontar el negocio del narcotráfico, someterse a la justicia, indemnizar a sus miles de víctimas e incorporarse a la vida política de acuerdo con las reglas de juego establecidas para todos los actores de la misma, sino hacer valer unas exigencias que les den posición privilegiada para continuar con el empeño de imponernos a los colombianos un régimen totalitario liberticida y destructor de la riqueza colectiva, similar al que rige en Cuba y, de hecho, en Venezuela.
Por consiguiente, así les demos lo que piden por ahora, las Farc seguirán molestándonos hasta que, con la ayuda del Foro de San Pablo, logren quedarse con el santo y la limosna. El acuerdo al que se llegue con sus negociadores será apenas un paso adelante en su propósito de toma del poder a través de la combinación de las formas de lucha que recomienda la doctrina marxista-leninista que profesan.
Santos, con el simplismo de teleprónter que maneja, no sabe uno si por candor o por malicia, así lo ha reconocido al afirmar que debemos prepararnos para pasar del conflicto armado al conflicto social, sin percatarse de que con los comunistas el segundo no excluye el primero.
Se sigue de ahí que muy probablemente lo que se acuerde con las Farc no traerá la paz, sino un conflicto explícito, el social que admite Santos que se generará, y otro embozado o clandestino, promovido por cuadros ocultos de las Farc que ya existen, el PCC, apoyado en las armas y los dineros que no entreguen.
El país tiene todo el derecho de desconfiar de este proceso, pues las Farc no han generado credibilidad ni respetabilidad, y este es el momento en que nadie sabe que estarían dispuestas a entregar a cambio de que les demos lo que piden.
Y también el país tiene todo el derecho de desconfiar de Santos, que ha perdido igualmente toda credibilidad y toda respetabilidad, con lo que ha descendido al mismo nivel de su contraparte.
El viernes pasado, Hassan Nassar entrevistó en su programa de Cablenoticias a Álvaro Leyva Durán. Lo que ahí dijo Leyva es preocupante a más no poder, pues, si no lo interpreto mal, afirma que el acuerdo ya está cocinado sobre dos bases: a) otorgarle plenos poderes a Santos con algo así como una ley habilitante de las que han permitido que en Venezuela se instaure la dictadura; b) convocar el famoso congresito con un 40% de participación de las Farc, lo que equivaldría de hecho a la asamblea constituyente que han exigido una y otra vez.
De ser así las cosas, no es osado pensar que se nos avecina la tormenta del siglo, tan espeluznante o más que la de la terrorífica película de Stephen King.
6) El falaz ataque a las “fallas de mercado”Autor: Cachanosky y Nicole Leclercq“Según una leyenda antigua, a un emperador romano se le consultó Juzgar un concurso de canto entre dos participantes. Luego de escuchar al primer participante, el emperador concedió el premio al segundo asumiendo que el segundo no podía ser peor que el primero. Por supuesto, esta presunción podría haber estado mal; el segundo cantante podría haber sido peor. La teoría de las fallas de mercado cometió el mismo error que el emperador. Demostrar que la economía de mercado había fracasado en satisfacer los ideales de un equilibrio competitivo general era una cosa, pero afirmar alegremente que la acción estatal podría corregir sin costos la falla era otra cosa muy distinta”.— Peter Boettke
El debate de ideas acerca de cuál es la mejor vía para que un país crezca y se desarrolle es muy amplio. Desde el comunismo más extremo hasta posturas anarco-capitalistas, pasando por diversas tonalidades de grises en el medio, buscan el mismo fin: desarrollo, crecimiento y progreso. Estas diferentes posturas se basan en diversas teorías, las cuales muchas veces contienen supuestos que en la práctica se enfrentan a ciertas restricciones o limitaciones. Sin embargo, conforman un marco de interpretación de los hechos y determinan las políticas que se llevan a cabo en una sociedad.
En este sentido, suele suceder a la hora de analizar la efectividad de las teorías, que los intelectuales de izquierda, en su mayoría, cometan una falacia común al evaluar las “fallas” de mercado. Es cierto que el mercado no es perfecto, en otras palabras, podría decirse que hay “fallas”. Sin embargo, el asumir que estas “fallas” de mercado serán bien suplidas por decisiones arbitrarias en manos de un gobierno es asumir el actuar de un gobierno ideal, el cual no se equivoca.
¿En qué consiste el error concretamente? En que no tiene sentido comparar “fallas de mercado” con un “ideal del Estado”; en todo caso, lo que habría que hacer es comparar “fallas de mercado” contra “fallas del Estado”. De lo contrario, la comparación es injusta. O bien, habría que comparar un “ideal de mercado” con un “ideal del Estado”. Aquí también la comparación sería más justa.
Podríamos resumir en el siguiente cuadro los distintos cruces que se pueden observar remarcando cuales comparaciones son absurdas y cuales válidas:
Es muy común, en las críticas de los intelectuales de izquierda, tomar el primer camino que se observa en el cuadro. De esta manera, inconscientemente, se le otorga un supuesto de Ideal al Estado y la comparación deja de ser válida. Lo único que se logra con esta falacia es asumir que las fallas de mercado son peores que las fallas del Estado, pero ¿y si las fallas del Estado son aún peor?
Todas estas dificultades que hay que superar para alcanzar la mayor proximidad posible a las condiciones del mercado ideal han dado lugar al diseño de instrumentos que la teoría y la práctica de la economía han ido habilitando con mejores o peores resultados. Sin embargo, una economía funciona mejor cuando hay libertad, previsibilidad y confianza en la forma en que se hace la política económica. Esto se consigue mejor cuanto menos se dependa de decisiones personales o arbitrarias, como suele suceder cuando se está en manos de funcionarios públicos circunstanciales. En resumidas cuentas, la calidad institucional debe funcionar correctamente.
La creencia en un estado ideal muchas veces ha desembocado en regímenes totalitarios en donde se suponía que la opinión de un reducido grupo de iluminados podían sustituir las preferencias de las personas en las opciones del consumo. Los casos clásicos fueron los de los países comunistas del este europeo en los que, como no podía ser de otra manera, el sistema económico y detrás de él el social y el político explosionaron en uno de los más espectaculares fracasos que registra la historia contemporánea.
Por ello, en primera instancia, se debería equiparar el nivel y discutir en los niveles válidos para evitar críticas falaces. Sin embargo, a la hora de debatir los caminos válidos surge un segundo dilema: ¿Cuándo discutir fallas y cuando discutir ideales? ¿Estos segundos tienen sentido?
Los modelos teóricos marcan el norte o rumbo a seguir, el ideal a alcanzar en la práctica. Son indispensables en cuanto proporcionan el marco de interpretación de los hechos y plantean soluciones con el mayor grado de eficiencia posible, aun así cuando puestos en práctica estos se encuentren llenos de restricciones que condicionan y modifican sus supuestos o resulten no ser políticamente viables. Las ideas determinan una serie de elecciones de diversas políticas económicas y públicas que se aplican en una sociedad. Determinan que tipo de políticas son viables y cuales no en determinados contextos. Por esta razón no se debe subestimar su importancia. De alguna forma son las grandes abstracciones que se encuentran por encima de las elecciones cotidianas.
Por otro lado, el poder de las ideas que determinan marcos de interpretación, de valores sociales y de las políticas que se llevan a cabo. Generalmente a partir de crisis o conflictos socioeconómicos se derriban modelos establecidos, se cuestionan y entran otros en juegos. Así, políticas que bajo ciertos modelos de pensamiento, en determinados contextos son consideradas totalmente inviables, inmorales o impensables de ser aplicadas en otros contextos resultan ser lo contrario.
Como se mencionó, estas teorías inviables en el presente pueden volverse más plausibles con el correr de los tiempos. Martín Krause, analizando el teorema del votante medio, explica que durante épocas normales o estables, la demanda de ideas suele ser más bien baja y por lo tanto son mayormente aceptadas aquellas que se encuentran dentro de los parámetros medios, siendo de la misma forma solo aceptadas como viables aquellas políticas que se encuentran dentro de los parámetros medios. Como se dijo anteriormente, los modelos teóricos presentan ideales a alcanzar. Sin embargo suele suceder, que puestos en práctica, surjan restricciones o contradicciones que llevan a modificar o adaptar dichos ideales a los hechos reales. Es decir, de alguna forma los extremos se corren hacia los medios. No obstante, en momentos de crisis, donde las estructuras previas entran en cuestionamiento y se rompe con los paradigmas establecidos, la demanda de ideas aumenta y las ideas que se encuentran por fuera de los parámetros medios aceptados vuelven a jugar un rol fundamental funcionando como polos de atracción de los parámetros medios hacia los extremos. Así, ideas que dentro del contexto previo se encontraban por fuera de los parámetros aceptados y políticas que parecían impensables de ser aplicadas, dentro de este nuevo panorama pasan a ser viables.
En conclusión, el enfoque de “fallas de mercado” se encuentra acompañado de una crítica falaz que consiste en compararlo con un Estado ideal, el cual no existe en la realidad, como tampoco existe un mercado totalmente ideal. Debe realizarse las comparaciones en los niveles correspondientes: “fallas vs fallas” o “ideales vs ideales”. Tampoco es válida la crítica de que las teorías abstractas son inútiles, ya que teorías que hoy pueden ser inviables, el día de mañana pueden dejar de serlo, como demuestra el teorema del votante medio. Es indispensable si se apunta a que una economía crezca y se desarrolle en el largo plazo que académicos continúen elaborando teorías que marquen el rumbo y norte a alcanzar.
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