2014-06-17

Cuando el rey Juan Carlos se enteró de que una periodista de izquierda, atea y divorciada había conquistado al príncipe Felipe, comenzó a temblar. “Mi hijo se quiere cargar la monarquía”, es decir, quiere destruirla, comentó.

Por: Valentina Espinoza

Que pasen un buen fin de semana. Hasta el lunes”. Así se despidió el viernes 31 de octubre de 2003 la presentadora de Telediario ante los espectadores del que era el noticiero más visto de España. Pero el lunes siguiente ya no estaría frente a las cámaras para informar de las últimas noticias, pues el sábado 1 de noviembre se anunció su compromiso con el príncipe Felipe. Fue así como “Letizia, la de Telediario” pasó a convertirse en “Letizia de Asturias”.

En ese entonces, si bien el nombre de Letizia Ortiz era ajeno para muchos, su cara ya era conocida. Y aunque a posteriori parece que su sueño estaba recién por comenzar, llevaba la vida que siempre había deseado. Su abuela había sido periodista, al igual que su padre; y ella nunca había querido ser otra cosa que reportera. Ni princesa ni –mucho menos aún– reina. Pero la vida tiene sus vueltas, y la de Letizia, hoy de 41 años, dio un giro radical el 22 de mayo de 2004, cuando se casó con el heredero de la corona española en la catedral de Nuestra Señora de La Almudena, en Madrid. A partir de entonces, la periodista dejó de relatar noticias para convertirse en una de ellas. En cientos. De sus vestidos a sus zapatos, de su extrema delgadez a sus frecuentes escapadas con amigas, su vida pasó a ser analizada hasta el agotamiento por los medios internacionales y, muy especialmente, por su nueva familia.



Sin sangre azul

Cuentan que poco más de una década atrás, cuando el rey Juan Carlos se enteró de que Letizia Ortiz había conquistado el corazón de su hijo, comenzó a temblar: se trataba de una periodista de izquierda, atea y, por si fuera poco, divorciada. “Mi hijo se quiere cargar la monarquía”; es decir, quiere destruirla, comentó con algunos cercanos. La consideraba una enemiga natural de la realeza.

Según la historia oficial, Letizia y Felipe se conocieron a mediados de 2002 durante una comida en la casa de Pedro Erquicia, un compañero de ella en TVE. Testimonios de cercanos dicen, en cambio, que la primera vez que se vieron fue en una noche de copas en un bar madrileño donde ambos estaban con grupos de amigos. Entre ellos habían conocidos “cruzados” y juntaron las mesas. Después de esa noche, el príncipe y la periodista siguieron conectados y la cena en casa de Erquicia se organizó posteriormente para darle un cariz menos noctámbulo y bohemio a su primer encuentro.



Es más, aparentemente, cuando conoció al príncipe, Letizia vivía con el periodista David Tejera y no le comentó el nacimiento de su nueva relación. Según testigos, el ex novio se enteró por la televisión que su pareja se había comprometido con el príncipe. El año pasado, Tejera dio la primera entrevista de su vida –al diario asturiano La Nueva España– y al hablar de Letizia y el anuncio de su noviazgo con Felipe dijo: “Cuando ocurrió sólo tuve tres posibilidades: adularla mintiendo; decir la verdad y, por tanto, hablar mal y quedar como un rencoroso resentido, o dejar que cada cual saque sus conclusiones. Fue ésta la que escogí. Ni la he adulado ni la he criticado con rencor; creo que es lo más honesto que podía hacer”.



En el minuto en que Felipe y Letizia se conocieron, la carrera de la periodista estaba en pleno ascenso, aunque algunas voces aventuran que fue la Casa Real la que comenzó a impulsar sus progresos profesionales. Antes había recibido el premio Mariano José de Larra –de la Asociación de la Prensa de Madrid– como la mejor periodista menor de 30 años.

La relación se consolidó en la primavera de 2003, aunque cubierto de un manto de secretismo gracias a la discreción de los amigos más estrechos de la pareja. Ese mismo verano, ambos pasaron unos días de vacaciones en el extranjero; después siguieron viéndose en casa de íntimos de Felipe, tanto en Madrid como en Barcelona. Los funcionarios de La Zarzuela forjaron un plan de seguridad para que el romance no trascendiera hasta que se estimara conveniente. Y funcionó, porque la sorpresa que produjo el anuncio del compromiso, y la posterior presentación de los novios en el Palacio del Pardo, fue mayúscula.

Esa tarde, cometió un error de protocolo que hasta hoy le echan en cara cada vez que se habla de su carácter fuerte y actitudes “mandonas”. Cuando el príncipe respondía una pregunta hecha por un periodista, Letizia no se contuvo y le dijo “amor, déjame hablar a mí…”.

Los días que siguieron al anuncio del compromiso se repitió una y otra vez, con diferentes agregados, la historia de vida de la recién llegada a la familia real. Se supo que Letizia Ortiz Rocasolano nació un 15 de septiembre de 1972 en Oviedo, en una familia de clase media, siendo la mayor de tres hermanas. Entre sus abuelos se contaban una conocida locutora radial, Menchu Alvarez del Valle, y un taxista. Su infancia transcurrió en un entorno normal y fue educada por dos profesionales liberales, un padre periodista y una madre enfermera sindicalista, que le enseñaron el valor del esfuerzo como método para destacar en la vida.

Jesús José Ortiz y Paloma Rocasolano se trasladaron a Madrid por motivos laborales cuando Letizia tenía 15 años. Allí continuó sus estudios en el Instituto Ramiro de Maeztu, donde terminó la enseñanza media y se enamoró de su profesor de literatura, Alonso Guerrero, con quien se casaría por el civil diez años después. A sus 18 años, la futura reina entró a la Universidad Complutense de Madrid, donde se licenció en periodismo. Mientras estudiaba, empezó a colaborar con el diario ABC y con la agencia EFE.

Más adelante realizó un máster en información audiovisual y se trasladó durante un año a México a cursar un doctorado, mientras trabajaba para el periódico Siglo 21 de Guadalajara. Según versiones recogidas por la prensa española, en ese país tuvo un romance con el líder del grupo Maná, Fher Olvera, y posó semidesnuda para el pintor cubano Waldo Saavedra, quien incluyó “una recreación de Leti” para la carátula del disco “Sueños líquidos” del grupo musical mexicano.

A su regreso a Madrid, Letizia emprendió una carrera profesional en televisión que la llevó a varios canales privados, como Bloomberg y CNN+, hasta que llegó a TVE, donde tuvo que cubrir importantes hechos noticiosos, como los atentados del 11 de septiembre en Estados Unidos, la guerra de Irak o el hundimiento del Prestige en las costas gallegas.

A Letizia le costó mucho encontrar un estilo de princesa. En sus primeros años después del matrimonio lucía poco refinada y nada chic.

Enamorada

El 22 de mayo de 2004, día de su matrimonio, su imagen se repitió millones de veces en diarios, revistas y pantallas de televisión en todos los continentes. Ese día cautivó al mundo con su vestido de Manuel Pertegaz, uno de los modistos más prestigiosos de España, quien creó una verdadera pieza de museo. La delgada Letizia lució un diseño de “línea princesa” en seda natural con corte continuado desde los hombros al suelo y una cola de 4,50 metros que partía a la altura de la cadera. El modelo fue diseñado como un puzzle para que cada pieza encajara con otras, tomando como referentes la longitud y anchura de la cola, así como el peso total del traje. Tenía escote en ‘V’ y cuello con bordados de hilo de plata y oro a juego con las mangas y la pollera: flores de lis, espigas de trigo y tréboles. El velo nupcial también era de seda natural y tenía bordados inspirados en técnicas del siglo XIX, como guirnaldas que mezclan la flor de lis y la espiga. Este último fue un regalo personal del príncipe, y los zapatos, de Manolo Blahnik con tacos de 15 centímetros, se los obsequió Jaime de Marichalar. También lució un abanico del siglo XIX en madreperla y encaje, un accesorio restaurado especialmente para ella que perteneció a la reina Isabel II de España (1833-1868), escogido personalmente por Letizia como especial homenaje a Madrid y a la familia real. La joya más importante fue la diadema que sujetaba su velo, conocida como tiara prusiana. Hecha de platino, diamantes y un brillante central con forma de lágrima, fue la misma que llevó la reina Sofía el día de su boda con el entonces príncipe Juan Carlos en Atenas, el 14 de mayo de 1962.

Fue así como, a sus 31 años, Letizia comenzó su transformación desde plebeya republicana a princesa de Asturias y, además, princesa de Gerona, princesa de Viana, duquesa de Montblanc, condesa de Cervera y señora de Balaguer.

Según sus conocidos, al principio recorría los pasillos de La Zarzuela con lápiz y cuaderno en mano, tomando nota de todo. Luego de largas horas de estudio que incluían protocolo, idiomas e historia de España, se transformó en la esposa atenta y responsable de Felipe de Borbón.

Atrás quedaban sus años plebeyos, en los que iba a trabajar en bus y vivía en un departamento arrendado en Valdebernardo, un barrio de clase media.

La polémica

Plebeya y divorciada fueron los primeros dolores de cabeza que causó Letizia a los monárquicos antiguos y también al protocolo.

Pero el gran dolor de cabeza llegó en 2013 cuando su primo, David Rocasolano, publicó el libro “Adiós Princesa”. En la obra, el autor aseguró que un año antes de conocer al príncipe Felipe, Letizia quedó embarazada de su novio de ese momento, el periodista David Tejera, y abortó. Rocasolano, quien durante años mantuvo una relación muy cercana con Letizia y hasta se encargó de ayudarla con los trámites de su divorcio, narra que ella, en presencia del príncipe Felipe, le pidió que hiciera desaparecer toda la documentación relativa al aborto, con la intención de que ni la opinión pública ni sus suegros conocieran uno de los capítulos más comprometedores de su trayectoria.

“La vida en palacio la ha transformado en una persona más controladora y cruel”, dice el autor sobre su prima y narra su obsesión por las filtraciones a la prensa y su mala relación con sus hermanas, Telma y Erika –quien se suicidó en 2007 a causa de la “presión mediática”–, y con la segunda esposa de su padre. También muestra a Letizia como una mujer impaciente y avergonzada de la familia de clase media y republicana de la que procede.

Las tiaras que ha usado la reina Sofía, en el futuro las lucirá Letizia. Les dicen “de pasar” porque pasan de una reina a otra, pero no les pertenecen.

Princesa empoderada

El pasado 22 de mayo, cumplió su primera década como princesa y en ella Letizia ha impreso un sello particular a su responsabilidad y se ha saltado algunas costumbres o normas institucionales, como el veraneo en el palacio de Marivent, en Palma de Mallorca, que era tradicional entre los Borbón. También se involucra directamente en la educación de sus hijas –las infantas Leonor y Sofía– e incluso les ayuda a hacer las tareas.

Pese a su posición es fanática de la música y le encanta asistir con sus mejores amigas –muchas de ellas periodistas– a conciertos de Bon Jovi, The Killers, Shakira o Coldplay.

Ajena a las críticas, Letizia trata de edificar un hogar lo más normal posible. Por las mañanas, lleva a sus hijas al colegio Los Rosales, el mismo donde estudió su marido, y regresa siempre de su oficina en La Zarzuela a tiempo para acostarlas. También va de incógnito al cine cada vez que puede y suele salir a tomar algo a los bares de moda de Madrid los sábados por la noche.

Ha ganado cada vez más protagonismo y ha logrado consolidar un espacio propio de trabajo con actividades en favor de la infancia y la juventud, la educación, la lucha contra las enfermedades y la investigación científica. Desde que se convirtió en princesa, además, ha recibido a más de dos mil 100 personas en 107 audiencias y ha asistido a 190 actos oficiales.

Su vestuario ha estado en la mira pública desde el primer día y, la verdad, no convence a todos. Tratando de verse como una mujer “normal” y sin ofender a los que sufren la actual crisis económica en España, luce más como ejecutiva empresarial que como princesa.

Sus modistos preferidos son, en ese orden: Felipe Varela, Lorenzo Caprile, Adolfo Domínguez y Miguel Palacio. Quienes la defienden aseguran que usa el mix and match a la perfección, al combinar prendas de diseño con otras low cost de firmas como Mango, Massimo Dutti y Zara.

Acierta sobre todo en las cenas de gala y bodas reales, con sus excepcionales outfits en rojo, negro, verde esmeralda y en tonos nude con escote strapless, que complementa con joyas de la Corona. Para el día, prefiere la comodidad que le otorgan sus trajes de chaqueta con falda a la altura de la rodilla. Famosos se hicieron sus zapatos favoritos, los peep-toe, que marcaron tendencia e, incluso, fueron rebautizados con su nombre: los ‘Letizios’.

Pero la imagen perfecta cuesta caro, y Letizia lo sabe bien. Desde que en 2003 se convirtiera en la futura reina consorte de España hasta hoy, ha tenido un notable cambio de imagen que le ha valido más de una crítica. Varias operaciones estéticas se suman a su figura cada vez más delgada, que incluso ha despertado rumores sobre algún trastorno alimenticio.

Para someterse a los costosos retoques, Letizia suele viajar al extranjero y así evitar filtraciones de la prensa. Según médicos españoles expertos en el tema, las intervenciones que se ha realizado serían infiltraciones de su propia sangre para marcar el óvalo de la cara; bótox en frente, alrededor de los ojos y en las comisuras de los labios; infiltraciones de ácido hialurónico para conseguir que la piel se vea más tersa y no se caiga; infiltraciones de vitaminas; prótesis mamarias, dos rinoplastias, limado del mentón y corte del hueso maxilar para atenuar el bruxismo. La segunda rinoplastia fue para levantar la punta de la nariz.

En los últimos años se ha visto cómo Letizia no sólo ha ganado tono muscular, sino que ha logrado definir muy bien sus brazos. “Siempre que sus obligaciones se lo permiten, va al gimnasio de La Zarzuela, el mismo donde se ejercita el resto de la familia y donde también entrenan los escoltas. Lo hace con una disciplina casi militar”, asegura Martín Blázquez, uno de los periodistas más cercanos al día a día de la princesa. También le gusta el senderismo y escaparse con sus niñas a la sierra de Madrid. El esquí, deporte favorito del príncipe junto con la vela, no es lo suyo, aunque lo ha intentado hasta con cursos intensivos en Los Alpes. Pero no le gusta. Prefiere mil veces el baile. Tanto que cuenta con un monitor de zumba que va dos o tres veces por semana a La Zarzuela para darle clases.

Cuenta con un peluquero que todas las semanas le realiza tratamientos de hidratación y vitaminas; y la peina en cada una de sus apariciones públicas.

La princesa defiende la intimidad de su familia y dedica especial atención al cuidado de sus dos hijas, las Infantas Sofía y Leonor; incluso, las ayuda a hacer las tareas. La menor, Sofía, está celosa de su hermana porque Leonor un día será reina.

LOS DESAFÍOS

El pasado 4 de junio, días después de conocer el anuncio de abdicación del rey Juan Carlos, Letizia y Felipe de Asturias estuvieron en el monasterio navarro de Leyre para entregar el premio Príncipe de Viana de la Cultura 2014 al historiador Tarsicio de Azcona. Este fue su primer acto público juntos tras el “golpe” del rey.

Según el periodista Federico Jiménez, de esRadio, “ella al principio estaba muy tensa, pero cuando acabó el discurso le cambió la cara. El príncipe también estaba algo nervioso y emocionado. Pero el caso de Letizia, con un carácter mucho más fuerte, pero también nervioso, es distinto”.

Las preguntas inevitables por estos días son: ¿Podrá relajarse Letizia Ortiz ahora que va a ser reina? ¿Cómo irá a ser su reinado? ¿Qué tanto peso tendrá su figura?

La actual princesa heredará responsabilidades para reencantar a los españoles con la monarquía sacudida por el escándalo de corrupción de Iñaki Urdangarin, y el escándalo del rey en Africa.

La figura de Letizia será crucial en ese trabajo de reparación de la imagen real. Y aunque su origen plebeyo podría hacerla una reina “más común”, la propia Letizia tendrá que lidiar con simpatizantes y detractores. Mientras la reina Sofía –que nació princesa, hija y hermana de reyes– ha cumplido un trabajo discreto, la nieta del taxista deberá esforzarse el doble para encantar a los monárquicos y también a los que desean el fin de la institución.

Víctor Sánchez del Real, experto en comunicaciones y especializado en imagen, fue compañero de Letizia Ortiz en la Universidad Complutense de Madrid. “Ella se ha definido como una funcionaria y ha defendido su intimidad”, señaló a BBC Mundo, convencido de que “va a haber una evolución de consorte a compañera, la Corona sufrirá un cambio y España tendrá una reina ejerciendo de reina”.

Enfatiza que gracias a su experiencia de reportera y conductora de televisión, Letizia ayudó al príncipe a mejorar la dicción, la entonación y el manejo frente a las cámaras. “Por su carácter, ella jugará un papel muy importante en la Corona, tal vez tenga peso en algunos temas y con respecto a determinados posicionamientos”, agrega. Y añade que esta pareja es “moderna y dispuesta en tomar decisiones en conjunto”.

Observadores de la realeza creen que la ex periodista será una buena reina consorte para España. Además de concentrarse en aumentar la popularidad de la Casa Real, también deberán tener presente la preparación y educación de la infanta Leonor, futura princesa de Asturias, en su camino a la Corona. Pero Letizia sabrá cómo hacerlo, pues ha vivido en los dos mundos, el de una española normal y el de un princesa de Asturias.

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