2014-11-26

Oppenheimer, uno de los periodistas latinoamericanos más destacados, hizo una aguda travesía para detectar dónde está la fórmula que hace que los países puedan producir mentes brillantes. en su nuevo libro, “¡Crear o morir!”, advierte la necesidad de que américa latina se suba al carro de la economía del conocimiento y comience ahora mismo a levantar estrategias de vuelo para no quedarse atrás.

Por: Claudia Alamo / Fotos: Matías Bonizzoni

Fue la muerte de Steve Jobs lo que gatilló en Andrés Oppenheimer la pregunta: ¿Por qué no surge un tipo como él en América Latina? Y no sólo lo pensó, sino que decidió averiguar, entender las razones, detectar los factores que permiten que una sociedad tenga más hombres y mujeres geniales. Entrevistó a muchos innovadores. Decidió viajar para conocer las recetas que han funcionado y las que no. Viajó para dialogar con personajes que, en su órbita y en su país, lograron dar pasos enormes y cambiar el curso de las cosas. De ahí que en su nuevo libro “¡Crear o morir!” entrevistó a diversas personalidades para buscar en sus historias la raíz de su pregunta. Habló con el chef peruano Gastón Acurio, que revolucionó la identidad cultural y económica desu país y lo convirtió en uno de los mayores centros gastronómicos del mundo. Recogió también la experiencia de Pep Guardiola, el ex director técnico del Barcelona, por el arte de innovar cuando se va ganando, y así varios más. “La innovación va mucho más allá que la tecnología. Por eso empecé el libro con casos que no tenían nada que ver con ella”, dice. Para este periodista argentino, que vive en Miami y que ha sido elegido como uno de los 50 intelectuales latinoamericanos más influyentes, la pregunta respecto a qué permite el florecimiento de gente innovadora es fundamental y debería estar en el centro del análisis político. Como el mismo Oppenheimer explica en su libro, “estamos viviendo en la economía global del conocimiento en que las naciones que más crecen son las que producen innovaciones tecnológicas”. Más aún, sostiene que la proyección de los países depende cada vez menos de sus recursos naturales, y cada vez más de sus sistemas educativos y científicos. “Los países más exitosos no son los que tienen más petróleo o más reservas de agua, sino los que desarrollan las mejores mentes y exportan productos con mayor valor agregado”, sostiene en su libro.

“Estamos en una nueva era, que es la economía del conocimiento, donde el trabajo mental va a valer cada vez más y el trabajo manual cada vez menos. Y en este nuevo mundo, nos guste o no, todo está cambiando muy rápidamente. Te encuentras con que una compañía como Kodak, que tenía 140 mil empleados, se fue a la quiebra por no innovar y no meterse en la tecnología digital. Mientras que Instagram, una compañía que tenía apenas 13 empleados, en el mismo año, se vendió a Facebook en mil millones de dólares. Ese es el mundo en que estamos viviendo. Entonces, la consigna es: o innovamos e incentivamos nuestra creatividad, y nos reinventamos como personas y como países, o nos vamos a quedar cada vez mas atrás”, señala.

–¿Y qué es innovar?

–Lo primero es entender que no es sólo tecnología. Por eso, lo que hice en el libro fue buscar cuáles son los secretos de la innovación. Fui a Silicon Valley, y después exploré los casos de grandes innovadores de todos los ámbitos para ver qué tienen en común; qué hacen las sociedades para crear innovadores como ellos, cualquiera sea su ámbito. Y aprendí muchas cosas. Aprendí, por ejemplo, que la innovación en el 90 por ciento de los casos no surge de arriba para abajo, sino que de abajo para arriba.

–¿Qué significa eso?

–Que no se trata de tener un programa gubernamental. Tú no puedes, por más que le dediques dinero y energía, crear una cultura innovadora. Puedes hacer cosas muy buenas como las que están haciendo aquí con la Fundación Chile, pero de ahí a pensar que se puede hacer innovación –como se está haciendo en Argentina o en Ecuador– creando un parque tecnológico y pensar que eso te va a producir mentes creativas, es un disparate absoluto. Por eso, lo que tenemos que crear en América Latina es una cultura de la innovación.

–¿Cómo?

–En primer lugar, venerando a los innovadores igual como glorificamos a los futbolistas. Y eso no lo estamos haciendo. O sea, cualquier chico chileno te puede recitar a los 11 jugadores de Chile, pero muy pocos te van a poder nombrar a los tres científicos más importantes. Entonces, necesitamos crear un Alexis Sánchez de la tecnología, un Messi de la innovación. La pregunta es: ¿Por qué tenemos jugadores tan buenos en América Latina? Una de las razones es porque tenemos millones de niños que juegan al fútbol. Bueno, cuantos más aspirantes a científicos y técnicos tengamos, más posibilidades vamos a tener de que surja un Steve Jobs o un Bill Gates. Y eso es algo que tenemos que hacer los periodistas, los empresarios, todos. Los innovadores generalmente surgen en culturas que los valoran. Otra cosa que aprendí es que los lugares que generan más innovadores son los que respetan el fracaso.

–O sea, ¿aprender a tolerar el error; darle un valor al equívoco? ¿Por qué? ¿En qué ayuda eso?

–Claro, tenemos que crear una cultura de tolerancia social con el fracaso individual. Por ejemplo, cuando Steve Jobs tenía 30 años, lo echaron de Apple. Apareció su nombre en todas las revistas. Lo habían despedido. En nuestra cultura, si tú o yo salimos en la portada de Time en que se dice que fuiste echado, entonces te quemaste para siempre. En la cultura de Silicon Valley es todo lo contrario. Los innovadores se vanaglorian de sus fracasos. Tenemos que aprender a respetar el fracaso.

–No es fácil en una cultura donde el éxito viste mejor…

–Pero es que no es tan así. Todos los grandes innovadores de la historia fracasaron mil veces. Thomas Edison hizo mil intentos antes de fabricar la lamparilla eléctrica hasta que dio con la tecla. Los hermanos Wright, pioneros de la aviación tripulada, se estrellaron 156 veces antes de hacer el primer vuelo exitoso. Y lo mismo con Henry Ford. ¿Sabes por qué llamó a su auto el Ford T? Porque empezó por el A, el B, el C…. Hizo 19 intentos fallidos hasta que dio con el Ford T. En nuestra cultura, si tú haces el Ford A, B o C, y no lo logras, te catapultaste como un fracasado y te hacen la cruz.

–¿Por qué cree que en nuestra cultura el fracaso no tiene espacio?

–Eso no me importa. El hecho es que tenemos que cambiarlo, y se puede cambiar con formas muy concretas. La innovación se puede estimular con campañas mediáticas, con premios.

–En su libro señala que las ciudades con onda, con encanto, son las que captan gente más innovadora…

–Ese fue uno de los descubrimientos que más me sorprendió. Yo pensaba que las grandes empresas atraían las mentes creativas. Y lo que descubrí es que está pasando todo lo contrario. Son las empresas las que van a los lugares donde están las mentes creativas.

–Y cuando mira hacia América del Sur, ¿qué ve?

–Un enorme talento desaprovechado. El desafío es convertir todo ese talento en algo productivo y que no seamos, meramente, productores de futbolistas y poetas. Uno ve que el secreto de la innovación es la gente. Por eso digo, cuando Cristina Kirchner hace un parque tecnológico en Argentina, y lo llama “Tecnópolis”, eso es un proyecto inmobiliario. No es innovación. Lo importante es la gente. No los edificios.

IZQUIERDA BOBA VERSUS LOS PROGRE-SAURIOS

–¿Qué lectura hace de que en América del Sur haya tres Presidentas mujeres? ¿Innovador?

–Me parece fantástico. Independientemente de la situación que esté viviendo cada una de ellas, claro que hay ahí una señal muy positiva y que nos muestra que nuestras sociedades no son nada anquilosadas. Más aún, son bastante abiertas al cambio y a la experimentación. Es cosa de ver los debates de nuestros países: el matrimonio gay, la legalización de la marihuana.

–En el caso de Evo Morales, que ha sido reelegido luego de pasar años siendo resistido por algunos sectores y que hoy aparece casi venerado, ¿hay un modo de innovación en lo que ha hecho?

–No es venerado por tantos tampoco. O sea, Evo Morales, al igual que Correa en Ecuador, son la misma historia que Argentina y Venezuela, sólo que empezó más tarde, pero va a terminar igual. Evo Morales el 2014 es el mismo fenómeno que Cristina Kirchner el 2011.

–¿Cómo describe ese fenómeno?

–Gobiernos que se benefician de los altos precios de las materias primas. O sea, cuando Evo Morales llegó al poder en el 2005, Bolivia vendía 400 millones de dólares anuales en gas natural. Hoy vende 6 mil millones. Entonces, no hay que ser un genio para que le vaya bien a la economía. Lo que pasa es que cuando ahuyentas los capitales, como lo está haciendo Evo con las nacionalizaciones, tú creas una burbuja, una fantasía de prosperidad, que te funciona mientras los precios de tus materias primas están altos. Y apenas empiezan a caer, como pasó en Venezuela y Argentina, se pincha el globo y nadie quiere poner un peso porque sabe cómo termina esta historia. Por eso, creo que Evo Morales, lejos de ser un gran estadista, va a pasar a la historia como otro progre-saurio que terminó arruinando a su país.

–¿Progre-saurio? Se ha dicho que en América del Sur hay dos izquierdas. ¿Cuál sería “progre-sauria”?

–Hay una izquierda boba y una inteligente. En Chile tienen una izquierda muy inteligente y globalizada. Otros países vecinos tienen una izquierda boba y “progre-sauria”.

–¿Y qué tipo de izquierda tiene Argentina?

–Progre-sauria. Pero también hay una izquierda inteligente… En el fondo, es una caricatura. Esas etiquetas ya no corren. En un mundo en que China –un país comunista– es el país más capitalista del mundo, donde no hay derecho a huelga y es el paraíso de los capitalistas, hablar de izquierda y derecha es medio ridículo.

La entrada ANDRÉS OPPENHEIMER “TENEMOS QUE APRENDER A RESPETAR EL FRACASO” aparece primero en Revista Cosas.com.

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