Correo del Orinoco
Edición de Enero 30 /2014
El Grupo Gran-Colombia (GGC) es una organización sin fines de lucro, absolutamente independiente de todo grupo político, religioso, empresarial o gubernamental, cuyo desafío fundamental es encontrar y usar los medios necesarios para lograr una progresiva evolución hacia una sociedad libre, formada por ciudadanos ilustrados y responsables, que acierten a protegerse, mediante un esfuerzo común, contra el miedo, la necesidad y la opresión, sea interna o externa.
En esta edición:
1) Uribe y la renovación política de América Latina – Xavier Reyes Matheus
2) El mito del “capitalismo salvaje” – Hernán Bonilla
3) La democracia está enferma de la tiranía de la mayoría – Víctor Pavón
4) Roberto ‘El Vago’ y la caída del Estado del Bienestar danés – Diego Sánchez De La Cruz
5) Los demócratas de América Latina han perdido la batalla de las ideas frente a la izquierda populista y “bolivariana” – Ricardo Angoso
1. Uribe y la renovación política de América Latina
Autor: Xavier Reyes Matheus
La existencia de una derecha en América Latina es cosa que difícilmente puede probarse desde el análisis político. Todos aquellos países son repúblicas y sus constituciones reconocen el principio de la soberanía popular: no ha sido más que en Cuba donde se ha producido una sucesión dinástica sin aprobación de las urnas. La separación de la Iglesia y el Estado es uno de los fundamentos del ideario republicano; pero si juzgamos por las demostraciones de fe o de beatería, habrá que reconocer que ningún gobernante de los últimos tiempos ha superado al Chávez predicador que aparecía ante las cámaras armado de una cruz; el mismo que decidió, post mortem, la elección del papa Francisco, y que proclamó a Cristo piedra angular del “socialismo del siglo XXI” (como que no era cuestión, para el marxismo-leninismo latinoamericano, de traicionar su conocido compadreo con los narcóticos despreciando las ventajas del opio del pueblo).
Los partidos socialcristianos, que aún ocupan en el imaginario de la región el espacio de la supuesta derecha, tienen muy poco de minarquistas y en cambio suelen ser los campeones de las políticas redistributivas y de los subsidios. Un paternalismo, por cierto, compartido allá por todas las ideologías nacionalistas de signo conservador, que han sido siempre las teóricas del mestizaje y del criollismo para defender el tesoro espiritual de América frente a la corrupción del hombre europeo y al grosero materialismo del norteamericano; de modo que apenas se diferencian de los guevaristas si las juzgamos por su exaltación del cacique precolombino como pater patriae, y por su ojeriza hacia los yanquis. Tampoco es cierto que la derecha sea la tendencia de las oligarquías letradas, según demuestra la abrumadora mayoría de izquierdistas entre los escritores latinoamericanos educados en Europa y en los Estados Unidos. Y si medimos por los temas de la izquierda posmo que hoy sirven en otros lados para definir la postura política –aborto, matrimonio gay–, parece que en América Latina se trata aún de cuestiones que se viven muy al margen del Estado.
La derecha es en Latinoamérica algo que existe sólo para la izquierda (porque en cambio ésta mantiene intactas sus señas de identidad, y, a diferencia de los pálidos socialistas de Europa, sigue hablando incombustiblemente en la jerga de Trotski y de Gramsci). Por supuesto, si a alguno de esos socialistas se le pide caracterizar a un militante de lo que llama la derecha, obviará los principios políticos y se limitará a hacer un retrato robot: alguien arrogante, insensible, con alma de negrero, que tiene espasmos de gozo frente al dolor de los pobres y una voracidad de riquezas sin límites. Más o menos esto último es lo que viene a significar, según ellos, eso de ser “neoliberales”, que usan por cierto como sinónimo perfectamente intercambiable por “fascistas”: Mussolini, como se sabe, era un gran neoliberal; y además queda establecido que ante cualquier propuesta de reducir el Estado del Bienestar hay que maliciar la intención inequívoca y calculada de producir un exterminio en masa.
De modo, pues, que no sólo resulta que es derecha todo lo que queda fuera del socialismo, sino que el término es, en realidad, una mera elipsis por extrema derecha. Por el contrario, se entiende que la izquierda es democrática por las buenas o por las malas, como demuestra el hermanamiento sin fisuras del Uruguay de Mujica o del Chile de Bachelet con la Venezuela de Maduro. Aquellas fronteras en las que uno distinguía muy bien las diferencias entre el totalitarismo cubano y un partido socialdemócrata como Acción Democrática o incluso como el PRI parecen hoy secundarias, por más que Axel Kicillof insista en hacer profesión de un keynesianismo… al estilo de La Cámpora.
Pero lo cierto es que, a pesar de la saña hitleriana y de la codicia depredadora que se les atribuye, las formaciones más alejadas del socialismo en América Latina suelen inclinarse por una política basada en la gestión y la eficiencia administrativa, sin presentar muchas más credenciales ideológicas. Como es de suponerse, este rasgo aboca naturalmente a esos partidos al ámbito municipal y descentralizado, y les reserva los progresos de la modernización urbana y de la gentrificación en reductos de aliento primermundista y con fuerte presencia de la clase media. El problema, para la imposición de esa tecnocracia proyectada al futuro y a las transformaciones que quisieran lograrse, es que la construcción política del continente se halla aún incompleta en aspectos fundamentales, sin los cuales resulta imposible el imperio de la ley y la realización de la ciudadanía. La resolución de esas cuentas pendientes no puede acometerse con los limitados recursos y los planteamientos inmediatistas de gestores locales, sino que reclama la convocatoria de las fuerzas del Estado en torno a un proyecto nacional (algo que no supo articular, por ejemplo, un Sebastián Piñera).
Como demuestra el dato de que más del 30 por ciento de los homicidios del mundo se cometen en América Latina, la seguridad y la erradicación de la violencia son seguramente los temas más perentorios para sustraer aquellos países a la condición de Estados fallidos. Álvaro Uribe no se ha avergonzado, por tanto, de llevar al primer plano un motivo capaz de renovar el sentido de la derecha con la sola fuerza de la coherencia ética: el castigo ejemplar del crimen. Chávez no tuvo empacho en decretar indulgencia plenaria para cualquier delincuente que se pusiera bajo la bandera de la revolución, proclamando la edad de oro del pistolerismo. Defender lo contrario no ha sido para Uribe tarea fácil, porque tiene que luchar con los que creen que toda autoridad es autoritaria, con el antiamericanismo nacido del eterno complejo de inferioridad hispano y con los oportunistas que quieren tener contento al chavismo mientras esperan su tajada de petrodólares. Pero el uribismo representa en Colombia una causa que haría muy bien en encontrar eco e inspiración en otras naciones del subcontinente: la del orden en justicia, que es también, y contra toda alharaca de falso buenismo, la causa de la libertad.
2. El mito del “capitalismo salvaje”
Autor: Hernán Bonilla
Es frecuente que ideas equivocadas sobre la historia o sobre el funcionamiento de la sociedad o la economía pasen a formar parte de la cultura, en tanto saberes comunes compartidos, a pesar de ser refutadas mil veces. Verbigracia, que la revolución industrial empeoró el nivel de vida de la gente común cuando en realidad fue el mayor salto hacia adelante en la historia universal, o que el capitalismo es intrínsecamente perverso cuando es el único sistema económico compatible con la dignidad del ser humano.
Vamos a concentrarnos en esta segunda idea, que es uno de los clichés favoritos de los anticapitalistas de izquierda y de derecha. Insulsos intelectuales, autoridades religiosas, jefes de estado, escritores, opinólogos profesionales, entre muchos otros, suelen repetir en cansino sonsonete que el capitalismo y la globalización son los responsables de haber abierto la caja de Pandora y liberado todos los males del mundo.
En primer lugar esta falacia ignora que gracias al libre mercado la humanidad salió de su primitivo estado de pobreza generalizada y ha logrado ir reduciéndola a lo largo de la historia. Lo excepcional en la historia humana mirada en el largo plazo son los últimos dos siglos largos de crecimiento de la riqueza. El “estado natural” del “buen salvaje”, tantas veces ensalzado, era la miseria, la violencia y el sálvese quien pueda, mientras que la cooperación libre y voluntaria (en breve, el mercado) es lo que ha permitido el desarrollo económico y social.
En segundo lugar, son los países con mayor libertad económica los que tienen los mejores indicadores sociales, menores niveles de pobreza, etc., como lo demuestran año a año los informes que elaboran institutos como la Heritage Foundation o el Fraser Institute.
En tercer lugar, hoy predomina un capitalismo que poco tiene que ver con el capitalismo liberal si uno mira las cifras de porcentaje de la economía que ocupa el Estado o la situación del comercio internacional, por ejemplo. De hecho, el libre comercio es excepcional en el mundo actual y no la regla y por eso son tan difíciles las negociaciones en la OMC o entre bloques regionales. En un mundo en el que sólo el 3% de las personas son inmigrantes de primera generación y únicamente la quinta parte del producto se destina a las exportaciones ¿podemos hablar de globalización desenfrenada?
En cuarto lugar, ningún autor liberal jamás defendió lo que caricaturescamente se llama “capitalismo salvaje” como ninguno defendió el estropajo del “neoliberalismo”. El capitalismo necesita para funcionar de sólidas instituciones identificadas con un Estado de Derecho garantista, por tanto nada más lejano a la “ley de la selva” que sí prima en el “estado natural” rousseauniano o en los países comunistas. Allí es dónde se ve lo peor del egoísmo y la codicia humana.
Por lo tanto, el discurso vacío y populista que critica al “capitalismo salvaje” es un completo absurdo porque no existe y porque nadie lo defiende. Y justamente por eso es un recurso dialéctico ramplón y deshonesto. Sería más productivo buscar los medios de mejorar el funcionamiento de la democracia y la economía de mercado, fortaleciendo las instituciones, la separación de poderes y la igualdad de oportunidades. Ese es el desafío que merece nuestro mejor esfuerzo.
3. La democracia está enferma de la tiranía de la mayoría
Autor: Víctor Pavón
Luego de escuchar en estos días a los dirigentes oficialistas de Argentina defendiendo con arrogancia sus ideas y propuestas, solo cabe la desazón por tanto desconocimiento sobre el tratamiento que le dan al proceso económico y social.
Muchos liberales o libertarios como hoy se los reconoce, creyeron que con la caída del muro socialista de Berlín se venía una época diferente. Lo de la ex Unión Soviética es imposible que se repita, decían algunos con seguridad. Fue un error. La fuerza de las ideas está ahí. Se encuentran dormidas para despertar en los lugares y épocas que les convenga, sin interesar si fracasaron en el pasado. Esas ideas adoptadas en menor o en mayor grado solo esperan su mejor caldo de cultivo, como las mentiras de los políticos que dicen a sus pueblos que les sacarán de la pobreza y les darán empleos sin tener que trabajar.
Lo que hoy pasa en Argentina es un ejemplo del avance de las ideas colectivistas. País prodigo por su naturaleza, su gente está siendo hostigada por ideas que llamamos básicamente estatistas, para no tener que decir socialistas o directamente comunistas. De esta manera se ha puesto en marcha lo que Alexis de Tocqueville en su Democracia en América (1835) advertía con meridiana claridad acerca de la tiranía de la mayoría.
Es esta tiranía el problema de nuestro tiempo. Sea Argentina, mi país —Paraguay— o EE.UU. u otros, las democracias se han degenerado para hacer valer únicamente el principio del número, la sobrevaloración de quien tiene más votos, sin interesar el medio para conseguirlo, ya sea comprando, regalando dádivas o consiguiendo el nombramiento en el sector público sin concurso ni mérito alguno.
Si al respecto hay una tarea a la que debemos acometer cuanto antes es aquella referida a cómo salvar la libertad en los tiempos de democracia. Esta forma de hacer democracia nos ha hecho creer que el grupo o la sociedad misma están por encima del individuo, lo que de suyo es un grave error y sus consecuencias las estamos padeciendo.
La “soberanía del pueblo” que desplazó a las monarquías no puede convertirse en un atajo para destruir lo más preciado de la civilización, el ansia constante de cada quien de buscar su propia felicidad en un entorno social de cooperación libre. Hoy se han vuelto sombríos los rasgos de esta sociedad democrática, está enfermándose, y solo se podrán curar sus síntomas con las mismas herramientas que la misma democracia contiene: gobierno limitado, división de los poderes, descentralización y una educación que promueva los valores morales de la libertad, la propiedad, la cooperación voluntaria, el respeto y la tolerancia.
Si no fuera así, la arbitrariedad y las contradicciones en la que va cayendo la democracia irán avanzando hasta que algunos se hagan del control total de la economía. Esto sólo puede terminar tal como la historia lo prueba en la búsqueda de un líder aglutinante, buen orador y vendedor de esperanzas que vendrá a poner orden para sacar por medio de la coerción de los impuestos y con las expropiaciones de bienes al que tiene más para darle al que no tiene, propiciar el odio y el resentimiento contra la empresa y la riqueza, poner en entredicho la justicia para hacerla “social” o lo que es lo mismo, el advenimiento de una nueva clase de dictador igualmente peligroso a aquellos conocidos en el pasado, como ya está empezando a suceder.
4. Roberto ‘El Vago’ y la caída del Estado del Bienestar danés
Autor: Diego Sánchez De La Cruz
Carina es una mujer danesa de 38 años de edad. Reside en Copenhague, la capital del país nórdico. Su involuntario salto a las páginas de actualidad económica llegó en 2011, cuando un especial de televisión la presentó como ejemplo de los excesos asistenciales del “Estado del Bienestar” nórdico.
Por aquel entonces, diferentes organizaciones sociales llevaban meses alertando de un aumento de la pobreza en Dinamarca. Preocupado, la diputada socialista Azlem Cekic quiso explicar este problema a través de un programa de televisión en el que contó con Carina como invitada.
El experimento arrojó un resultado inesperado cuando se comprobó que la protagonista de este curioso episodio televisivo recibía subsidios por valor de 2.100 euros mensuales. De hecho, Carina explicó ante las cámaras de televisión que había recibido este tipo de fondos públicos desde que tenía 16 años de edad.
Este episodio levantó un notable revuelo en Dinamarca, reabriendo el debate sobre el alcance del “Estado del Bienestar”. Ejemplos como el de Carina empezaron a colarse en las páginas de los diarios. El caso más llamativo es, sin duda, el de Roberto El Vago, un hombre de 45 años de edad que, según confesó en televisión, había vivido íntegramente del dinero de los contribuyentes desde el año 2001.
Robert Nielsen confesó sin tapujos que no tenía intención alguna de regresar al mercado laboral. De hecho, afirmó sentirse “orgulloso de vivir en un país en el que el Estado está dispuesto a apoyar mi vida”. Sus escandalosas declaraciones han sido un jarro de agua fría para quienes querían evitar futuros debates sobre el paradigma asistencial del “Estado del Bienestar” danés.
¿Cambio de tendencia?
Numerosas figuras públicas han criticado estos excesos desde hace años. Uno de los casos más conocidos es el de Lars Seier Christensen, co-fundador y consejero delegado de Saxo Bank. En un discurso pronunciado en Londres, el banquero danés criticó que “en un país de 5,6 millones de habitantes, más de dos millones de personas viven de subsidios”.
Christensen también denunció el enorme tamaño de la burocracia estatal (más de 800.000 personas). Además, el financiero denunció que “apenas tres de los veintitrés Ministros del actual gobierno tienen experiencia en el mercado de trabajo”. Esto le llevó a cuestionar el criterio electoral de los votantes daneses, señalando que “eligiendo a este tipo de líderes parece que los daneses no valoran la experiencia en el ámbito profesional y de los negocios”.
Otro crítico del asistencialismo estatal danés es el parlamentario Joachim Olsen, que hoy ejerce como diputado por la Alianza Liberal pero en la década pasada cosechó grandes éxitos deportivos como lanzador de peso, medalla olímpica incluida. Olsen ha afirmado que en Dinamarca “no hay verdadera pobreza”, y ha pedido una racionalización de los subsidios del “Estado del Bienestar”.
Los estudios publicados por la Universidad de Aalborg señalan que este tipo de afirmaciones tienen cada vez más aprobación entre los daneses. No en vano, las encuestas apuntan que el 30% de los ciudadanos está a favor de recortar el llamado “gasto social”.
Las encuestas de la Fundación BBVA apuntan a un ligero cambio de tendencia. Cierto es que un 48% se muestra “a favor de que las Administraciones asuman la responsabilidad principal a la hora de asegurar que todos los ciudadanos puedan gozar de un nivel de vida digno”. No obstante, la media europea es del 55%, con países como España e Italia en el entorno del 75%.
Por otro lado, cuando se pregunta a los daneses si la economía de mercado es el sistema más conveniente para el país, vemos que el 65% está de acuerdo, frente al 52% registrado en España. Además, cuestionando si la economía de mercado es la causa de las desigualdades sociales, encontramos que un 50% de los daneses está en desacuerdo con dicha afirmación, frente a la media europea del 44% o el 34% registrado en España.
El problema de la deuda privada
El ámbito inmobiliario y el sector financiero concentraron buena parte de las dudas sobre Dinamarca a comienzos de la Gran Recesión. No obstante, el país arrastra un enorme problema de endeudamiento privado, que alcanza más del 300% del ingreso disponible agregado, casi duplicando los niveles registrados en Suecia.
Como ha explicado Andreaas Hakansson, analista de BNP Paribas para la región escandinava, “Dinamarca tiene por delante un importante esfuerzo de desapalancamiento. No hacerlo maximizará la fragilidad económica en un entorno con tipos de interés más elevados”.
La Asociación Danesa de Bancos Hipotecarios también ha advertido de los problemas de endeudamiento que enfrenta el país. Según los datos que manejan estas entidades, “más de la mitad de los hogares no alcanza a amortizar los pagos de sus hipotecas”. Además, alrededor del 60% de los préstamos concedidos por el sector en 2013 simplemente sirven para cubrir el pago de intereses.
Los datos de productividad también son muy preocupantes. Entre 2000 y 2012, las horas trabajadas cayeron de media un 8%. Las 1,430 horas registradas en 2012 suponen casi un 25% menos que la media de los países de la OCDE. Mientras tanto, y a lo largo del mismo periodo, el coste laboral unitario sube un 30%, triplicando el aumento registrado en las economías de la OCDE.
Tímidas reformas
Recientemente, Dinamarca ha aprobado una rebaja del Impuesto de Sociedades, que pasará del 25% al 22%. También se ha acordado recortar el acceso a subsidios varios, con el ánimo de evitar abusos como los protagonizados por Carina o Roberto El Vago.
Los presupuestos para 2014 generaron importantes diferencias políticas. De hecho, el Ejecutivo socialdemócrata tuvo que apoyarse en las formaciones de centro-derecha para sacar adelante un acuerdo, ya que la coalición de partidos ecologistas y socialistas se ha colocado frontalmente frente a las nuevas medidas del gobierno de la Primera Ministra, Helle Thorning-Schmidt.
Desde el Ministerio de Finanzas se asegura que estas reformas son necesarias. “Ya somos la economía más débil de Escandinavia y no podemos seguir financiando el tipo de subsidios que muchos daneses han recibido desde su juventud. Vivimos en un mundo globalizado, y esto requiere modernizar el Estado del Bienestar si queremos que nos tomen en serio”, apuntó Bjarne Corydon el año pasado.
Desde la cartera de Economía se hacen afirmaciones similares. De hecho, este Ministerio ha publicado un informe que intenta determinar cuántos daneses viven como Carina o Roberto El Vago. Según el documento oficial, hablamos de al menos 250,000 personas, cifra que equivale a casi el 15% de la población empleada por el sector privado.
Una economía liberal (pese a todo)
El Índice 2014 de Libertad Económica pone de manifiesto que el país escandinavo es una de las diez economías más capitalistas del mundo. La calificación que brinda el estudio al área fiscal es muy baja, al hilo de aspectos como los mencionados anteriormente. No obstante, los resultados obtenidos en los demás campos evaluados es notable.
Así, Dinamarca recibe una valoración de entre 80 y 90 puntos en áreas como la protección de los derechos de propiedad, la ausencia de corrupción, la libertad empresarial, la flexibilidad laboral, la estabilidad monetaria, la apertura comercial, el marco para la inversión y la regulación financiera.
5. Los demócratas de América Latina han perdido la batalla de las ideas frente a la izquierda populista y “bolivariana”
Autor: Ricardo Angoso
Agazapados, avergonzados, divididos y derrotados políticamente, los demócratas de todo el continente han perdido la batalla de las ideas y han sucumbido ante el avance de la izquierda marxista más revanchista y vengativa, tramposa y fulera. Una suerte de gran coalición formada por ex terroristas, guerrilleros guevaristas que no se arrepienten de sus crímenes y descarados comunistas reconvertidos en “bolivarianos”, junto con algunos oportunistas de la peor especie, se han hecho con el poder en América Latina y hoy rigen los destinos de este continente.
En muy poco tiempo, una vez que la izquierda se haga con el poder en Panamá y haya el traspaso de poderes en Chile, apenas quedarán en esta zona del mundo gobiernos de centro o derecha. ¿Y cómo ha sido posible este cambio, cómo la izquierda reconvertida en supuestamente democrática se ha hecho con las riendas de nuestra América? Muy sencillo: los demócratas del continente no han sido capaces de dar la batalla de las ideas y reivindicar como suyos los valores y principios esenciales de lo que conocemos como las sociedades abiertas, caracterizadas por el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales. Pero también sustentadas en una economía de libre mercado y en la existencia de potentes sociedades civiles desde donde se ejerce la crítica responsable, se garantizan los derechos a la libertad de información y expresión y el juego político se realiza a través de procesos democráticos libres y realmente competitivos.
Resulta bochornoso como la mayor parte de los líderes del continente han caído en la trampa de tolerar lo intolerable. Ya nadie condena las violaciones de los derechos humanos en Cuba y Venezuela. Se tolera a países como Nicaragua, donde el sistema democrático se ha desvirtuado completamente, y asistimos a una deriva totalitaria preocupante de la mano de ese tahúr que es el presidente de ese país, Daniel Ortega. La Organización de Estados Americanos (OEA) se ha convertido en un mero cascarón vacío sin contenidos, ni efectividad, ni capacidad de arbitrar el caos populista y el auge del autoritarismo que se padece en el continente.
Incluso en la pasada crisis hondureña, allá por el año 2009, en que el gobierno legítimo de Roberto Micheletti fue estigmatizado por los burócratas de Washington y la diplomacia chavista, se llegó al paroxismo de que quienes defendían la legalidad democrática y habían sacado de la escena política al castrocomunista Mel Zelaya, fueron castigados por la comunidad de naciones latinoamericanas y condenados al ostracismo más severo. Hasta la CNN y el torpe inquilino de la Casa Blanca, junto con los demócratas del “imperio”, se aliaron con los Zelaya y compañía.
Militares presos, terroristas en la calle. Mención aparte merecen los militares detenidos en Argentina, Colombia, Chile y Uruguay que, habiendo derrotado al comunismo que pretendían imponerles por la fuerzas las organizaciones terroristas financiadas por Cuba y también por la extinta Unión Soviética durante la Guerra Fría, ahora sufren el presidio, la condena al ostracismo y un lento pero inexorable exterminio debido a su avanzada edad. Más de dos centenares de estos presos políticos víctimas de la vendetta de la izquierda -que nunca perdona ni busca la reconciliación sino cuando está totalmente derrotada-, ya han fallecido en la Argentina y otros mil más se pudren en las mazmorras kirchneristas. Qué ignominia, Dios mío.
Los antiguos Montoneros, que sembraron las calles argentinas de terror y sangre, muerte y violencia indiscriminada, hoy ocupan los despachos ministeriales y dictan sentencias, pero el juicio de la historia no se puede alterar: su proyecto político era convertir a la Argentina en una suerte de ergástula totalitaria al estilo de la isla-prisión de Cuba. Eran unos vulgares terroristas sin necesidad de buscar otros eufemismos para describirlos.
La paradoja es que mientras que aquellos que dieron la batalla contra la subversión, arriesgando sus vidas y las de sus familias, están en la cárcel, o ya muertos tras haber penado largas condenas, como fue el caso del general Jorge Rafael Videla, los antiguos terroristas, como el líder montonero Mario Firmenich, están en la calle. E incluso gozan del respeto y la impunidad que les fue concedida en su momento.
Una situación parecida a la de los presos argentinos, se vive en Uruguay y Chile, donde otros militares cumplen largas condenas en aras de una falsa búsqueda de la justicia. Por ejemplo, y como prueba de cómo los demócratas han olvidado la historia y han aceptado las tergiversaciones de los marxistas, el presidente de Chile, Sebastián Piñera, se negó a conceder el indulto a estos héroes de la patria que evitaron que el país cayera en la trampa comunista y que los terroristas llegaran al poder. Piñera prefirió jugar a hacer lo más políticamente correcto de una forma infame y cobarde y cedió ante la vulgata marxista. Sin embargo, todavía no ha movido ni un dedo para detener a los asesinos del político centrista Jaime Guzmán, asesinado en 1990, que no casualmente residen en Cuba y gozan de la hospitalidad del régimen de La Habana. Como vemos, en esta América de nuestro tiempo la justicia es asimétrica.
La izquierda se reconvierte a través del Foro de Sao Paulo. El precio político de no haber dado la batalla de las ideas tendrá su coste en el largo plazo, volver al sentido común y a la democracia plena será un camino largo. Las instituciones políticas de Venezuela han sido destruidas, la democracia ya es meramente formal y se ha reducido a votar en unas elecciones fraudulentas cada x años, mientras la oposición democrática, a veces heroica, languidece. Maduro ha venido para quedarse por mucho tiempo, no será fácil apearle del poder.
Algo parecido ocurre en el Ecuador de Rafael Correa, que ya sueña con reelegirse mientras acaba con la libertad de prensa y ahoga la economía de mercado. Casos y situaciones parecidas se padecen también en Argentina, Bolivia y Nicaragua.
La antigua izquierda comunista, reconvertida ahora en supuestamente demócrata tras su puesta al día en la “factoría” del Foro de Sao Paulo, se apresta a dominar en casi todo el continente bajo nuevos ropajes, pero siempre con las mismas ideas y dispuestas para quedarse ad eternum en el poder. Han cambiado sus modos, porque ya pasaron los tiempos de la vía armada y cayó el Muro de Berlín, pero sus objetivos siguen siendo los mismos.
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