2013-07-03

¿Se ha preguntado alguna vez quién es usted, qué es y por qué existe? El mundo que nos rodea es un misterio. Nosotros mismos somos un misterio. ¡Ahora usted puede comprenderlo!

HERBERT W ARMSTRONG

Quiero expresar mi gratitud hacia Aaron Dean, quien colaboró en la redacción y preparación de este libro. Sin él, a causa de mi pérdida casi total de la vista, no se hubiera podido escribir este libro.

Es propiedad.

Copyright © 1985, 1986 Iglesia de Dios Universal, Pasadena, California 91123, EE.UU.

Reservados todos los derechos.

Ni la totalidad ni parte de este libro pueden reproducirse sin permiso por escrito de la Iglesia de Dios Universal. Primera edición

Library of Congress Cataloging in Publication Data Armstrong, Herbert W. (1892-1986)

[Mystery of the Ages. Spanish]

El misterio de los siglos / by Herbert W. Armstrong, p. 336 cm. 21

Translation of: Mystery of the Ages.

Includes Index.

ISBN 0-943093-10-4 (pbk. : alk. paper)

Worldwide Church of God—Doctrines.

Bible—Criticism, interpretation, etc.

Life.

Churches of God, Seventh day—Doctrines etc.

I. Title.

BX6178.A7518 1987 87-20135

230’.99—dcl9 CIP

Quisiera dedicar este libro a la memoria de mi esposa de 50 años felices de matrimonio, Loma Armstrong.

DECLARACIÓN DEL AUTOR

POR QUÉ he escrito este libro? He tenido una vida larga, activa y repleta de interés que abarca ocho años y medio del siglo 19 y todo el siglo 20 hasta la fecha.

Conocí la era del coche de caballos, la era industrial y del automóvil, la era del avión, la era nuclear y ahora la era del espacio. He visto a mi país pasar de la era agraria cuando los granjeros cantaban alegremente detrás de su yunta, a la era urbana en que los agricultores se quejan y luchan por recibir más subsidios del gobierno a fin de evitar que se extinga la vida rural.

He visto el desarrollo de este siglo 20 hasta su actual estado de asombrosos adelantos y proezas industriales y técnicas. Al mismo tiempo, he visto la escalada alarmante de males deplorables, crímenes y violencia, y he visto surgir el crisol de la guerra mundial que amenaza con borrar al género humano de la tierra en esta actual generación. Estos hechos y condiciones son en realidad misterios que no han sido resueltos y ahora tienen que ser explicados.

He viajado por todo este globo que llamamos la Tierra. Me he visto hombro a hombro con los ricos, los pobres y los de en medio. He visitado a los magnates de la industria, a emperadores, reyes y primeros ministros. He conocido y me he asociado con los analfabetos y con los que viven en la

miseria. He observado este mundo muy de cerca, y de primera mano, como muy pocos.

Durante esta vida larga y agitada, llena de acontecimientos, me he planteado preguntas que fueron profundos misterios para mí y que siguen siendo incógnitas para el mundo en general.

Cuando tenía cinco años, mi padre decía que seguramente yo iba a ser abogado porque me la pasaba haciendo preguntas sobre muchos temas. Quería COMPRENDER. Ansiaba tener ENTENDIMIENTO. El rey Salomón, el hombre más sabio que jamás existió, anhelaba la sabiduría y Dios le satisfizo ese ardiente deseo. Hoy, transcurridos muchos años, comprendo que aquel mismo Dios me ha dado en su Palabra revelada el entendimiento de los misterios más profundos de la vida que siguen sin solución y sin explicación para la mayoría.

¿Cómo ocurrió todo esto? Mi familia era protestante y yo asistí a la iglesia hasta la edad de 18 años, pero nunca escuché la explicación de estas desconcertantes preguntas. Si la Biblia revela las respuestas, ¿por qué hay tantas denominaciones en la cristiandad y tanto desacuerdo en cuanto al mensaje de la Biblia?

Ahora bien, ¿quién podía entender la Biblia? Yo jamás la había entendido. Y en caso de que llegara a entenderla, ¿podría creerle a la Biblia? ¿Tenía acaso autoridad? Este interrogante me consumía, y es el misterio que será despejado en este libro. La historia de cómo llegué a entender ese conocimiento comenzó en 1926, a los 34 años de edad, pero ese fue apenas un comienzo. La razón final y definitiva que me impulsó a escribir este libro no se reveló a mi mente hasta diciembre de 1984. Fue un concepto sobrecogedor, una verdad crucial que será claramente explicada en este libro.

En el verano de 1926 me pregunté: ¿Quién soy? ¿Qué soy? ¿Por qué existo? Razonando, traté de hallar la respuesta, mas no pude. Era un misterio. Entonces, en el otoño de ese mismo año me encontré ante un desafío verdaderamente desconcertante acerca de un punto bíblico y acerca de la teoría de la evolución. El resultado fue que mi mente fue abierta ante un asombroso panorama de grandes profundidades de conocimiento y entendimiento.

Todo comenzó en torno a la teoría de la evolución y la observancia del domingo como día de reposo.

Sabía que la Biblia era el libro de mayor venta en el mundo, mas para mí había sido siempre un enigma. No la había podido entender.

Una vez afirmé: “La Biblia dice: ‘Guardarás el domingo’ Me preguntaron cómo lo sabía. ¿Acaso lo había leído en la Biblia?

Respondí que lo sabía muy bien porque todas las iglesias guardan el domingo como día de reposo y daba por sentado que sus enseñanzas provenían de la Biblia.

Pero a raíz de esto estaba en juego mi matrimonio. Me vi obligado a hacer un estudio profundo de la Biblia y otro de la teoría de la evolución, que en ese momento estaba ganando rápida aceptación universal en el campo de la educación superior.

Un estudio a profundidad de las obras de Darwin, Huxley, Haeckel y otros me llevó a dudar de la autoridad de la Biblia y de la existencia de Dios.

Esos pensadores intelectuales estaban al tanto del incremento en el conocimiento sobre el universo. Ellos no podían armonizar este conocimiento, que aumentaba rápidamente, con las enseñanzas religiosas de su tiempo. Mis investigaciones sobre el pensamiento de los fundadores de la teoría de la evolución me hicieron recordar lo que leí en el Salmo 8, sobre cómo el rey David, monarca de una antigua nación, observó las estrellas del cielo y, viendo la extensión del vasto universo, comenzó a meditar. En su mente, se preguntó qué era él y qué es el hombre… en la vasta extensión del universo infinito. Me di cuenta de que este antiguo rey jamás recibió una respuesta cabal a los interrogantes que le inquietaban. No obstante, más tarde en mis investigaciones descubrí cómo la respuesta final le fue revelada al apóstol Pablo y explicada en el segundo capítulo de la Epístola a los Hebreos.

Estaba decidido a hallar pruebas absolutas de la existencia de Dios y de la autoridad de la Biblia, o a rechazar tanto lo uno como lo otro. Me di cuenta de que la mayoría de las personas aceptan o rechazan una creencia, sin pruebas, basándose en una suposición descuidada de lo que han oído o lo que se les ha enseñado. Mas yo quería entender; quería estar seguro por pruebas contundentes, no por ilusiones o por suposiciones hechas a la ligera.

Después de muchos meses de estudiar prácticamente día y noche, las respuestas me fueron reveladas con pruebas contundentes y absolutas. Ya no daba por sentada la existencia de Dios de una manera descuidada por el simple hecho de haberlo oído o porque me lo hubieran enseñado. Encontré pruebas absolutas e irrefutables de la existencia del supremo Dios creador y también de la autoridad absoluta de la Santa Biblia como la Palabra de Dios: el mensaje y conocimiento de Dios revelados a la humanidad. Me di cuenta de que la Biblia es un libro escrito en cifra que contiene las respuestas a los grandes misterios que desconciertan a la humanidad.

La revelación de estos misterios se perdió aun para la Iglesia de Dios, si bien fue conservada en los escritos de la Biblia. Entonces ¿por qué no la ha entendido el mundo? Porque la Biblia fue escrita en cifra y Dios dispuso que no se entendiera hasta nuestros días, hasta esta segunda mitad del siglo 20.

En mi estudio de la Biblia, que se prolongaba hasta altas horas de la noche, aprendí por qué es el libro más incompren- dido de todos, aunque es el de mayor venta. La verdad o explicación completa de cualquier tema rara vez se revela en un solo pasaje. Otras porciones, factores o aspectos de un tema por lo general se encuentran en varios otros pasajes en otras partes de la Biblia, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Se puede lograr una comprensión total y verdadera de un tema sólo cuando varios otros pasajes, que se encuentran en diferentes partes de la Biblia, son colocados juntos.

Ante mis ojos atónitos se abrían nuevos horizontes de comprensión y conocimientos … conocimientos que para la mayoría de las personas han seguido siendo los más grandes misterios. Pero ese mismo libro dice que precisamente en los días de nuestra generación, este gran misterio se despejaría.

Para sorpresa mía, así fue.

Aprendí que la Biblia es como un rompecabezas, con millares de piezas que deben unirse. Y estas piezas sólo encajan de una manera. Entonces el cuadro aparece despejado y cristalino a los ojos de quienes estén dispuestos a creer las palabras de Dios, nuestro Creador.

El presente libro busca simplemente unir las muchas piezas del rompecabezas para facilitar su comprensión. Mientras usted lee y relee este libro, compare constantemente con la Biblia. Observe las verdades con sus propios ojos en las páginas de la Biblia, y mientras lo hace, abra su mente a Dios para que El lo guíe hacia su verdad. Su estudio cobrará un significado que nunca antes había experimentado.

El tiempo probará quizá que este libro ha sido el más importante en casi 19 siglos. No por su excelencia literaria ni su lenguaje florido y erudito, que hemos evitado deliberadamente, sino por la claridad de su lenguaje al exponer los conocimientos más importantes jamás revelados, provenientes de la fuente suprema de la inteligencia, conocimientos que han intrigado a todo ser humano desde el primero que pisó esta tierra.

La humanidad enceguecida no ha podido entender qué ni quién es el hombre, por qué existe ni cómo apareció en la tierra. Al hombre le ha inquietado su propia incapacidad para resolver sus problemas y para hallar respuestas a las preguntas desconcertantes del género humano y del mundo que habita.

La única autoridad suprema, dueña de todo conocimiento, reveló estos misterios hace mucho tiempo, pero en un mensaje escrito en cifra, y no permitió que el mensaje se revelara ni se descifrara hasta nuestros días.

En el primer siglo de nuestra era la Iglesia sufrió la infiltración de un evangelio diferente. Surgieron enseñanzas falsas e iglesias falsas que llevaban el nombre de “cristianismo tradicional”. Como lo revela Dios en Apocalipsis 12:9, el mundo entero ha caído en el engaño. Estas verdades básicas han permanecido en el misterio. Aun entre el clero, individuos sinceros y bien intencionados han recibido sus enseñanzas de otros hombres según la tradición de sus respectivas iglesias. Han creído que tales enseñanzas falsas correspondían a las verdades de la Biblia. En lugar de unir las diferentes piezas del rompecabezas en forma apropiada y acertada, se ha vuelto práctica y costumbre interpretar cada pasaje de la Escritura según una enseñanza falsa previamente aceptada que no proviene de ese pasaje. En otras palabras, interpretan las Escrituras para decir lo que ya se les ha enseñado y lo que han creído. La Biblia no necesita interpretación porque ella se interpreta a sí misma. Esto se hace evidente cuando se ven las diferentes escrituras sobre un tema ordenadas apropiadamente. La Biblia dice que se encuentran “un poquito allí, otro poquito allá” (Isaías 28:10). Aun el mundo de la cristiandad tradicional ha caído en el engaño.

A menudo he dicho que es mucho más difícil desaprender un error que ha sido enseñado como verdad, que aprender una nueva verdad. Aun en los pasados 58 años yo no me había dado cuenta cabalmente del significado del suceso revelado en Génesis 3:22-24: Que Dios verdaderamente había cerrado el acceso al Espíritu Santo y la vida eterna a la humanidad en general hasta que Satanás fuera quitado de  medio al tiempo de la segunda venida de Cristo. El cristianismo tradicional siempre ha supuesto que se está librando una competencia entre Dios y Satanás, que Dios ha estado tratando desesperadamente de “salvar al mundo”, pero que en esta gran controversia el diablo ha estado ganando. En otras palabras, que Dios envió a Jesucristo en su primera venida para tratar de ganar esta guerra interminable contra Satanás. El cristianismo tradicional ha enseñado que “quienquiera que lo desee” puede ser “salvo” por medio de Jesucristo.

Por algunos años me di cuenta sólo en parte del error de esta suposición, pero no toda la verdad de este asunto se hizo totalmente clara para mí hasta hace muy poco tiempo. Esta verdad es algo realmente sobrecogedor. Aclara lo que había estado oculto en el misterio.

Esperamos que este libro, escrito porque el tiempo designado por Dios para que saliera a luz ha llegado, abra los ojos de muchos a la verdad de estos misterios ocultos a lo largo de los siglos.

ahora, a los 93 años de edad, he sido inspirado a escribir este libro antes de que esta vida, colmada de experiencias, llegue a su fin. En sus páginas comparto, con todos los que quieran saber, las respuestas que la gran mente suprema de Dios revela en su Palabra, si es que estamos dispuestos a entender esa Palabra.

Contenido

DECLARACIÓN DEL AUTOR  ix

PRÓLOGO 1

INTRODUCCIÓN

La revelación de los siete misterios  6

CAPÍTULO I

¿Qué y quién es Dios?  26

CAPÍTULO II El misterio de los ángeles

y los espíritus malignos  49

CAPÍTULO III

El misterio del hombre  80

CAPÍTULO IV

El misterio de la civilización  114

CAPÍTULO V

El misterio de Israel  133

CAPÍTULO VI

El misterio de la Iglesia  165

CAPÍTULO VII El misterio del reino de Dios

ÍNDICE ANALÍTICO

PRÓLOGO

SE HA PREGUNTADO ALGUNA vez quién es usted, qué es y por qué existe?

El mundo que nos rodea es un misterio. Nosotros mismos somos un misterio. No hemos visto nuestro propio cerebro, sede del intelecto y de todo lo que somos.

Nuestra vida está envuelta en misterios. Cuando reflexionamos, aun la existencia misma se muestra un misterio. ¿Es el hombre un ser que simplemente apareció por casualidad? ¿Es el resultado de fuerzas terrenales inmanentes, carentes de inteligencia, significado y propósito? ¿O acaso es el fruto de un diseño y una creación inteligentes, obra de un Dios todopoderoso y de una mente suprema, con un propósito que también ha estado oculto en el misterio? La tradición que ha persistido a lo largo de la historia humana y que habla de un Dios creador constituye un misterio tal, que el mundo de la educación superior occidental ha pretendido borrarlo acogiendo casi unánimemente la teoría de la evolución.

La difusión de la educación no empezó a nivel humano hasta la invención de la imprenta en el siglo 15. A medida que la educación se iba difundiendo, a medida que el intelectua- lismo avanzaba y que la astronomía difundía conocimiento del universo, las mentes pensantes empezaron a hacerse preguntas. ¿Qué decir del vasto universo? ¿Cómo se originó

todo lo que existe? Las mentes racionales y científicamente orientadas se hallaron incapaces de armonizar el conocimiento que se estaba desarrollando acerca del vasto universo con las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana y el protestantismo, que habían dominado el pensamiento del mundo occidental. La enseñanza de un Jesús con cabello largo y rostro afeminado y el concepto de un Dios compuesto de espíritu invisible no les satisfacía intelectualmente. Todo esto era un misterio colosal. En la vanidad de sus mentes, consideradas por ellos mismos como eruditas, trataron de evadir totalmente el misterio basándose en el materialismo. Apaciguaron su curiosidad tratando de inventar una solución al misterio de los orígenes, la existencia y la vida por medio de un razonamiento materialista que les satisficiera intelectualmente.

Gradualmente, la teoría de la evolución se desarrolló en mentes pensantes, aunque ignorantes, llenas de vanidad intelectual. Este concepto se desarrolló hasta convertirse en la teoría de “uso y desuso” de Lamarck. En seguida de Lamarck vino Carlos Darwin con su teoría sobre la “supervivencia del más apto”. En realidad, Darwin murió sin estar seguro de la veracidad de su propia teoría. No obstante, dos colegas suyos, Haeckel y Huxley, lucharon vigorosamente por promover la aceptación pública de la teoría darviniana.

Pero las mentes humanas que dieron origen a la teoría, llenas de vanidad intelectual, ¿eran más sabias que la mente suprema que las creó a ellas? La teoría de la evolución ha sido inventada por mentes en un esfuerzo por explicar la presencia de una creación sin la prexistencia de un Creador divino.

Si el Dios todopoderoso fue nuestro Hacedor, y si existe como Creador divino de todo lo que hay, entonces Dios mismo surge como el primero y el más grande de todos los misterios.

¿Qué y quién es Dios? Este es un misterio que ninguna religión entiende. La ciencia no lo explica. La educación no lo enseña. Para los fundadores de la teoría de la evolución, llenos de vanidad intelectual, la existencia de Dios, como les fue presentada por la religión, era un misterio que ellos no podían entender ni aceptar. Pero ni siquiera los religiosos que ellos rechazaban pudieron entender el misterio de Dios. Sin embargo, Dios se revela a sí mismo por medio de su Palabra, la Santa Biblia, si estos religiosos tan sólo hubieran creído la revelación misma de Dios. Dios se revela en su Palabra, la Santa Biblia, mas casi nadie la entiende. La Biblia ciertamente es “el libro que nadie conoce”. La Biblia es en sí el misterio fundamental que revela todos los demás.

Si la verdad acerca de Dios constituye el misterio número uno revelado en la Biblia, sin duda le sigue en orden el misterio acerca de los ángeles y los espíritus malignos. ¿Existe o no el diablo? ¿Creó Dios al diablo? Y si existen ángeles santos, ¿cuál es su propósito y su función? La Biblia dice claramente que nuestro mundo está gobernado por potestades invisibles de los espíritus malignos. ¿Será posible que los espíritus malignos influyan en los hombres y aun en los gobiernos? ¿Hay espíritus malignos que afectan la vida suya, lector? Este asunto parece estar totalmente sumido en el misterio.

En tercer lugar tenemos el misterio de nuestra propia vida. ¿Qué es el hombre y por qué existe? ¿Tiene un alma inmortal? ¿Saben los muertos lo que hacen los vivos? ¿Es el hombre un ser de carne y hueso que lleva en su interior un alma inmortal? ¿Tiene la vida humana algún significado o propósito? ¿Hemos evolucionado por fuerzas materiales sin inteligencia, significado ni propósito? ¿Por qué afronta la humanidad tantos problemas aparentemente insolubles?

El cuarto lugar entre los misterios incomprendidos corresponde a la civilización de este mundo. ¿Cómo se desarrolló? ¿Por qué vemos un mundo de avances y progresos admirables pero al mismo tiempo con males deplorables cada vez peores? ¿Por qué las mentes que desarrollaron naves espaciales, computadores y demás prodigios de la ciencia, la tecnología y la industria no pueden resolver los problemas que ponen de manifiesto la incapacidad del hombre?

Luego viene el misterio de los judíos y la antigua nación de Israel. ¿Son los judíos los únicos descendientes de la antigua nación de Israel? ¿Por qué levantó Dios a Israel como una nación especial? ¿Por qué es el “pueblo escogido”? ¿Son ellos los preferidos de Dios? ¿Acaso discrimina Dios contra otras naciones? ¿Hace Dios acepción de personas? ¿Cuál es el propósito de Israel dentro del orden divino de las cosas?

Ahora llegamos al misterio de la Iglesia. ¿Por qué ha de existir la institución eclesiástica en el mundo? ¿Tendrá algún propósito oculto quizá aun para el cristianismo tradicional? La verdadera Iglesia, ¿sigue siendo la misma que Cristo fundó, o está compuesta ahora de muchas sectas y denominaciones diferentes? ¿Está la Iglesia bien organizada bajo un patrón creado por Jesucristo? ¿Hay gobierno y autoridad en la Iglesia? ¿Es una organización grandísima compuesta de muchos millones de miembros, o es un grupo pequeño y perseguido? ¿Cómo se puede reconocer a la verdadera Iglesia hoy?

Por último, ¿por qué está envuelto en el misterio lo que es el reino de Dios? El mensaje evangélico de Jesús fue el “reino de Dios”. ¿Es el reino de Dios algo que está dentro de cada persona? ¿Es algo que se puede establecer en el corazón de los hombres? ¿Es la Iglesia, o es algo enteramente distinto? ¿Por qué es un misterio el evangelio mismo de Jesucristo?

Estos son los siete grandes misterios que tocan la vida de cada hombre y mujer sobre la tierra. La pura verdad acerca de estos misterios se revela en la Biblia, mas parece que ni las iglesias ni los teólogos la han comprendido.

¿Por qué?

La Biblia es el misterio fundamental. Si uno la lee de comienzo a fin, puede terminar perplejo. La Biblia no se puede leer como se leen otros libros. Es un misterio por tratarse de un libro escrito en cifra. Es como un rompecabezas con centenares de piezas de formas diversas que sólo se pueden unir de una manera. Las verdades de la Biblia se revelan un poquito allí, otro poquito allá, dispersos de principio a fin, y se aclaran sólo mediante el Espíritu Santo que está en aquellos que se hayan entregado y sometido a Dios dispuestos a confesar sus errores y males, deseosos de CREERLE a Cristo, la Palabra viviente de Dios. Jesús fue la Palabra en persona; la Biblia es la misma Palabra impresa.

Nadie puede recibir el Espíritu Santo, único capaz de abrir la mente del hombre y darle la capacidad de entender la Palabra de Dios, si no se ha arrepentido profundamente y si no cree implícitamente en Cristo y en lo que Cristo dice. El arrepentimiento es posible sólo cuando se reconoce el error: lo que se ha hecho mal y lo que se ha creído erróneamente. Lo más difícil para el hombre es reconocer que ha estado equivocado y confesar sus creencias y convicciones erradas, así como desaprender conocimiento falso y adquirir conocimiento verdadero.

No es de extrañar, pues, que casi nadie entienda la Biblia.

Dios deliberadamente puso su libro en cifra para que no fuera entendido hasta nuestra era moderna. ¿Por qué lo hizo? Aun esto constituye un misterio. Lo explicaremos en las páginas de este libro.

En el capítulo 12 de la profecía de Daniel leemos que ni siquiera aquel devoto siervo de Dios comprendía el significado de lo que se le hizo escribir como parte de la Biblia. Dijo que oía pero no entendía. El ángel revelador le dijo: “Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y selladas hasta el tiempo del fin” (versículo 9).

Hoy hemos llegado a ese tiempo. Dios ha dado entendimiento de su Palabra a los elegidos, a los que se han entregado y sometido a Él y a su Palabra sagrada. El capítulo 12 de Daniel dice que en este tiempo del fin los “entendidos comprenderán”, pero que “ninguno de los impíos entenderá” (versículo 10). ¿Quiénes son los “entendidos”, capaces de comprender la Biblia?

“El principio de la sabiduría es el temor del Eterno” (Salmos 111:10) y “buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos” (mismo versículo). Empero, el cristianismo tradicional ha negado los mandamientos de Dios diciendo que están abolidos o “clavados en la cruz”. El clero y los teólogos del “cristianismo” organizado no pueden entender la Santa Biblia, y de hecho no la entienden.

Cabe preguntar, pues, cómo nosotros podemos entender y revelar al lector tan desconcertantes misterios. La pregunta se responderá en la Introducción de este libro.

Introducción

LA REVELACIÓN DE LOS SIETE MISTERIOS

LA INQUIETUD NÚMERO UNO del mundo hoy ¡es la supervivencia humana! La ciencia y la tecnología han producido armas de destrucción masiva capaces de borrar toda vida humana de nuestro planeta.

Hoy son muchas las naciones que poseen armas nucleares, y un solo loco bastaría para encender la chispa de la tercera guerra mundial… que aniquilaría al género humano.

Sin embargo, la verdad de Dios, si se hubiera conocido y aplicado, ¡habría librado a la humanidad de tal amenaza y de todos sus males!

¡Detengámonos un momento y pensemos en esto!

Habitamos un mundo que parece muy adelantado en los campos de la ciencia, la tecnología, la educación superior y la diseminación de conocimientos. La gente considera que es un mundo de GRANDES ADELANTOS. Enviamos hombres a caminar en la superficie de la Luna y los volvemos a traer ilesos. En Marte aterrizan naves espaciales que toman fotografías de la superficie marciana y nos las envían a la Tierra. Otras naves, acercándose a Júpiter, nos mandan fotos increíbles de ese planeta y de los anillos de Saturno. Mientras tanto, los cirujanos implantan corazones artificiales y transplantan órganos vitales.

Parte de la humanidad vive en un mundo mágico, deslumbrante, donde basta apretar un botón para que alguna

máquina cumpla el trabajo del hombre. Es un mundo soñado de lujo, comodidad y licencia.

Paradójicamente, el nuestro es también un mundo de IGNORANCIA. Ni siquiera las personas de alto nivel educativo saben cómo resolver sus problemas ni los problemas del mundo. No conocen el camino de la PAZ ni los PRINCIPIOS de vida correctos. Mientras tanto, casi la mitad de la población mundial está sumida en el analfabetismo, la miseria y el abandono. El espectro de la enfermedad y la inanición cobra vidas por millones.

El nuestro es un mundo descontento, inquieto, frustrado, un mundo abocado a un futuro sin esperanza. Es un mundo azotado por el crimen y la violencia, la inmoralidad, la injusticia (aun en sus tribunales), la falta de honradez, la corrupción en el gobierno y los negocios… y como si todo esto fuera poco, las guerras incesantes van conduciendo hacia la guerra final: la tercera guerra mundial, con armas nucleares.

¿POR QUÉ tenemos esta paradoja de “PROGRESO” junto con DEGENERACIÓN?

La verdad de Dios lo habría resuelto

La verdadera religión, que es la verdad de Dios unida a su amor impartido por medio del Espíritu Santo, habría señalado el camino. Habría traído la felicidad, la abundancia y la salvación eterna.

Al descubrir el error de las religiones del mundo, habremos señalado la causa de todos los males.

¿Qué es religión? Se define como el culto y servicio a Dios o a lo sobrenatural. Es la relación del hombre con su Creador. Algunas religiones han torcido esta definición. No rinden culto al Dios que creó al hombre sino a los dioses que el hombre ha creado. La religión tiene que ver con el comportamiento humano, con los principios, el modo de vida y el concepto que se tiene del más allá.

Las verdaderas CAUSAS de la confusión religiosa del mundo y todos sus males se revelan en siete verdades básicas que han sido un misterio pero que claman contra esta Babilonia de confusión religiosa y de caos mundial.

¡La hora de Dios ha llegado! Ahora El envía una voz que clama con poder al mundo entero revelando el camino para salir de esta locura y entrar en el mundo de paz y justicia que pronto abarcará toda la tierra.

En el libro de Isaías hay una profecía para nuestros días: ‘‘Voz que clama en el desierto: Preparad camino al Eterno… levanta fuertemente tu voz, anunciadora de Jeru- salén; levántala, no temas; di… He aquí que el Eterno el Señor vendrá con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él, y su paga delante de su rostro” (Isaías 40:3, 9-10).

¡Esa voz está clamando hoy!

El profeta Malaquías lo confirmó: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho el Eterno de los ejércitos” (Malaquías 3:1).

Elias vendría primoro

Ambas profecías tienen aplicación doble. En primera instancia, se refieren a Juan el Bautista, quien preparó el camino para ei ministerio humano de Jesucristo hace más de 1.900 años. Pero también se refieren a alguien que había de venir después de ese precursor, preparando el camino para la segunda venida de Cristo como Rey de reyes y Señor de señores, esta vez con el propósito de GOBERNAR a TODAS LAS NACIONES.

La profecía de Malaquías, como la de Isaías, se aclara leyendo más adelante del versículo primero. Ambas se refieren a un mensajero humano que prepara el camino para la segunda venida de Cristo, ¡que ya es inminente y que será con PODER y GLORIA supremos como Gobernante de todas las naciones!

Entendamos el principio de dualidad en la profecía. Estas profecías tienen un cumplimiento anterior y un cumplimiento posterior.

Juan el Bautista fue una voz que clamaba en el desierto físico cerca del río Jordán, preparando el camino para la primera venida de Jesús como ser humano físico a un templo material en Jerusalén y al pueblo físico de Judá. Pero éste fue también figura de una voz que había de clamar (con la amplificación de la prensa, la radio y la televisión) en medio del desierto espiritual de confusión religiosa actual, para anunciar la inminencia de la segunda venida de Cristo, como un Cristo GLORIFICADO espiritualmente, a su templo espiritual: la Iglesia resucitada a la inmortalidad (Efesios 2:21-22).

Jesucristo vino hace más de 1.900 años para anunciar el futuro reino de Dios. Esta vez vendrá para ESTABLECER ese reino.

El mensaje de advertencia se está difundiendo en estos tiempos del fin por el mundo entero. Este mensaje va a los reyes, emperadores, presidentes y primeros ministros de las naciones… ¡y a sus pueblos en todos los continentes de la tierra!

¿Cómo es posible que en esta era de confusión religiosa se llegaran a conocer los siete misterios básicos que desenmascaran el engaño de las creencias tradicionales que se han apoderado del mundo?

¿Por qué se puede decir, en términos generales, que los habitantes de Tailandia son budistas, los de Italia, Francia y España son católicos, los anglosajones son protestantes y los del mundo árabe son musulmanes? Principalmente porque se criaron dentro de estas religiones y las aceptaron automáticamente. Esperar que algunas de estas personas descubrieran la verdad que estaba oculta para ellas, y que es contraria a las enseñanzas de su niñez y de su edad adulta, sería algo así como esperar lo imposible.

¿Por qué cree la gente lo que cree? Pocos son los que se detienen a preguntarse cómo llegaron a acoger las ideas que hoy se encuentran arraigadas en su mente.

La fuente de la verdad

La mayoría de nuestros lectores han visto probablemente alguna fotografía de la escultura conocida como El Pensador. Representa a un hombre solitario, sentado con los codos apoyados en las rodillas, el cuerpo echado hacia adelante y la cabeza apoyada en la mano. Allí permanece sumido en su meditación profunda hora tras hora, día tras día… ¡sólo pensando! Se supone que esta obra representa la manera como llegaron a existir los sistemas de pensamiento humano y, por ende, algunas religiones del mundo.

Mas El Pensador carecía de base para sus pensamientos. Su raciocinio no tenía sobre qué fundamentarse. Sus conjeturas carecían de un fundamento firme.

La mente humana no está facultada para fabricar verdades sin una base para esas verdades.

Aun así, parece que no muchas personas se dedican a pensar. La mayoría acepta a la ligera todo lo que le han inculcado desde su niñez. Y al llegar a la edad madura acepta lo que ha oído, leído y aprendido repetidas veces. La gente sigue aceptando, generalmente sin dudar, lo que creen sus semejantes. La mayoría de las personas han creído lo que oyen sin verificarlo ni comprobarlo. Sin embargo, están más que dispuestas a defender sus convicciones acaloradamente. Es propio del hombre seguir la corriente, imitar a los demás, creer y hacer lo que creen y hacen sus semejantes.

Además, la mayoría de las personas se niegan obstinadamente a aceptar lo que no están dispuestas a creer. Hay un viejo dicho muy certero: “No hay nadie más ciego que el que no quiere ver”.

Yo era igual. Por mi propia cuenta y voluntad jamás hubiera descubierto estas grandes verdades. Tampoco el profeta Moisés hubiera descubierto las verdades que consignó por escrito: los cinco primeros libros de la Biblia. Fue necesario que mediara un acto milagroso de Dios, en el incidente de la zarza ardiendo, para abrir su mente y revelarle las cosas de Dios. Moisés no buscó a Dios, sino que Dios lo llamó y lo “reclutó”. Aun oyendo la voz de Dios mismo, Moisés protestó. Pero el mandato de Dios era irresistible, y Moisés acabó por ceder.

El apóstol Pablo, siglos más tarde, también estaba lejos de poder conocer o revelar las VERDADES de Dios por su propia voluntad. Por el contrario, se la pasaba “respirando aun amenazas y muerte contra los discípulos del Señor” (Hechos 9:1). Pero el Jesús viviente lo derribó, lo cegó, le hizo entender y le dio el conocimiento de Dios; y además, le hizo saber lo que El quería que hiciese. Cristo en persona le reveló muchas de las verdades que usted leerá aquí.

Ahora bien, ¿cómo llegué yo a entender )a preciosa VERDAD de Dios? Ciertamente no fue por mi propia cuenta, ni porque yo la haya buscado, ni porque tuviera virtudes superiores al común. Jesucristo me derribó, no como a Pablo, pero sí de una manera dolorosa y eficaz.

Estas VERDADES básicas no son producto del raciocinio humano sino que son reveladas. ¡No se originan en el hombre sino en Dios! Y en todos los casos mencionados en la Biblia, ¡la iniciativa provino de Dios!

El profeta Jeremías protestó aduciendo su juventud. Pero Dios respondió: “No digas: Soy un niño; porque a todo lo que te envíe irás tú, y dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1:7). Isaías protestó que era hombre de labios impuros, pero Dios le hizo aceptar su misión.

Jonás quiso huir en un barco, pero Dios lo obligó a llevar el mensaje que había dispuesto. Pedro y Andrés pretendían ser pescadores, mas Jesús los llamó diciéndoles que abandonaran todo y lo siguieran.

De la misma manera, yo pretendía dedicarme a la publicidad. Pero mediante circunstancias que yo no escogí, Dios me trajo trajo para que cumpliera la misión que El tenía para mí.

Reiteramos aquí algo que es esencial en el asunto: La iniciativa es de Dios. Su propósito prevalecerá. El mundo está lleno de religiones surgidas de la imaginación, el razonamiento y la especulación de los hombres. Pero éstos no fundaban sus razonamientos sobre una base certera. ¡Es Dios quien revela la verdad!

¿No tienen acaso todos los hombres acceso a la verdad bíblica? Bueno, la gente cree que las iglesias enseñan lo que hay en la Biblia.

Es por eso que ahora les presento una sinopsis de la experiencia mediante la cual Jesucristo me derribó, por así decirlo, y me reveló verdades sorprendentes, verdades bíblicas que las iglesias no enseñan ni creen.

El despertar: una chispa de ambición

Yo nací en una familia común y corriente, de padres estables y honrados pertenecientes a la fe cuáquera. Mi genealogía se remonta a Eduardo I de Inglaterra y hasta el rey David de Israel. Con asombro descubrí esta genealogía y el hecho de que pertenezco a la “casa de David”. Mis antecesores emigraron de Inglaterra a Pensilvania con William

Penn 100 años antes de que los Estados Unidos se establecieran como nación.

Me crié desde la niñez en la fe cuáquera, pero en esos años de formación mi interés en ésta era pasivo.

A los 18 años abandoné todo interés por la religión y dejé de asistir a la iglesia. Me había hecho un autoanálisis intenso, junto con un estudio de los oficios y profesiones para saber cuál me convendría. No quería dedicarme a algo que fuese ajeno a mis aptitudes.

Había observado que la mayoría de las personas eran víctimas de las circunstancias. Pocas habían planeado su futuro con inteligencia. La mayoría estaban cumpliendo cualquier oficio que se les hubiera presentado. No habían escogido el lugar del país o del mundo donde les convendría vivir. Se movían en el mundo empujados aquí y allá por las circunstancias. Los que habían ido a la universidad estudiaron la carrera que les llamó la atención en ese momento.

Cuando tenía apenas 16 años, cierto individuo que me había contratado para trabajar durante las vacaciones de verano me encomió y me animó por un trabajo bien hecho, y al hacerlo despertó en mí el fuego de la aspiración. Tener aspiraciones no es sólo el querer hacer algo sino tener la fuerza de voluntad para llevarlo a cabo y estar dispuesto a pagar el precio.

Este autoanálisis me llevó a la profesión de la publicidad y al mundo de los negocios. En vez de los placeres juveniles, opté por el estudio diligente.

Tuve un éxito inusitado. Me esforzaba mucho y tenía reputación de afanoso. Estudiaba con diligencia y hacía todo lo posible por superarme. Todo esto desarrolló, como es natural, una gran confianza en mí mismo, que más tarde había de remplazarse con una confianza muy distinta: fe en Cristo.

Procuraba escoger empleos donde pudiera aprender, y me “vendía” al patrono. Los campos de mi preferencia eran aquellos que me ponían en contacto con hombres de éxito.

En 1915 fundé mi propio negocio como representante de editores en la ciudad de Chicago. Representé las nueve revistas más importantes del país en el campo de la banca. Eran revistas que llegaban a las manos de los altos funcionarios bancarios.

Hacía negocios con los presidentes de las mayores empresas industriales. Asistía a convenciones de banqueros estatales y nacionales y conocí a muchos altos funcionarios de Chicago y de Wall Street (sede de la bolsa en Nueva York). Antes de cumplir los 30 años de edad percibía un ingreso anual equivalente a unos US$375.000 de hoy.

Cuando me encontraba a este nivel de éxito en mi carrera, Dios empezó a trabajar conmigo.

Un llamado que no reconocí

Hacía poco había contraído matrimonio. Unos días después de la boda, estando en Chicago, mi esposa tuvo un sueño tan vivido e impresionante que la abrumó y la conmovió profundamente. Fue tan real que parecía más bien como una visión. Durante los dos o tres días que siguieron, todo lo demás parecía irreal, como cuando uno está aturdido; sólo aquel extraordinario sueño parecía real.

En su sueño, ella y yo estábamos atravesando una ancha encrucijada en el centro de Chicago a dos o tres cuadras de nuestro apartamento. Entonces apareció de repente algo impresionante en el cielo. Era un espectáculo deslumbrante: el firmamento se llenó de una gigantesca masa de estrellas brillantes que tomaron la forma de una inmensa bandera. Las estrellas empezaron a titilar y a separarse hasta irse desvaneciendo. En su sueño, cuando ella me decía que mirara las estrellas que se desvanecían, apareció otro grupo de estrellas brillantes que titilaron, se separaron y se desvanecieron como las primeras.

Mientras ella y yo, en su sueño, mirábamos hacia arriba, aparecieron en el cielo tres grandes aves blancas entre nosotros y las estrellas que se desvanecían. Estas tres grandes aves blancas volaron directamente hacia nosotros. Cuando se acercaron, ella se dio cuenta de que eran ángeles.

Uno o dos días después del sueño, mi esposa escribió una carta a mi madre. Por casualidad la encontré años después entre unas antiguas fotografías de la familia. Mi esposa continuaba así el relato: “Entonces me di cuenta de que era Cristo que regresaba y me sentí tan feliz que empecé a gritar de alegría. Pero de repente pensé en Herbert y me sentí preocupada”.

Ella sabía que yo había demostrado muy poco interés por la religión, aunque habíamos asistido a una iglesia cercana dos o tres veces.

Luego, en el sueño, ocurrió que “Cristo descendió de entre los ángeles y se detuvo directamente al frente de nosotros. Primero me sentí dudosa y temerosa de cómo nos recibiría, porque me acordaba de que habíamos descuidado nuestro estudio de la Biblia y teníamos nuestras mentes demasiado ocupadas en cosas distintas a sus intereses. Pero cuando nos acercamos a Él, ¡puso sus brazos alrededor de nosotros y nos sentimos muy felices! Y o creía que la gente de todo el mundo lo había visto venir. Hasta donde alcanzábamos a ver, la gente se estaba agolpando en las calles de aquella ancha encrucijada. Unos estaban contentos y otros tenían miedo.

“Luego pareció como si Él se hubiera cambiado en un ángel. Yo me sentí sumamente desilusionada al principio, hasta que Él me dijo que Cristo en efecto vendría dentro de muy poco tiempo”.

En aquellos días íbamos con frecuencia al cine. Mi esposa le preguntó al ángel si eso estaba mal, y él replicó que Cristo nos tenía reservado un trabajo importante en la preparación de su venida, de manera que no habría más tiempo para “películas” (aquellos eran los días del cine mudo). Después, el ángel se desvaneció con todo el espectáculo y ella se despertó impresionada e inquieta.

En la mañana me contó su sueño. Yo me sentí muy incómodo y no quería pensar en ello. Sin embargo, temía dejarlo completamente de lado. Se me ocurrió una manera lógica de solucionarlo y evadirlo. Le dije a mi esposa:

—¿Por qué no se lo cuentas al ministro de la iglesia de la esquina y le preguntas si tiene algún significado?

Con eso, me las arreglé para quitar aquello de mi mente.

Cabe anotar aquí que en nuestros días 99.999 veces en 100.000, cuando la gente cree que Dios le está hablando en un sueño o en una visión, es pura imaginación o algún género de autohipnosis o autoengaño. Pero si esta fue una visión de parte de Dios, yo, al igual que Jonás, traté de huir de ella. Con todo, después de esto, a su debido tiempo Dios obró conmigo en forma muy clara, así como obró con Moisés, Isaías, Jeremías y Jonás, con Pedro y Andrés y con el apóstol Pablo.

El negocio se deshace

Luego vino la depresión repentina de 1920. No fue prolongada, pero sí desastrosa durante ese año. Mis principales clientes se dedicaban a la fabricación de tractores, implementos agrícolas y otros. Todos mis grandes clientes, entre ellos empresas como la Goodyear Tire & Rubber, J. /. Case, Moline Plow, John Deere and Company y Dalton Adding Machine Company, estaban intervenidas. Uno de mis conocidos en el mundo de los negocios, presidente de una gran empresa, se suicidó. Mi negocio se deshizo entre mis manos por motivos que no eran culpa mía y por fuerzas que yo no podía controlar.

En Portland, Oregon, adonde me trasladé con mi familia, establecí un servicio de publicidad para lavanderías. La industria de las lavanderías ocupaba el decimoprimer lugar en el país en volumen de transacciones, pero al mismo tiempo era la más atrasada. Uniéndome con un experto en eficiencia, que era uno de los mejores del país en su ramo, empecé a recibir sólo aquellos clientes que nos permitieran establecer una nueva eficiencia en sus negocios, tanto en la calidad del servicio de lavandería como en los métodos comerciales. Yo supervisaba esto personalmente y pude hacer promesas en mis avisos publicitarios sabiendo que mis clientes cumplirían.

Pero en 1926 una agencia publicitaria de escala nacional vendió a la Asociación Nacional de Propietarios de Lavanderías un contrato para publicar grandes avisos en las revistas femeninas. La Asociación pudo obligar a cada miembro a comprometer aproximadamente el 85 por ciento de su presupuesto de publicidad en ese negocio. Cuando me enteré, el negocio estaba hecho. Yo había estado duplicando y triplicando el volumen de ingresos de mis clientes. Mi negocio iba en auge. Ahora, por segunda vez, un negocio de gran éxito se desintegraba en mis manos por causas fuera de mi control.

Mas había una razón: Dios me estaba quitando mi negocio de publicidad.

Dos desafíos inquietantes

En el otoño de 1926, a la edad de 34 años, el techo pareció desplomarse sobre mí. ¡Me vi asediado por dos desafíos inquietantes!

Después de nueve años de felicidad matrimonial, ¡mi esposa comenzó a guardar el sábado en vez del domingo!

¡Me quedé atónito! Estaba furioso. Esto, para mí, era simple fanatismo religioso. ¿Qué pensarían mis amigos y colegas? Pero ella insistía en que había hallado tal enseñanza en la Biblia.

Vinieron a mi mente todos los argumentos posibles, mas ninguno sirvió.

—Pero la Biblia dice: ‘Guardarás el domingo’ —protesté.

—¿Me puedes mostrar dónde? —preguntó ella.

—No. No conozco muy bien la Biblia. Mis intereses han sido en el campo de los negocios. Pero no pueden estar equivocadas todas las iglesias. Ellas toman sus creencias de la Biblia y todas guardan el domingo.

Con una sonrisa sincera, pero que a mí me exasperaba, mi esposa respondió:

—Si puedes mostrarme un pasaje de la Biblia que ordene guardar el domingo, yo lo guardaré.

No pude evadir el desafío. ¡De él dependía mi matrimonio!

Al mismo tiempo, una cuñada mía recién casada y graduada de la universidad me lanzó un segundo desafío humillante:

—Herbert Armstrong —me acusó con desprecio—, eres sencillamente ignorante. Cualquier persona medianamente educada sabe que la vida humana surgió por evolución.

Yo era orgulloso. No había descuidado el estudio. Creía conocer la teoría de la evolución, y no creía en ella. Pero ahora tuve que reconocer que jamás había hecho un estudio profundo y detallado del tema.

Este desafío, que hube de afrontar en seguida del “fanatismo” de mi esposa, fue humillante. El doble atentado contra mi orgullo me golpeó precisamente cuando mi negocio había fracasado por segunda vez. El efecto fue demoledor. Me sentí perfectamente frustrado. No obstante, me propuse demostrar que tanto mi esposa como mi cuñada estaban equivocadas.

El doble desafío me llevó a emprender un estudio decidido. Durante seis meses estudié intensamente, casi día y noche, hasta encontrar la respuesta. Y aun después de encontrarla, el estudio continuó … hasta el día de hoy.

Los dos desafíos tenían un mismo punto de partida: el libro del Génesis y el tema de los orígenes, si bien este era sólo el principio.

Los desafíos se presentaron en un momento de la vida cuando yo tenía mucho tiempo libre. Me dediqué al estudio con intensidad.

La Biblia y Darwin

No empecé mis investigaciones con el Génesis. Primero ahondé en las obras de Darwin, Lyell, Haeckel, Huxley, Spencer, Vogt, Chamberlin y More. Luego fui más atrás, a las obras de Lamarck y su teoría del “uso y desuso” que fue anterior a la hipótesis darviniana de la “supervivencia del más apto”.

A primera vista, los escritos parecían convincentes (y tiene que ser así, pues de lo contrario no habrían alcanzado aceptación universal en el mundo de la educación superior). Vi claramente cómo la educación había quedado presa en las garras del concepto evolucionista.

La evolución es el intento del ateo por explicar la presencia de una obra creada sin la preexistencia de un Creador inteligente.

Esta primera etapa de mis investigaciones sacudió mi fe en la existencia de Dios. Me hizo comprender que yo había dado por hecho, sin probarlo, que Dios existía porque era lo que me habían enseñado toda la vida. Estaba perplejo. ¿Quería decir esto que todo lo que siempre había creído era un mito y un error? ¡Ahora estaba decidido a averiguar la verdad! Mi mente se estaba despojando de las ideas y creencias que había aceptado sin vacilar.

Entre los autores que sostenían el concepto evolucionista, sólo el Dr. P. E. More había entresacado muchas discrepancias de la teoría, si bien estaba de acuerdo con la doctrina en general.

En primera instancia, yo tenía que comprobar o refutar la existencia de Dios. No fue un estudio superficial ni por salir del paso. Proseguí la investigación como si de ella dependiera mi vida … y en realidad, así era. También de ella dependía mi matrimonio. Junto con los libros citados, estudié otros que sostenían los argumentos contrarios.

Baste decir aquí que sí encontré PRUEBAS irrefutables de la existencia del Dios creador. Y encontré pruebas positivas del error de la teoría evolucionista, a pesar de la arrolladora colección de cerebros lavados por las universidades que sostienen lo contrario. Tuve la satisfacción de ver retractarse a una defensora del pensamiento evolucionista que había hecho largos trabajos de posgrado en las universidades de Chicago y Columbia y tenía su título de doctorado. Esta persona reconoció que yo había derribado definitivamente el tronco del árbol de la evolución. Pero al igual que el Dr. More, tenía el cerebro tan lavado que hubo de continuar en la corriente que ella misma había reconocido como falsa.

También tuve el gusto de ver a mi cuñada “comerse sus palabras” y reconocer que yo no era tan ignorante. Todo esto era pura vanidad de mi parte, pues aún no la había erradicado.

¡Había comprobado la existencia del Dios GRANDE Y ma JESTUOSO! Pero me seguía atormentando el desafío de mi esposa. En mis estudios sobre la evolución ya había analizado el libro del Génesis. Sabía que cada una de las religiones del mundo tenía sus libros sagrados. Comprobada la existencia de Dios, pensaba hacer un estudio comparativo de las religiones para ver si alguno de estos escritos sagrados era auténtico. ¿Hablaría Dios a la humanidad por medio de alguno de estos escritos? Y en caso afirmativo, ¿por medio de cuál?

Como aún tenía que estudiar el asunto del sábado o domingo como día de reposo, y puesto que ya había comenzado a estudiar el Génesis, resolví proseguir mi estudio en la Biblia.

Una doctrina a la vez

Pronto encontré el pasaje de Romanos 6:23: “La paga del pecado es muerte”. Me detuve asombrado. La “paga” es lo que uno recibe por lo que ha hecho. Esta afirmación, pues, era diametralmente opuesta a lo que me habían enseñado en las clases de religión (antes de los 18 años de edad).

“¿Cómo puede ser?”, pensé. “A mí me enseñaron que la paga del pecado es la vida eterna en un infierno de fuego”.

Con asombro leí hasta el final del versículo: “Mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”.

Desilusionado, musité: “Creí que ya tenía vida eterna. Soy (o tengo) un alma inmortal. ¿Por qué tengo que recibirla como dádiva?”

Estudié el significado de la palabra alma con la ayuda de una concordancia bíblica. Encontré dos veces la siguiente expresión: “El alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4 y 18:20).

Entonces recordé lo que había leído en Génesis 2, que Dios había dicho al primero ser humano (que era un alma): “Del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (versículo 17).

En Génesis 2:7 leí cómo Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz el aliento de vida, y el hombre (el polvo o materia) fue un “alma viviente”. Aquí decía claramente que el alma es física, que está formada de materia. Descubrí que la palabra traducida como alma en mi versión de la Biblia viene del hebreo nefesh. [Nota: En la versión Reina-Valera de la Biblia, revisión de 1960, esta misma palabra se traduce como “ser viviente”. Ver también I Corintios 15:45.] También vi que en Génesis 1:20-21, 24 tanto las aves como los peces y mamíferos se llaman nefesh.

Leí entonces donde Jesús dijo: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre” (Juan 3:13). Estudié el tema del cielo y el infierno. Leí donde el apóstol Pedro dijo por inspiración, el día en que recibió el Espíritu Santo: “David no subió a los cielos ..(Hechos 2:34).

En mi estudio profundo de la Biblia me valí de todas las ayudas: concordancias, diccionarios bilingües de los idiomas griego y hebreo, comentarios bíblicos y enciclopedias teológicas. Tanto los comentarios como los diccionarios y enciclopedias eran obras de mentes eruditas pero carnales, según descubrí. Son una ayuda para la investigación de hechos históricos y puntos de índole material y física, pero en cuanto a la revelación divina de la verdad espiritual resultaron bastante inútiles.

En pasajes dudosos me valí también del Antiguo Testamento hebreo y del Nuevo Testamento griego, junto con los diccionarios. Estudié todas las versiones y traducciones que se habían publicado en inglés hasta la fecha.

Una experiencia única

El estudio que hice fue muy diferente del que hacen los estudiantes en un seminario. Estos absorben lo que se les enseña de acuerdo con las doctrinas de su religión. La educación se ha convertido en cuestión de memoria. El niño, y el adulto también, tiene que aceptar y memorizar todo lo que se le enseña.

Por ejemplo, a uno de mis nietos en la escuela primaria le preguntaron:

—¿Quién descubrió América?

—Los indios —respondió el chico sin vacilar. La maestra se mostró sorprendida:

—No —repuso—. ¿No sabes que América fue descubierta por Cristóbal Colón?

—No, señora. Los indios ya estaban aquí para recibirlo cuando él llegó.

Por su respuesta, el chico recibió un cero y una advertencia. Debía recordar siempre lo que el libro dice: ¡que Colón descubrió América!

Al estudiante universitario o de secundaria se le califica según su capacidad para memorizar y creer lo que le enseña el texto, el profesor o el instructor.

En la primera maqueta que hice de La Pura Verdad en 1927 (siete años antes de que se llegara a publicar el primer número), le pedí a un artista que dibujara un aula y los niños sentados ante sus pupitres, cada uno con un embudo en la cabeza. El maestro, jarra en mano, vertía su propaganda preconcebida en cada cabecita.

En un seminario metodista, los estudiantes reciben en su mente la doctrina y las enseñanzas metodistas. Al seminarista católico se le enseñan las doctrinas de la Iglesia Católica. El alumno de un seminario presbiteriano absorbe las ideas presbiterianas. De igual modo, un estudiante de historia en Alemania recibe cierta versión de las dos guerras mundiales, mientras que el estudiante norteamericano recibe otra versión enteramente distinta.

Pero a mí me había llamado el Dios viviente. Lo que yo me había propuesto demostrar era todo lo contrario de lo que hallé clara e irrefutablemente en la Biblia. Jesucristo me enseñó lo que yo no quería creer; Él me lo reveló como verdad.

Jesucristo es la Palabra de Dios en persona. Él instruyó personalmente a los 12 apóstoles originales

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